La lectura de este libro del mexicano, Pancho López, motiva a recordar un texto escrito hace un año, cuando en medio de cuarentena y pandemia nos aprestábamos a celebrar el «Latido-Americano de Performance 2020», en una mesa de trabajo que aún nos reúne, compartiendo logros y consultas del grupo que lo conforma. Cada vez que reviso el posteo de algún miembro, desencadena mis saberes respecto a la teoría del arte actual, y busco calzar mis percepciones o argumentos, pero encuentro ahí empatía.

En la mesa de investigación expresé que, ante contingencias como las que aún azotan, concientizamos con mayor aplomo sobre nosotros mismos, observando la diversidad y condición humana delante de una naturaleza encabritada que provoca resquemor. Fueron días de contención, recato, hermetismo, pero descubrimos que tenemos un cuerpo para actuar y pensar. Dije:

Pero, además, que para crear con nuestra humanidad necesitamos saber más de sus latidos o jadeos, aprender de aquello que el cuerpo nos revela con distintos signos; conciencia de que somos materia y espíritu, lo cual impele a reflexionar, crear, hablar con el lenguaje —verbal y no verbal— de este estuche del alma que llamamos cuerpo (Quirós, 2020).

Referí en aquella oportunidad al video-performance Sórdito, del connacional Gabriel Rodríguez, acerca de descolonizar el cuerpo, adiestrado por la imposición, adoctrinamiento y pretensiones neohegemónicas de cinco siglos de coloniaje, a pesar de un bicentenario de la supuesta independencia, que no es tal en tanto continúa reinventando hormas hechas de dura materia, y que nos vuelven acomodadizos a estas sino demostramos una actitud de resistencia.

El libro de Pancho López

Valorar lo que me queda al leer el aporte Centroamérica en acción. Una aproximación al performance centroamericano y algunos de sus protagonistas, 2021, deja un hervor incómodo en el pecho, ante la embestida de la incertidumbre, instigadora, por lo que significa para los centroamericanos el desafío de aceptar esta cala y naturaleza del aporte. El contenido no se atiene solo a ver correr en la pantalla de la memoria datos económicos, leyes y políticas de los Estados, y las vicisitudes sufridas para crecer; trata de algo más que nos gusta a los artistas, pues atañe al corazón.

Valorarlo, reclama nuestras capacidades para no permanecer iguales ante una lectura que repercute en la conciencia: ver desfilar figuras protagónicas del arte regional con sus caracteres, estilos, pensamientos, bagajes, y el hecho que el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo ( MADC), abra las puertas de sus procesos editoriales para, así, testimoniar la producción del pensamiento crítico actual, en este istmo de tantas proezas, pero, también, contradicciones y adversidades naturales, sociales o políticas.

Beligerante contenido

Ya el primer párrafo introductorio del libro motiva a separar las frases para sentir mejor el impacto del trazo de ese pulso que, de alguna manera afrenta:

En Centroamérica, el miedo y la violencia reinan cada territorio y se gestan internamente dinámicas de sobrevivencia (López, 2021. p. 10).

Desde nuestra experiencia y contexto nacional, no es el mismo grado y definición de violencia el que es vivido en cada nación del istmo. Pero preocupa mucho aceptar la palabra «miedo», y me pregunto ¿miedo a qué, a quién se manifiesta esa paradoja de lo terrorífico? Menciona además actividades capaces de rehabilitarnos ante la realidad: «dinámicas de sobrevivencia». Tácticas ante el poder, ese de siempre que señala Pancho en el siguiente párrafo:

Hay ciertas zonas del mundo que se convulsionan y pagan injustos precios impuestos por las grandes potencias y la historia misma (López, 2021. p. 10).

Me pregunto de nuevo: ¿acaso no somos capaces los centroamericanos de cambiar estos esquemas de dominación?

Como si fuera poco, López reafirma lo dicho con esa percepción:

La región centroamericana se ha caracterizado por la lucha, la inseguridad, el miedo y la migración. Esas constantes marcan a estos países generando un fenómeno de resistencia único en el planeta (López, 2021. p. 10).

Por fortuna Pancho es un hermano de los centroamericanos y, como investigador cultural, reafirma valores de respeto que enaltecen la relación histórica que hermana nuestras patrias.

El performance

Importa redefinirlo, saber en qué nos implica, en qué toca los conocimientos talentos y habilidades corporales, y sobre todo en qué toca al corazón. Motiva a recordar de nuevo el «Latido-Americano de Performance», noviembre 2020, y un artículo publicado en la edición española de Wall Street International, en el cual razoné sobre aspectos atinentes a lo humano, al cuerpo y la acción de provocar sus bríos artísticos. Sin provocación no fluye el arte en el performance:

Respecto al carácter de esta práctica artística, o performance, se presencia cuando el artista da lo mejor de sí mismo en un afanoso proceso de investigación autorreferencial y crecimiento individual o colectivo, ocurrido en un determinado lugar y tiempo. La finalidad de esta manifestación es poner a prueba al espectador, indagar su estado de conexión y conciencia del arte y, al conocerlo, provocarlo (Quirós, 2020).

Arte político

Me parece que empezar con este baño de aguas refrescantes, nos ayuda a considerar la dimensión política del arte: siempre será incómodo para muchos, pero no incomprensible como algunos alegan, para no involucrarse o para desviar un espejo que al rotar; puede que se vuelvan hacia sí mismos y nos miren como corruptos o corruptores que plagan los gobiernos, tanto que nos da terror aceptar estar nadando a contracorriente en esas aguas furiosas —como las que acrecentó Micht en 1998—; las mareas violentas de la tormenta Juana que agitó los mares del istmo, como las consideró Virginia Pérez-Ratton en Estrecho Dudoso, 2006: «traidoras costas». Y el fuego de los volcanes que cuecen una memoria desgarrada por revueltas insurgentes de un pueblo herido. Pero también el tronar de la Ak47 ante la guerra por el dominio de los territorios de la droga, las maras y el caminar fatigado del migrante recorriendo las carreteras o cruzando a nado los ríos fronterizos, intentando escapar de estos infiernos y llegar donde caliente mejor el sol.

Son esas «morfologías que se conectan» de las que habla el autor, tanto que el libro es un mapa de tensiones que acusan dinamismo en tanto encuentran respuesta y similitud, como retratos o constantes identidades observadas al decir que «marcan a estos países generando un fenómeno de resistencia único…».

La artista visual, Patricia Belli, de Nicaragua lo dice en la entrevista que Pancho le practicó en 2018 para esta investigación, quizás mientras cientos de jóvenes caían en las calles abatidos por las balas policiales orteguistas, ella decía:

No pienso que se deba restringir a trabajos en los cuales el cuerpo es necesariamente el protagonista, digamos el cuerpo como campo de batalla, como escenarios de intereses políticos y sociales, aunque hay cantidad de artistas que han canalizado estos intereses a través del performance (López, entrevista a P. Belli, 2021. p. 96).

Esta afirmación define de la mejor manera el calado del arte que a mí en particular me interesa: el arte político, disiente, que cuestiona, y es nada tibio ni complaciente, más bien es áspero, austero, regenerador incluso de lo natural pues el binomio arte-naturaleza es componente esencial de los discursos contemporáneos. Además, me relaciona con el trabajo crítico de mujeres centroamericanas como la guatemalteca, Regina José Galindo; la nicaragüense, Illimani de los Andes; la nacional, Priscilla Monge, cuyos cuerpos han estado en primera fila o línea de combate. Illimani, por ejemplo, adopta para sus performances la materia originaria, la tierra de todos, y le pone el apellido «tierra de panteón»: «La tierra del cementerio tiene elementos simbólicos, nos incorpora la producción de memorias» (de los Andes, entrevista de LFQ, 2020, citado por López, 2021).

Volviendo al libro, estas inserciones de fragmentos de entrevistas realizadas por el autor a distintas y distintos artistas centroamericanos son un soporte, en suma generoso, para comprender, desde la percepción plural de los y las colegas, el sentido comunicativo del cuerpo en movimiento, del cuerpo en acción. Ayer este sirvió para dibujar, pintar, esculpir o modelar. Hoy en día es materia sensible para ser en sí mismo la obra de arte, buscando nuevos visos a la emocionalidad y expresividad. Ocurre algo parecido con la tierra y el land art: al artista le interesó la tierra como paisajes, montañas, campos, árboles, piedras, aguas que pintó con sensibilidad. Hoy le interesa jugar con la tierra misma, regenerar el paisaje, el sí mismo, y que la tierra en sí sea la obra.

El panameño Jonathan Harker, aporta al libro:

El cuerpo del artista en movimiento, o en acción, es el modo por el cual se trasmite la idea, se desplaza de un objeto -ya sea de una pintura o un dibujo-, al cuerpo y al cuerpo en movimiento (López, entrevista a Harker J., 2019. p. 143).

Valor económico del arte

Existe otra razón de peso sobre todo hoy en día, y Pancho la define precisamente entrevistando al nicaragüense, Raúl Quintanilla, al abordar la crisis del mercado del arte:

Aquí en Nicaragua el performance es el medio que se usa más porque es el más barato, porque la gente trabaja generalmente con su cuerpo y es más directo el resultado expuesto a la realidad (López, entrevista a Quintanilla R. 2019. p. 97).

Y como he entresacado puntos altos de este proyecto editorial dedicado al performance en Centroamérica, de igual manera y para que sea creíble este análisis, debo señalar también puntos bajos. Observo que persisten actitudes literalmente escondidas en las dimensiones de lo patológico, intrapsíquico, a veces incomprensibles o demasiado espesas que interesan al artista, pero no trascienden como prácticas punta de lanza del performance y el arte de hoy.

En casos las fotografías son destacadas en las portadas de los capítulos de cada país y encuentro discursos muy válidos, pero opacados entre la maleza de un terreno al que le falta machete. Pienso, por ejemplo, en una pieza como Lecciones de Maquillaje de Priscila Monge, de quien solo se publica un escueto análisis de su pieza Bloody Day, pero creo que el autor se queda corto al reseñar algunos artistas ante la visibilización que da a otros. Haber podido recordar, por cierto, Código Pasión del también fallecido Pedro Arrieta, uno de los últimos eventos en la antigua Galería Nacional de Arte Contemporáneo (GANAC), antes de que se convirtiera, a inicios de la década pasada, en acopio del Museo de Arte Costarricense. O, porque somos una sociedad desmemoriada, esculcar en videos y fotografías los enormes aportes de Rolando Castellón al arte centro y latinoamericano contemporáneo, tan desconocidos incluso en su país de origen.

A manera de conclusión

Quizás como conclusión crítica a esta lectura, diría que la propuesta editorial está bien articulada, con una adecuada proporción de imágenes, citas de autores y análisis de las mismas, con un buen sentido de diseño, de modo que los comentarios y reflexiones estimulan a entrar en esa acción y movimiento de nuestro cuerpo cognitivo, cuerpo social, cuerpo de la cultura actual, el cual se debate ante las problemáticas como el raquítico mercado del arte y las presiones hegemónicas del poder y, por si no nos hubiéramos percatado, las maquinaciones del Fondo Monetario Internacional intentado cerrar o fundir instituciones valiosas para la cultura centroamericana.

El libro propone una poderosa luz que alumbra zonas oscuras del ayer, de la historia regional, recopilada por el autor para empoderarnos con sus estrategias cognitivas y que lo catapultan como verdadero atlas el cual lleva a espadas la esfera de las «dinámicas artísticas», exigidas al perfilar ese gesto de diferencia y que distingue a la región. Pero vuelvo a repetir, no se trata solo de números, costos, tirajes, papel, correos, informes, tijeras, cumplimientos, presentaciones, celebraciones, se trata sobre todo de un aliciente que motive nuestro cuerpo en línea de batalla, en un tiempo tan duro, donde también necesitamos de un mensaje al corazón.