Hay sueños que son mucho más que una puerta abierta al subconsciente, hay sueños que son la voluntad del amor. Con esto os quiero llevar a comprender por qué a veces nos reunimos en sueños con aquellos que echamos de menos y que ya no comparten con nosotros esta experiencia terrenal.

En ocasiones, accedemos en sueños al estado intermedio, en ese estado podemos realizar encuentros con aquellos que fallecieron, la comunicación que se da es real.

¿Cuántas veces has intentado explicar que uno de tus sueños ha sido tan intenso que parecía que lo estuvieras viviendo de verdad? Eso es lo que os quiero contar, poner un ejemplo de esos momentos en los que estando en soledad te sientes más acompañado que nunca.

Era sábado y quería hacer muchas cosas, pero mi cuerpo me pedía dormir, así que sin poner resistencia me rendí a la siesta. No era la primera vez que soñaba con mi abuela tras haber fallecido, en esta ocasión más que ver su imagen en sueños, lo que sentía era su presencia. Me mostraba una imagen que para mí tiene un gran significado, vi claramente el fruto del eucaliptus. No me costó identificarlo y enseguida pensé: - sí, me acuerdo cuando íbamos a recogerlo juntas, en el parque cerca de tu casa, en «La Guineueta». En ese momento sentí unas ganas inmensas de volver allí y de revivir aquellos momentos recogiendo hojas y frutos del eucaliptus para después hervirlos y aprovechar sus propiedades calmantes en invierno. Y no es que el sueño se diera precisamente en temporada de frío, al contrario, estábamos en pleno verano y mi sorpresa fue que al despertar y buscar información, vi que el momento en el que el eucaliptus está en plena floración es en verano, en septiembre empieza a llenar el suelo de su fruto ya preparado para repartir sus semillas.

En el sueño solo veía el fruto, esa cruz en medio del casquillo que yo recordaba como elemento indispensable en casa de mi abuela. Mientras sonreía al recordarla, escuché su voz que me decía: - voy a regalarte una flor. Yo, utilizando la razón pensé, si te refieres a la imagen que me muestras, no lo veo como una flor, pero no importa, acepto tu regalo tal y como tú prefieras llamarlo. Con esta conclusión me fui despertando, con toda la sensación del sueño en mi cuerpo.

Durante días lo tuve en mi pensamiento y cuando salíamos de paseo en familia o con alguna amiga, miraba a ver si veía algún árbol que pudiera ser un eucaliptus. Un día incluso forcé un poco la situación y busqué donde podría encontrarlos cerca de casa, así que puse la excusa de dar un paseo y nos dirigimos hacia donde google indicaba que estaban los árboles que yo buscaba. Pude ver que era cierto que estaban en plena floración y que los frutos estaban verdes, su olor me llevó a tiempos de calma, pero no era así como yo los necesitaba, yo los quería ya maduros y en el suelo, no quería cortar la evolución natural del árbol. Así que aquella excursión no cumplió mis expectativas.

Dejé pasar los días y coincidió que semanas más tarde, mi hijo tenía fiesta en el colegio y yo en el trabajo. Así que me desperté con la idea de ir al parque de mi abuela y compartir aquella experiencia también con mi hijo. Nos vestimos, cogimos el coche y fuimos directos al parque de «La Guineueta», allí lo primero que esperaba encontrar era la escultura de hierro que representa un zorro (en catalán guineu), haciendo referencia al topónimo del barrio y que constituye el elemento más característico del parque. «La Guineu» seguía allí y aunque el entorno había cambiado, el zorro seguía transmitiéndome el mismo sentimiento que cuando era una niña.

Después de contemplar la escultura y compartir con mi hijo alguna pequeña historia, fuimos derechos a buscar los eucaliptus, andamos mirando hacia arriba, buscando las hojas alargadas que dan forma a la copa que buscábamos. En los primeros 300 metros no había rastro de ellos por lo que pensé en preguntar, vi a varios jardineros arreglando algunos arbustos y no dudé en acercarme. En seguida me dieron las indicaciones que necesitaba, me explicaron que quedaban solo tres o cuatro árboles y que podía encontrar otras especies interesantes. Uno de los hombres me dedicó parte de su tiempo contándome que justo el árbol que teníamos delante daba unas flores grandes y especiales. Me dijo: -me gustaría que vieras una, a veces las encuentras en el suelo, pero no veo ninguna en este momento. Aquel hombre se esforzaba en encontrar, aunque fuera una única flor, pero preferí seguir nuestro objetivo y me despedí deseándole un buen día. Unos cuantos pasos más adelante vi el primer eucaliptus, localicé sus hojas en forma de sable y al mirar al suelo, allí estaban, todos aquellos frutos o casquillos como yo los llamaba, repartidos por el suelo. No dudé en sacar la bolsa que llevaba preparada y agacharme a recogerlos junto a mi hijo.

Mientras yo decía en voz alta lo contenta que estaba, algunos niños del parque se acercaron a ver qué era aquello que yo cogía como si fuera un tesoro, les expliqué qué propiedades tenían y sin dudarlo se unieron a la recogida del fruto para guardarlo para el invierno, fueron directos a sus madres a pedirles una bolsa para recoger lo que estaban descubriendo.

Estuvimos un rato disfrutando del momento y decidimos sentarnos satisfechos en un banco. En frente aparecía de nuevo el jardinero con algo en la mano. Se acercó a mí y me dijo, la he encontrado, esta flor es para ti.

Me quedé parada, le di las gracias junto a una gran sonrisa, pero mi cabeza se había ido de nuevo, solo yo podía saber qué significaba esa flor. Volvió a mí el recuerdo de la voz de mi abuela diciéndome: voy a regalarte una flor. Aquel hombre se marchó contento al haber podido enseñarme su flor preferida del parque sin saber que su gesto había sido la culminación de mi sueño.

Me siento afortunada porque estas pequeñas anécdotas pasan constantemente en mi vida, estoy segura de que hay muchas personas que se hacen preguntas sobre sueños o sincronicidades parecidas, si es tu caso no dudes en compartirlo conmigo por redes, estaré encantada de leerte o escucharte. La magia está por todas partes, siempre encuentra la manera de sorprenderte si te abres a recibirla.