Todo comenzó de súbito. Las paredes de la habitación parecían extrañas, tambaleantes y translucientes, como gelatina Iluminada. Una sensación de enajenamiento empezaba a desgastar mi mente, y no sabía qué hacía allí, ni adónde se encaminaba todo, cuál era mi naturaleza, y qué cosas estaba persiguiendo.

Los momentos se manifestaban como relámpagos, se desdoblaban como película en cámara lenta/acelerada, mostrando la apertura de un capullo de rosa. Y una procesión de relaciones, en escenas de memoria rápida, se iban acumulando a las puertas del consciente, como buscando una autodefinición, en medio de esa sensación de no pertenecer a nada, provocada por el derretimiento de las paredes.

No sé cómo comenzar a contarles, sobre el resultado integrado, de todo este impulso, de mi vida vivida. De este constante anhelo, de estos millones de rostros que se han asomado al mío, intercambiando miradas, y a veces reconocimiento, definiéndome.

Es que todavía soy un niño, con ojos de aspaviento, asombrado ante los juguetes del mundo que me rodean, una mujer sensual, provocadoramente moviendo mis caderas en invitantes ritmos, y un hombre en fuego de deseo, ansioso de manifestar, en brazos y cuerpo este impulso sagrado de ser entero.

Soy una mente, intrigada por la lógica del ensamblaje del pensamiento y la naturaleza, pero también un corazón, que no puede olvidar las caricias sutiles de una anciana madre, ni los abrazos de Dios recibidos de los más humildes.

No es en balde, que estoy tambaleándome hoy, mientras las paredes de estos aposentos se derriten, se hacen permeables y translúcidas, y todos estos personajes, todos estos rostros se juntan en una algarabía, en una fiesta a grandes voces.

Pierdo mi concentración, y me olvido de las últimas instrucciones de los convencionalismos. Y en vez de vestirme para salir, me quito la ropa, buscando la desnudez. Pero el cuerpo de hombre que resulta a la vista está también afectado por la translucidez y su solidez se disuelve.

Estoy tan desnudo que no reconozco mi género. Las orillas arenosas de la feminidad, la ternura y la belleza, se pintan en las texturas de mi forma, mientras que el océano masculino, creativo, apasionado las abraza. Y siento besos desde ambos lados de la boca.

Tomo entonces la decisión, de no salir al mundo hoy, con esta desnudez tan impúdica, porque siento que la gente no va a entender. Y me entrego a los besos alocados provenientes de todos lados. Lo translúcido, se vuelve ahora transparente. El ser ya no se asoma a través de los periscopios de mis ojos, otro sentido de visión se ha abierto.

¿Sabían ustedes que la substancia no tiene substancia, que la masa es solo una parte insignificante de una pared, que los campos de fuerza, del espacio entre los átomos y en el interior de los átomos, definen la solidez de las cosas y que cuando uno de verdad ve, todo lo que ve es un continuo de luz, un océano luminoso? Un continuo, en donde cada pensamiento, cada forma, se disuelve y es solamente una unicidad pulsante, interminable y entera: solo es.

Recobrándome, después de haber ganado momentáneamente el conocimiento, las paredes del aposento volvieron a tomar forma, los amantes recobraron su dualidad, el género se diferenció. Me vestí entonces, con todas las capas de mí que demanda el decoro. Me miré al espejo y reconocí esta forma avejentada tan familiar, que acompaña este sentido de ser. Y vi reflejado, en el telón de mi estar consciente, en el libreto escrito de mi mente, el personaje de la obra que ha de ser desempeñado.

Vislumbré, en una estrata más profunda, sentimientos sublimes, grabados en un aposento interior secreto, que resplandece cuando se abre, desde donde una luz, como haz de un faro tenue en noche obscura de mar, inspira mi actuación, aun cuando la puerta del aposento está cerrada

Y sentí adentro, una presencia honda, un zumbido en silencio, sin palabra pensamiento y forma, que siempre escucho cuando apago los ruidos de mí. Un silencio tan real, que en él descansa y nace, cada palabra y cada movimiento.

Entonces decidí salir sin titubeos al teatro, a desempeñar mi papel.