A la filosofía existencialista le espera un ascenso cultural importante. Este hecho se relaciona con la crisis sistémica contemporánea cuyos efectos destructivos propician cuestionamientos sobre la condición antropológica de la existencia y su sentido, lo que constituye el núcleo de interés principal del existencialismo. En este marco conviene recordar que las manifestaciones culturales han sido ámbitos predilectos para la proyección de las perspectivas existencialistas, algunas bastante sólidas y profundas como ocurrió en las filosofías del siglo XX, y ocurre en las creaciones literarias y artísticas en general, y otras efímeras, epidérmicas y sentimentalistas, típicas en opiniones pseudopoéticas sobre la vida cotidiana. En lo que sigue me refiero a los enfoques más maduros y desarrollados.

Antecedentes, precursores y representantes

Al mirar con alguna atención la historia de las ideas es claro que se encuentran tesis existencialistas, en el sentido moderno, desde los tiempos de la Grecia clásica hasta nuestros días y, si se analizan las filosofías de otras configuraciones civilizatorias, distintas a la Griega, se observan enfoques existencialistas, sea en el orden de las teorías filosóficas como en el arte y la literatura; piénsese, por ejemplo, en la Epopeya de Gilgamesh (2500-2000 a. C.), en la mitología talamanqueña en Costa Rica o en el Popol Vuh que recoge narraciones míticas del pueblo quiché. Si restringimos la mirada a la historia greco-helenística y Occidental, la mayéutica de Sócrates, el «siento, luego existo» de Agustín de Hipona o el acto de existir de Tomás de Aquino, también denotan cierto énfasis existencialista, a pesar de que el conjunto de sus pensamientos no puede ser calificado como existencialista debido a que se inscribe en tradiciones metafísicas distintas, platónica en el caso de Agustín, y Aristotélica en el Aquinate.

Si nos atenemos al sentido moderno y contemporáneo occidental, no universal, el existencialismo adquiere notas precisas y diferenciadoras poco tiempo después de la Primera Guerra Mundial. Es común mencionar a Blaise Pascal (1623-1662), Sören Kierkegaard (1813-1855) y Federico Nietzsche (1844-1900) en su condición de precursores, y a pensadores como Karl Jaspers (1883-1969), Martín Heidegger (1879-1976), Gabriel Marcel (1889-1973), Albert Camus (1913-1960) y Jean Paul Sartre (1905-1980) como algunos de sus representantes más destacados en el siglo XX. En el ámbito de la creación literaria (cuentos, novelas, poesía) los escritores han generado obras muy relevantes donde predominan temáticas existencialistas, entre ellos puede citarse a Fiódor Dostoyevski (1821-1881), Hermann Hesse (1867-1962), Rainer María Rilke (1875-1926), Miguel de Unamuno (1864-1936) y León Felipe (1884-1968), y es sabido que en Latinoamérica la producción literaria abunda en temáticas existencialistas vinculadas a procesos históricos e intimistas, como ocurre en algunas de las obras de Juan Carlos Onetti (1909-1994), Ernesto Sábato (1911-2011), Jorge Luis Borges (1899-1986), Gabriel García Márquez (1927-2014) y Mario Vargas Llosa (1936-).

El sujeto existencial

He dicho que el núcleo de interés principal de las distintas tendencias existencialistas es la condición antropológica de la existencia humana y, por lo tanto, el existente humano o Ser-ahí (Dasein) en cuanto tal. No es la esencia del Ser-ahí lo que interesa al existencialismo, sino el existir a través del cual esa esencia se construye o se descubre. Tomando como base este planteamiento los autores existencialistas suelen realizar agudas críticas a las corrientes de pensamiento que pretenden conocer lo que es el ser humano a través de conceptos abstractos. No es la abstracción intelectiva la vía para comprender a la persona, sino lo que la persona manifiesta al vivir. En este sentido no interesa teorizar, sino vivenciar, para de ese modo descubrir las categorías mentales en las cuales se da cuenta de la condición antropológica. Este enfoque privilegia la subjetividad sobre lo objetivo, la acción y no la contemplación, el proyecto existencial, en suma. Es ese existente humano que se proyecta y temporaliza mediante la acción existencial lo que denomino sujeto existencial. El sujeto existencial es una realidad primaria y fundante de toda otra realidad histórica, y es a partir de ella que se obtienen conocimientos sobre el vivir y el convivir. Tomar cualquier otra realidad intrahistórica como primaria, sea la economía, la política, la ideología, la religión u otra, es equivocado porque ninguna de ellas existe por sí misma, sino solo como un derivado de la acción existencial o proyecto del sujeto existencial.

Del método de investigación y los existenciales

Aclarado el sujeto existencial como núcleo del análisis existencialista cabe formular la siguiente pregunta ¿A través de que método de investigación se esta en capacidad de observar e interpretar los rasgos determinantes de ese sujeto? Tal método no puede basarse en la abstracción general de los conceptos porque estos se alejan de la vivencia inmediata del sujeto existencial, subsumiendo su realidad en categorías universales del entendimiento lógico-formal. El sujeto existencial no es primariamente un concepto referido a una realidad, sino una acción o proyecto que, al expresarse, se concreta, y es por esto por lo que en el existencialismo se abandona el racionalismo para de ese modo centrarse en el estudio de las experiencias concretas del sujeto existencial. Y es a través de esas experiencias que se descubren los existenciales o rasgos estructurales de la condición antropológica: finitud, temporalidad, proyecto, angustia, autenticidad, soledad, libertad, decisión, compromiso, esperanza, trascendencia, estar en el mundo y estar abocado a la muerte, entre otros. Importante es recordar que los autores existencialistas tienen en alta estima el método fenomenológico de Edmund Husserl (1859-1938), pero en ellos no se trata, como en Husserl, de una investigación descriptiva e intuitiva de las esencias, sino de la indagación existencialista de las experiencias del sujeto existencial, las cuales pueden tomarse como vivencias emocionales e intelectivas (Jaspers, Sartre, Marcel) o como estructuras determinativas del existente humano (Heidegger).

Las diferencias entre las distintas corrientes del existencialismo son significativas, algunas decisivas, como la que separa a las tendencias inmanentistas y ateas respecto a las que postulan una inmanencia trascendental o abierta a la posibilidad de Dios, pero existen rasgos comunes que permiten englobar a todas bajo el vocablo de existencialismo. Enuncio los más importantes:

  • La existencia precede a la esencia.
  • El sujeto existencial es un proyecto de realización determinado por la temporalidad y las situaciones límite (enfermedad, vejez, muerte).
  • La vivencia experiencial se impone sobre la intelección abstracta.
  • Primado de la subjetividad.
  • Preeminencia de la libertad sobre los condicionantes histórico-sociales.
  • Prioridad de la acción frente a la especulación, de la realidad frente al pensamiento y de la voluntad frente a la inteligencia.

Estos rasgos no son los únicos, pero en su conjunto permiten visualizar al existencialismo como una filosofía de la acción que privilegia lo concreto y la experiencia. Y es en este punto donde cabe plantear lo que considero es una de las observaciones críticas más relevantes que se le puede hacer a esta corriente filosófica. Al enfatizar la importancia de la acción y de las experiencias existenciales enlazándolas, como es lógico, a las expresiones vitales o de vida, es indispensable contar con una cosmovisión sobre la historia humana dentro de la cual las acciones y experiencias adquieren sentido y horizonte, pero esto, precisamente, falta en el existencialismo, con lo cual su análisis de la condición humana se reduce a un estudio del sujeto existencial en tanto individuo, sin aclarar, como es debido, las interacciones del individuo con las estructuras colectivas de la historia y con otros individuos. Esta es la gran insuficiencia o vacío del existencialismo en el siglo XX.

Tres agregados al existencialismo del siglo XXI: teoría de la historia, praxeología y universalidad

En este punto de mi comentario cabe preguntar si existe o es factible crear una teoría de la Historia tomando como fuente los análisis existencialistas. No pretendo ofrecer una respuesta definitiva a tan complejo asunto, pero sí indicar el perfil general de lo que sería una teoría de la Historia que pudiese derivarse del existencialismo o ser complementaria con sus análisis de la condición humana.

Mientras el naturalismo historicista postula la existencia de un orden natural de causas y efectos que determina el devenir de los hechos y sucesos, y les otorga sentido; los análisis existencialistas enfatizan la libertad creativa de las personas respecto a las condiciones sociales y las causalidades históricas, y esto implica que de los existencialismos se desprende un enfoque sobre la historia donde se privilegia la indeterminación creativa y la innovación constante. Una eventual teoría existencialista de la Historia no es naturalista ni determinística, esta es la primera y más importante conclusión que cabe obtener.

Si la historia humana no es un orden determinístico o causal, entonces ¿cuál es su naturaleza? ¿De que se habla cuando se habla de historia humana? Desde una perspectiva existencial es plausible referirse a la historia como un sistema abierto, indeterminado y probabilístico donde las posibilidades se despliegan de acuerdo con tendencias y propensiones vinculadas a las acciones humanas, sean estas individuales y/o grupales. La eventual teoría existencialista de la Historia, por lo tanto, debe incorporar una praxeología o teoría de la acción humana. Un enfoque como el indicado parece guardar relación directa con conceptos como Ser-ahí, soledad, angustia, condiciones existenciales, situaciones límite, libertad, tiempo, posibilidad, creatividad, indeterminación, incertidumbre, sincronía y vacío existencial, tan importantes en los análisis realizados por personajes como Nietzsche, Kierkegaard, Heidegger, Sartre, Jaspers, Marcel y otros. Que la historia sea un proceso constante de creación de posibilidades en condiciones probabilísticas es, quizás, el concepto apropiado a los análisis existencialistas que los existencialistas del siglo XX tanto necesitaron, pero no descubrieron.

Concluyo con una observación. El legado existencialista para el siglo XXI requiere incorporar las historias de otras civilizaciones y otras modernidades distintas a las derivadas de la tradición griega clásica. Con esto resumo los requisitos indispensables del eventual ascenso existencialista durante el siglo XXI: crear una teoría de la historia, crear una praxeología o teoría de la acción, e incorporar el legado de los análisis existencialistas presentes en otras configuraciones civilizatorias. Estos tres agregados harían del existencialismo en el siglo XXI algo que, en términos culturales, sería mucho más potente que lo conocido bajo ese nombre en el siglo XX.