Leer poesía para entender una época, o leer novelas, y no solo un libro de historia, o un tratado: para saber qué pasó en un momento de la historia de un pueblo, nación o región más amplia, es una recomendación que casi siempre solo parte de los que hacen o estudian la literatura.

Sin embargo, podemos ver mezclados los personajes reales a los ficticios cuando pensamos, por ejemplo, en la idea que tenemos de los protagonistas de la Segunda Guerra Mundial, o de epopeyas como la troyana, de la que solo quedan los vestigios que la tradición de poeta ciega y envuelto en el misterio de los siglos comenzó como un poema interpretado oralmente, de pueblo en pueblo, y de toda la gesta que destruyó a una ciudad y sus cultura queda un poema escrito siglos después, imágenes del cine nos acuden a la memoria. Y en cambio, a veces se pretende de la literatura una exactitud que no tiene el recuerdo, que cambia con el paso del tiempo. Lo mismo sucede con la poesía y los poetas, y los relatos. Pero hoy escribo acerca de Salvatore Quasimodo, a quien ya introduje en otra ocasión para brevemente asomarnos en el ambiente de una novela y comparar las experiencias entre los que la vivieron en la literatura, no disminuyéndole la fuerza evocadora a la literatura de ficción, sino encomendándole la misión de despertar en nuestras sensibilidades el pasado y la imagen que de él nos queda. Porque creo firmemente que la ficción a partir de relatos históricos, del testimonio de otros: como en esta novela, y del testimonio poético desgarrador de otro siciliano, como el poeta, nos deja entrever el pasado, con tanta fuerza como un documento histórico, solo que mediado por la imaginación y el lenguaje de las artes.

El Premio Nobel de 1959, que recuerda en una antología el escritor mexicano ya desaparecido Guillermo Fernández, que fue una decisión muy polémica para los italianos quienes esperaban fuese para otros contemporáneos suyos, Ungaretti o Montale: termina el poema Thánatos athánatos así:

La vida no es sueño. Verdadero el hombre
Y su llanto celoso del silencio.
Dios del silencio, abre la soledad.

En el grito que se oculta, solo en el silencio se intuye la pena que embarga al poeta y a su generación, ya no es, ni puede ser el mismo de antes, el simbolista que privilegia la forma, niega la fórmula desprendida de la obra de Shakespeare, la vida ha dejado de ser un sueño, para ser una pesadilla. Pero el hombre es verdadero, es verdadero porque sufre y sobrevive al sufrimiento y sigue ahí cuando ha pasado, pero en ese seguir ¿está la victoria? O simplemente la resistencia…

Sobre la tierra donde amor y llanto
se pudrieron y piedad, bajo la lluvia,
allá abajo, batía en no dentro de nosotros,
un no a la muerte, muerta en Auschwitz,
para no repetir, de aquella fosa
de ceniza, la muerte.

La poesía de Quasimodo es un vaso comunicante con la filosofía del dolor y de su superación que describe la novela de la he estado halando desde un artículo anterior. No el adormecimiento de las emociones o sentimientos, que siempre son más perdurables, sino un modo de recordar, para liberar lo que se recuerda, si aquí es por imágenes poéticas. Después de la experiencia de la guerra muchos, o no escribieron o cambiaron su escritura. Quasimodo, que aun durante los primeros años del fascismo cultivó la poesía hermética con sus evasiones y preocupaciones por la forma, en Ed é subito será cercanía hacia una poesía neorrealista o civil, o tal vez, simplemente se desarrolla en otra estética su calidad lírica, para hacernos comprender desde la experiencia única, personalísima, íntima de un gran creador el horror que habían experimentado, y la adquisición de una consciencia nueva a partir del trauma. Es por eso que el autor de la novela Invictus selecciona a otro poeta, en una experiencia de superación de un trauma personal para comenzar su libro, y como título. Puesto que lo individual está dentro de la existencia social, no podemos aislarnos totalmente, y recuerdo ahora dos frases del gran poeta cuando José Lezama lima que decía: «Prefiero al sueño individual, aventura que no podemos provocar, el sueño de muchos, la cosmología», sueño individual que se incorpora al conjunto cuando se mira alrededor, porque aunque el arte juega a creer objetos irrepetibles, va dirigido a nosotros, que sin importar el cambio de épocas podemos entender y simpatizar o no con esos personajes de ficción o con el sujeto lírico de un poema, de lo contrario cómo leer. Es imposible sin acervo común de sentidos y sentimientos, el sufrimiento y su contraparte el amor, nos son familiares desde tempranas estaciones de la vida.

En el diccionario Sapere la definición de invicto para el italiano es similar a la del español, es del latín invictus, el que no ha sido vencido, no puede ser vencido, invencible, por extensión, que no cede, irreductible, indómito, fiero; una fe invicta, el coraje invicto del héroe. Una definición que nos hace comprender por qué el poeta William Ernest Henley (1849- 1903) quien escribió en 1875 Invictus, desde su cama de tuberculoso pudo ser sostenido por la esperanza, a pesar de que: «Más allá de este lugar de ira y de llantos, / acecha la oscuridad en su horror» puede declarar: «yo soy el capitán de mi destino», célebre hoy porque Nelson Mandela lo recitaba de memoria en sus años de encierro. Y desde otra realidad habla de la esperanza de Henley, la que lo hace confiar, como nos puede suceder a todos en algún momento de la vida, o simplemente hoy, ante circunstancias comunes para millones en este planeta que, aunque una fe invicta, que no duda, no es plausible para todos, ni creo que, para héroe alguno, de la literatura o real, exista una fe ciega y sin vacilaciones.

En las colecciones de poesía italiana consultadas, el tema de la muerte y la guerra es recurrente en muchos de los poemas antológicos:

En vano buscas entre el polvo,
Pobre mano, la ciudad está muerta.
Está muerta: se oyó el último cañonazo
en el corazón del canal. (…)

El poema Milán, agosto de 1943 aparece en el primer volumen de Ed é subito será. Un siglo de poesía italiana (2021), traducido por el desaparecido escritor mexicano Guillermo Fernández y que en el prólogo Entre historia y ficción del poeta Stefano Strazzabosco hay una bosquejo a la literatura del siglo veinte que complementa la lectura de los poemas de varios escritores y en este caso del siciliano, y en él se intenta dialogar con la difícil relación entre la literatura y su contexto, y como está afincada en un medio real, por mucho que existieran corrientes como al arte por el arte; aun así, es una reacción temporalmente sustentada, pero no puede dejar de ser un territorio resbaladizo, que nos puede hacer olvidar que la poesía y el arte no son historia. Un novelista no dice la verdad, ni un poeta expresa una filosofía.

Referencias

Fernández García, G. (2021) Ed e subito será. Un siglo se poesía italiana. Volumen I. Toluca de Lerdo: Secretaría de Cultura y Turismo del Gobierno del Estado de México.