Tucídides escribe la historia de la guerra del Peloponesio entre atenienses y espartanos (431- 404) porque era un fervoroso defensor de la paz. Sus extensos relatos tan rigurosos como literarios, aportan una de las lecciones imperecederas del fundador de la moderna historiografía, curiosamente no tenían títulos, estaban simplemente divididos en ocho libros, y fueron escritos por un proscripto que no se llamó a sí mismo historiador.

Siempre me sorprende el debate sobre los inicios de una ciencia o tradición, y la curiosidad que está detrás de estas interrogantes que nos devuelven al arco tendido de la lira infantil y el arpa de la madurez, si la historia como la conocemos, es hija de Heródoto y de él, es una oportunidad para que no solo los eruditos contemplen los viejos mitos que anegaron la vida de los hombres primigenios, por qué no nosotros, sumergidos en otros mitos tentadores como los de las nuevas ciencias.

La guerra en sí, y sus causas nos desconciertan hoy como desconcertaron a los griegos de entonces, porque estas gravitan entre la culpa por la rivalidad de dos ciudades estados que se disputaban la hegemonía y el interés personal de Pericles por salvarse de las acusaciones que sus más allegados sufrían, nada menos que Fidias el que esculpió el orgullo en los mármoles de la acrópolis, según cuentan otros historiadores que han llegado hasta nosotros y fueron posteriores al ateniense Tucídides.

Fue mientras leía los posts de Facebook, esos pequeños comentarios que nos llegan ilustrados, cuando llamó mi atención el del historiador español Javier Andreu Pintado que recomendaba en su blog oppidaimperiiromani leer al célebre historiador del siglo IV.

Entonces se despertaron los aniquilados hoplitas y los marineros del telar del imaginario. ¿Quiénes fueron los vencedores y cuánto perdió la orgullosa y avanzada Atenas? ¿Fueron injustos con Pericles? Y cuál habría sido el resultado de no haber caído en los excesos los del bando ático. Obedecía así a la costumbre de imaginar lo que pudo ser al modificar lo que realmente pasó. Aunque me llama la atención que la mayoría de los historiadores se centran en sus análisis en el método historiográfico empleado por Tucídides, no deja de atraerme el estilo desenfadado con el que describe pasiones y costumbres empleando el diálogo, casi como en una novela, puesto que creció en la época de las tragedias áticas.

Pero en qué momento de la historia ocurre esta conflagración, justo en el período clásico, que duró apenas dos siglos, los más conocidos después de Troya. «Por período antiguo entiendo yo aquí la civilización griega que va aproximadamente desde el siglo VIII hasta mediados del V, y por clásico entiendo el que sigue desde la mitad del siglo V hasta la cuarta centuria a.C»1.

La lectura perspicaz de los textos antiguos nos puede ayudar a comprender cuánto cambian las sociedades y las ciencias. ¡Son las lecciones de los autores clásicos! En la introducción a Tucídides Historia de la guerra del Peloponeso Francisco Rodríguez Adrados escribió que: «La crítica y la imparcialidad constituyen la clave del método histórico». Y en una posición similar el profesor de Harvard Gregory Nagy, plantea que: «las contingencias de la historia no necesitan seguir las reglas de estructuras existentes»2.

Aunque se diga que Heródoto observa más el método etnográfico, hay observaciones en la obra desde su mismo comienzo que resaltan las costumbres de los pueblos a estudiar y una observación perspicaz de los materiales que hoy llamamos arqueológicos cuando contempla en la imaginación las ruinas de los lacedemonios o espartanos, diseminadas por toda la geografía y el engaño sutil que produciría el contemplar los templos y plantas en ruinas de Atenas, puesto que cuando «la ciudad no está construida formando unidad, ni tienen templos ni edificios lujosos, sino que está constituida por aldeas a la manera antigua de Grecia, aparecería inferior», y en varios momentos introduce comentarios sobre el modo de vida agrario de la sociedad ática, que se niega a ver arrasados sus campos a los que está atada la mayoría de su población por algo más que las casas y cosechas, por un sentimiento que no es solo psicológico, sino parte de la cultura del pueblo ateniense, en el que no hay el sentido moderno de ciudad.

La ciudad de Atenas, creció con el apogeo naval y de los impuestos cobrados no para fortalecer la liga sino para el beneficio de Atenas, como lo demuestran los embajadores en el libro I, con toda la vanidad del dominio, la que proclaman a propios y forasteros y que sostiene Pericles al mando de tropas marítimas y de hoplitas, así como de centenares de artistas para los templos. Pericles gobierna tanto lo terrenal como lo etéreo, en los años de esplendor, y entre la entrada o los propileos, adorna los huesos de la dura piedra para el conflicto con la poderosa Esparta que se ve amenazada por su expansión militar y cultural, este es curiosamente el inicio de la caída del siglo más importante de la antigüedad ateniense, el que sobrevivirá con las ruinas majestuosas que ya sabe Tucídides que han de caer, porque a las puertas de Troya, se sentaron los argivos y vencieron milenios atrás, y de estos solo quedó Homero.

A las conocidas causas de la guerra entre las dos ciudades que se disputan el poder: entre la liga espartana y la ateniense, y su rival Persia. Pues su existencia misma se debía al antagonismo con aquella, que no dudan en franquear para lograr vencerse los unos a los otros, los reviste el historiador primero de rasgos trágicos y de antítesis, cómo puede ser que después de vencer a la potencia oriental, lleguen a establecer alianzas en contra de los otros griegos para asegurarse un triunfo que nada tiene de ventajosos.

Por eso es que se ha llamado esta una tragedia de los sentimientos, pero en el libro que no tuvo originalmente título, hay una muy moderna distinción y análisis de lo que nombra como status la antropología, porque la separación entre la cultura intelectual y material es una tendencia nuestra, y los personajes históricos que la recorren están muy ocupados en ganar prestigio social para sí mismos, por eso adquiere la forma de diálogos en muchos momentos, pero en el fondo hay una sutil manera de presentar, «La carrera por el estatus transformó a fondo la sociedad: es el motor del proceso civilizatorio» (Paul Claval, 2021, 92).

La valentía y el mito de la incorruptibilidad de Pericles, que moldea la sociedad agraria descomponiéndola magistralmente, porque en la creación del gran símbolo que miramos hoy en la acrópolis, estaba el germen de la disolución del pensamiento colectivo agrario: la ciudad ática trajo consigo la rivalidad entre grupos que se disputaban el estatus.

Así que he agrupado las causas de la guerra en dos grupos:

  1. Externa: la decisión de Esparta y sus aliados, al tiempo que los abusos de Atenas en la liga creada para defenderse de los persas impusieron tributos a los miembros de su liga para el uso propio.

  2. Interna: la modernización de Atenas y sus conflictos en el paso de una sociedad con valores tradicionales a una más individualista, de un modo quizás precipitado.

Hoy las luchas internas de estos pueblos que conocemos como una nación nos asombran, es difícil entender los conflictos por sobrepasarse en poder, y aun si la narrativa de los estados nación es reciente en la historia de la humanidad, las rivalidades entre ciudades y reinos como los lacedemonios y los atenienses, acostumbrados a guerrear contra los persas amenazantes y poderosos, y las traiciones de personajes como Temístocles y Pausanias, ambos pactan con los reyes persas, a cambio de poder y de sus vidas en las inestables ciudades.

Y las causas de la derrota para los atenienses no las describe sino con esfuerzo, como suele sucedernos cuando estamos muy cerca de los acontecimientos, por lo que es de una sinceridad atrayente el que defina así su método: «La verdad fue hallada con trabajo, porque los testigos de cada suceso no decían lo mismo acerca de las mismas cosas, sino de acuerdo con las simpatías o la memoria de cada uno» (Libro I & 22).

Describe el carácter de un pueblo alabando mediante el dialogo que tiene mucho de filosófico el que un pueblo como el ateniense sea arrojado y emplee su cuerpo para defenderse y emprender siempre nuevos proyectos, saliendo de sus pueblo sin temor a perder lo que deja atrás, como los lacedemonios, estando dispuestos a la conquista y comprendiendo por eso la derrota, la propia posibilidad de la derrota como una oportunidad para cambiar sus objetivos y planes sin desanimarse, en cambio los gobernantes de la Liga Ateniense:

Son en verdad lo únicos en quienes es lo mismo el tener una cosa y el esperar la realización de las que proyectan debido a que ponen rápidamente en práctica sus decisiones. A lo largo de toda su vida, en medio de trabajos y peligros, se afanan en estas cosas y apenas disfrutan de lo que tienen por hacer continuamente nuevas adquisiciones y porque no llaman día de fiesta a ninguna otra cosa que, al cumplimiento del deber, (…) de manera que uno diría bien si afirmara resumiendo que han nacido para no tener paz ellos mismos ni dejar que la tengan los demás...

(Libro I & 60)

Una gran paradoja, la cualidad emprendedora de Atenas, la gran ciudad-estado los hace sentirse amenazados y buscar apoyo para derrotarla, el miedo al más fuerte los hará atacarla, porque no puede esta dejar de ambicionar los corintios tratan de ganarse a los lacedemonios.

Pero la réplica digna de un parlamento de teatro ateniense no es menor en profundidad, haba abiertamente del derecho de los fuertes a someter a los desventajados, y del uso del poder de los conquistadores cuando ocupaban un territorio en la Antigua Grecia, empleando o la fuerza o la velada manera de los atenienses sobre los sometidos, como algo natural y que, aunque es aborrecido por los dominando, es regla general entre estos pueblos.

Por tanto no hemos hecho nada digno de extrañeza ni fuera de la naturaleza humana al aceptar un imperio que se nos daba y no abandonarlo cediendo a los tres motivos más fuertes: la honra, el miedo y el interés.

(Libro I & 76)

Desde el inicio de la guerra hasta el momento en que se sitúa su investigador, al final de ella, nos hace preguntarnos qué es lo que realmente pasó detrás de la pérdida del poder ateniense, cuando el individualismo destruyó las bases comunitarias.

Notas

1 "By archaic here I mean a period in Greek civilization that extends roughly from the eighth century BCE to the middle of the fifth, and by classical I mean a succeeding period that extends from the middle of the fifth century BCE through the fourth". Fragmento tomado del artículo Diacronía y el caso de Esopo, en inglés Diachrony and the case of Aesop, November 2, 2020 en Classics@, Curated Articles. Consultado en línea en la página del Center for Hellenic Studies of Harvard University.

2 The contingencies of history do not need follow the rules of existing structure. Aparece en la misma fuente.