Desde la educación de nivel primario y pasando luego al nivel secundario y superior, la historia ocupa un lugar marcado dentro de los planes de estudio en el área de las Ciencias Sociales. Allí estudiamos, en la gran mayoría de los casos, sucesos y procesos históricos con la dinámica de hechos, acompañados por fechas, algunos personajes y determinados lugares geográficos. Pasamos de estudiar historia de nuestro planeta, la aparición de las primeras formas de vida, hasta la evolución de la humanidad y sus sociedades con descubrimientos, comportamientos, hasta llegar a las edades y períodos anteriores al nuestro que han moldeado nuestro contemporáneo.
Casi siempre la forma de concluir esta área de estudio en nivel básico recae en abordar historia geopolítica mundial y luego nacional y regional, por una cuestión de interés educativo en formar ciudadanos conscientes de su lugar de origen. Hasta aquí lo tradicional en la base educativa, abordada en clase con herramientas como líneas del tiempo, mapas, pirámides poblacionales y cuadros comparativos que abarcan grandes periodos de tiempo con muchísima información que la mayoría de las veces es agobiante y abordaba por el estudiantado con el recurso de la memoria. Estudiar de memoria provoca una retención de información momentánea, que sirve para cursar y rendir exámenes y luego descartar, pero escasas veces la información es utilizable para la construcción de pensamiento, identidad y cultura. Esto ocurre porque el estudio clásico de esta asignatura nos agobia con información aislada y para nada relacional, reflexiva y traída al contemporáneo para entender su importancia.
Esta incapacidad de trasladar contenidos y que sirvan para el imaginario personal y colectivo se basa en que al estudio de la historia, descripto resumidamente como venimos abordando, le falta su complemento fundamental. Este, representa el otro cincuenta por ciento del área del conocimiento histórico y una vez entendido como tal, cambia por completo el sentido y la comprensión de la historia. Hablo de la comprensión de la historia como relatos.
¿Querés que te cuente una historia?
Suena infantil, pero este recurso básico utilizado con niños, atrapa la atención y recurre a un hilo conductor con un inicio, un desarrollo y un fin y provoca que la información contenida dentro, no sean datos aislados, si no múltiplemente relacionados y con causa y consecuencia. A su vez, esta dinámica de causa y consecuencia genera preguntas. ¿Por qué? ¿Y por qué pasó esto? Así, podemos retroceder en cualquier historia hasta casi el comienzo de todo.
En definitiva, la construcción de la historia como materia, debe estar basada en relatos, relatos basados en datos en la mayor parte de los casos, y luego aceptada por la sociedad para ser transmitida, pero no está abordada como una historia para contar. Para detenerse a pensar.
¿Qué historia nos contamos sobre nuestro país? ¿Sus héroes? ¿Sus luchas? ¿La razón de su nombre y su bandera? ¿Sus tradiciones y su evolución? Así podemos avanzar hasta aproximarnos a la construcción de una identidad cultural, mucho más relevante que saber datos como fechas de memoria.
Si en cambio el abordaje se tratara menos de memorizar hechos con fechas y sus personajes y más con la relación de cada suceso con otros, vistos como un sistema de hechos, procesos, decisiones y relatos, la historia tal como la entendemos, cambia drásticamente.
Este proceso mental, de asociar relatos con datos, nos permite enriquecer la comprensión de cualquier suceso histórico, primero por permitir una multiplicidad de posiciones. Pensemos si no, cómo cambia la comprensión de una guerra, cualquiera, al ser contada por sus vencedores y por sus derrotados, ambas partes tendrán su relato y serán distintos por más que el suceso sea el mismo, y por lo general estudiamos la historia de este tipo de hechos contada por los bandos ganadores, salvo que se trate de nuestro propio país. Una vez comprendida la relevancia de esta re-visión de la historia, podemos trasladarla a ámbitos más cotidianos, como ser: ¿Cómo transmitimos nuestra historia familiar a las siguientes generaciones? ¿Con qué recursos retrocedemos en el tiempo? Esta búsqueda puede llevar desde fotografías hasta árboles genealógicos, siempre acompañada de historias relato de los antepasados, que complementan muy bien la identidad familiar que luego teñirá de herencia la identidad personal.
Lo enriquecedor de esto permite abrir la mente a las razones por las cuales las historias de vida son tan diversas y complejas, como ser, encontrar migraciones en nuestra familia, como se conocen nuestros padres, en qué contexto, a que se dedicaban nuestros antepasados, qué decisiones tomaron en función de los acontecimientos políticos y sociales de sus épocas y un sin fin de cuestionamientos que nutrirán cada vez más el acervo personal.
El ejercicio más sencillo y altamente sugerido es, pedirle a una persona mayor a nosotros, que nos cuente cómo fue vivir un momento histórico que estemos estudiando, veremos allí que si bien no todos podemos ser historiadores, la historia que vive cada sujeto forma parte del paradigma y por ende es, bien filtrada, información muy útil para la construcción intersubjetiva de un relato.
Otra opción interesante es rastrear la razón de porque conservamos algunos objetos, no solo en museos sino en nuestros hogares, cuando ya no están en uso. Estos están cargados de una historia que espera ser destapada y que se sostienen en el tiempo en una suerte de patrimonio familiar, como el casco de seguridad de un ex empleado de fábrica jubilado, o una máquina de coser que ya no se usa como tal, pero se preserva. Haciendo esta suerte de antropología objetual, podemos ver concretamente una historia familiar profunda, y hacernos el siguiente planteo pensando a futuro.
¿Qué guardaría mi familia de mí? ¿Cuál sería el recuerdo material que nos preserve en la memoria?
Estamos ahora sí, en un nivel muy profundo de la compresión de la historia, cuando logramos relacionar lo que sabemos de nuestro contexto, externo, a nivel macro, con lo interno, familiar, micro, de nuestros relatos. Allí, podemos entender las bases de nuestra identidad, y con esto en mente, tomar mejores decisiones de hacia dónde queremos proyectar, nuestra historia que aún no se ha contado.
Una sociedad que carece de memoria está condenada a perder la identidad.