Un llamado general a la responsabilidad individual para detener (ya que no impedir) la difusión del contagio. ¿Será suficiente?

Lunes 27 de julio

Torturas, palizas, detenciones ilegales: no me estoy refiriendo a ningún país dictatorial, y si agregamos el ingrediente droga, trans, prostitutas y fiestas orgiásticas tampoco es el guion de ninguna de las numerosas serie sobre la mafia: es lo que en teoría (la presunción de inocencia por encima de todo) ocurría en un cuartel de carabineros de Piacenza (en Emilia Romaña), un escándalo que obligó a la magistratura incluso a clausurar temporalmente el cuartel.

A raíz de estos hechos, un gran y general «rasgar vestiduras», con la justificación de que «manzanas podridas existen en todas partes» (quizás porque recuerdo que fue la misma justificación de un cardenal chileno al entrevistarlo sobre los abusos sexuales al interior de la Iglesia). Pero volviendo a los carabineros, en este país siempre han gozado de una pátina de seriedad, orden, rigor, honestidad. Tanto es así que el «Arma» (Cuerpo) de Carabineros es conocida como «la Benemérita» (que en castellano significa lo mismo que en italiano).

Son numerosos los hechos/incidentes delictuosos cometidos por carabineros, como el hipotético (de nuevo presunción de inocencia hasta que no se dicte sentencia) asesinato de Serena Mollicone, estudiante de 18 años cuyo cadáver fue encontrado un par de días después de su desaparición en un bosque cerca de la ciudad donde vivía: despistajes, mentiras, acusaciones que luego resultaron falsas, incluso instigación al suicidio de otro carabinero, un día antes de sus declaraciones ante la magistratura. Hace pocos días se abrió de nuevo el proceso: los acusados son el cabo Franco Mottola, su mujer Annamaria y su hijo (el presunto asesino), más otros dos carabineros acusados de complicidad.

Es solamente un caso en una serie de otros delitos, algunos muy graves, otros menos, pero siempre encubiertos por el uniforme y el «pasaporte» institucional. El último episodio: dos niñas y un muchacho viajan en la última góndola nocturna en Venecia. Junto a ellos dos carabineros en uniforme. Al bajarse los jóvenes, el muchacho les hace una broma: «Chao, próxima parada, Piacenza», refiriéndose al escándalo en esa ciudad, donde hay ya 5 carabineros detenidos. La reacción de los uniformados no se hizo esperar: bajaron de un salto de la góndola y mientras uno le controlaba los documentos, el otro le daba un fuerte golpe en la espalda con el bastón de reglamento.

Luego, al darse cuenta de que se les había pasado la mano se fueron rápidamente, sin siquiera controlar los documentos. Lo que pasa es que, desgraciadamente todos los días aparecen casos de este tipo. Situaciones muy discutibles, por decir lo menos.

Martes 28 de julio

Por la boca muere el pez…y es lo que le pasó al tenor Andrea Bocelli, cuya imagen cantando en una Plaza del Duomo completamente desierta de Milán durante los días del peak de la pandemia han quedado grabadas en el imaginario colectivo mundial. En un convenio «negacionista», organizado en la Biblioteca del Senado por gente de la Liga del Norte, Bocelli atacó violentamente al «Estado tirano», explicando que «durante el lock down me sentí ofendido y humillado porque no podía salir de casa». Agrega que ni siquiera respetó las normas que prohibían salir: «Admito que violé las restricciones y que igual salí porque como tengo una cierta edad tengo necesidad de sol y de vitamina D» (no es por polemizar con el cantante, pero hace años estuve en su casa para una entrevista: era una enorme villa con un jardín monumental…y si se ha cambiado, no creo lo haya hecho a un lugar menos espacioso).

Y no fue solamente eso lo que dijo Bocelli. Lo peor fue lo que siguió: «Hay algo que no me convence en relación con la pandemia (…) No es tan grave como nos quieren hacer creer. Conozco muchísima gente, pero nunca nadie que haya estado en terapia intensiva», afirmó, pasando por alto que él mismo había estado contagiado y que incluso donó su plasma hiperinmune para pacientes afectados por el covid-19.

Cuando se dio cuenta de que sus palabras habían causado revuelo mundial, un par de días después usó su cuenta de Facebook para pedir disculpas públicas señalando que había sido interpretado erróneamente. Yo diría más que mal interpretado, mal aconsejado, ya que ese era un convenio «negacionista» al que el jefe de la Liga, Matteo Salvini, entró sin mascarilla e incluso rechazó ponérsela cuando un colaborador se la llevó. Asimismo los relatores competían para decir la peor absurdidad, entre ellas que la «falsa pandemia» era un in instrumento de «ingeniería mecánica» para un «golpe de Estado global» cuyo artífice era nada menos que Bill Gates coludido con «las casas farmacéuticas».

A propósito de Matteo Salvini, que tendría que pedirle «paz a su cerebro», expresó en este evento los mismos conceptos que repite por aquí y por allá: que es el Gobierno quien «disemina infectados» utilizando a los «migrantes» (para él inmigrantes y emigrantes es lo mismo) para difundir el virus y tener, en consecuencia, la coartada para «prorrogar el estado de emergencia» (que se confirmó estará en vigor hasta el 15 de octubre). Una teoría sin fundamento alguno. Pero hay una cosa que no entiendo: siguiendo las afirmaciones del jefe de la Liga, ¿cómo podría el Gobierno a través de los «migrantes» (que en todo caso serían los emigrantes), diseminar algo (la pandemia) que, según Salvini no existe?

Es verdad que la estupidez humana es un gran «diseminador» de desgracias. Es cierto, además, que descendemos del mono, pero habría que recordarles a los devotos seguidores del líder de la Liga…y sobre todo al líder mismo, que tampoco se trata de ir presumiendo a cada momento esta descendencia…con todo el respeto por nuestros antepasado simios.

Miércoles 29 de julio

Hoy se ha dado un paso más en Italia hacia los Derechos Civiles (también — ¿por qué no?— humanos): Marco Cappato y Mina Welby fueron absueltos de las acusaciones de «instigación al suicidio de David Trentini», un hombre de 53 años, enfermo de esclerosis múltiple desde hace treinta años, que en 2017 decidió poner fin a sus sufrimientos con el suicidio asistido y le pidió a sus amigos de la Asociación Luca Coscioni (que defiende el derecho de los enfermos a decidir su destino), acompañarlo a Suiza para dar este paso trascendental.

«Esperemos que con esta sentencia la propuesta de ley de iniciativa popular que duerme en el Parlamento desde 2013 pueda llegar a convertirse en Ley de la República», afirma Mina Welby, vicepresidenta de la Asociación, viuda de Piergiorgio Welby, enfermo de distrofia muscular desde la adolescencia, que desde 1997 sobrevivía solo gracias a un respirador. Lúcido hasta el fin, Piergiorgio pidió en numerosas oportunidades que se interrumpiera su sufrimiento, lo que ocurrió en el año 2006.

A propósito de las leyes que estacionan en el limbo de la indolencia parlamentaria, la frase para justificar esta apatía es «este asunto no está en las prioridades de los italianos», una explicación que desgraciadamente es transversal, como cuando hace años, la entonces gobernante centro izquierda perdió la estupenda oportunidad de aplicar el jus soli a los niños hijos de inmigrantes nacidos en territorio italiano.

Jueves 30 de julio

Hace exactamente seis meses la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró a la covid-19 como una emergencia internacional de salud pública, una información que al principio a nivel mundial fue recibida con bastante indiferencia, ya que «eran cosas que pasaban en otros lugares» y que nunca nos iban a tocar: desde China el virus se expandió hacia otros países asiáticos, luego viajó a Europa para luego atravesar Atlántico y Mediterráneo …y nuestra vida definitivamente cambió.

Y aunque en estos 180 y tantos días hay muchas cosas que sabemos del coronavirus, hay otras tantas que la mayoría de los habitantes del planeta ignoramos, por ejemplo si el virus puede transmitirse por el aire. Cada vez se descubren más casos que apuntan a que, sobre todo en espacios cerrados y /o mal ventilados, solo el hecho de respirar ese aire puede contagiar. Al principio hubo dudas sobre esto, hasta que el 9 de julio, tres días después de recibir una carta firmada por más de 200 científicos, la OMS admitió la posibilidad del contagio por esta vía… aunque también recordó que esa teoría no estaba confirmada.

También hay dudas sobre el porcentaje de personas inmunizadas en cada país, la famosa «inmunidad grupal» de la que tanto se habla, pero no se va más allá. Otra cosa que se afirmó en un principio fue que el virus cambiaría con las estaciones: no parece que sea así ya que como ha ido demostrando su capacidad de adaptación a las estaciones es incuestionable.

Sobre las secuelas, tampoco hay certezas, aunque se ha comprobado que la covid-19 no es sólo una infección respiratoria, sino multisistémica, es decir que puede agredir cualquier órgano. Respondiendo, justamente indignado, a las palabras negacionistas de Bocelli, el popular cantante italiano Fedez posteó una foto con un amigo y las siguientes palabras: «Si no conoces a nadie que esté en terapia intensiva y te permites instilar dudas afirmando que la pandemia sea ciencia ficción, te presento un amigo de 18 años que a causa del coronavirus le tuvieron que hacer transplante de pulmones. Por eso, a veces quedarse callado no estaría nada mal».

Viernes 31 de julio

Emergencia por calor en Roma. Se prevén 40 grados y ya a las 8 de la mañana cuando salí al mercado se sentían. La mayor parte de las conversaciones versaban sobre las próximas vacaciones, porque virus o no virus, los romanos siguen organizándolas, aunque esta vez las metas preferidas se limitan al interior de las fronteras italianas, sobre todo a las ciudades de arte, entre ellas Florencia, una de cuyas nuevas atracciones (en una ciudad que no peca por falta de estímulos artísticos) es la apertura, el 4 de agosto del Museo Nacional del Bargello, ubicado en uno de los edificios más antiguos de la ciudad, construido en el siglo XIII.

Lo conocí hace años, pero apenas pueda, me daré otra vuelta, porque el Bargello es un verdadero panteón de la escultura renacentista florentina, donde además es posible admirar desde las obras maestras de Miguel Ángel, a las esculturas de Donatello; admirar el ingenio de Luca Della Robbia y la maestría de artistas como Cellini y Giambologna, como también innumerables objetos de arte decorativa.

Este Museo se creó en 1985 al interior de este edificio histórico que en sus 800 años de vida ha acompañado numerosos y diferentes aspectos de la vida florentina, siendo sede de las principales bases del poder de la ciudad, como el podestá, como se denominaba en la Baja Edad Media al primer magistrado en las ciudades del centro y norte de Italia; luego fue también sede del jefe de la policía, de ahí el nombre, Bargello. En el siglo XIX fue cárcel, hasta que, por casualidad, a raíz de trabajos de reestructuración, encontraron en su interior un retrato de Dante Alighieri realizado en los talleres de Giotto. A partir de ese descubrimiento el edificio se restauró completamente y se transformó en el Primer Museo Nacional del recién nacido Estado italiano.

Sábado 1 de agosto

A mediados de julio del año pasado (exactamente el 17) fallecía a los 93 años el escritor Andrea Camilleri, el padre literario del Comisario Montalbano, protagonista de la serie homónima adaptada a la televisión, que duró 20 años con gran éxito de taquilla a nivel mundial. Un año después del fallecimiento del autor salió a la venta su novela póstuma, Riccardino (en castellano Ricardito), en la que el escritor permite la salida de escena de su Comisario.

Esta mañana terminé de leer la novela y por supuesto que no voy a revelar el desenlace, pero sí les voy a contar que la primera versión es del año 2005, como explica el mismo Camilleri en el epílogo: «La empecé el 1 de julio de 2004 y la terminé el 30 de agosto de de 2005. No voy a escribir otros libros, lo que siento, pero a 80 años cumplidos es inevitable que se ponga la palabra fin a tantas, demasiadas cosas».

Sin embargo, pasaría más de una década, durante la cual Camilleri siguió escribiendo y en 2016, a 91 años «sorprendido de que aún viva y que todavía tenga deseos de escribir, pienso que sea justo ajustar un poco el lenguaje», escribe Camilleri. En realidad el escritor ya no escribe personalmente; también explica que, como perdió la vista, no lee, ni escribe, sino que dicta.

Agrega que mientras la trama sigue idéntica «y desgraciadamente siempre actual», y que solo le dio ciertos retoques a la lengua, que «en estos años ha ido evolucionando gracias a la confianza de mis lectores que me han seguido, y por tanto me han permitido hacerlo». Porque como se sabe, Camilleri si bien partió del dialecto de una zona de su natal Sicilia, inventó la ciudad donde se desarrolla la trama (Vigata) y paulatinamente fue creando un nuevo dialecto, que sus apasionados y apasionadas lectores y lectoras, entre los que me cuento, hemos ido entendiendo perfectamente. Tengo mucha curiosidad por leer una de sus novelas en la traducción al castellano. En lo que concierne a la serie de televisión, al entrevistar al Comisario Montalbano, el actor Nicola Zingaretti, me comentaba que en general los doblajes no lograban captar la esencia del idioma camilleresco, que parte sí del lenguaje hablado, pero que va más allá, puesto que también tiene mucho que ver con el lenguaje corporal, con la gestualidad.

Domingo 2 de agosto

Hace 40 años, poco después de las 10 de la mañana de un día como hoy, desembarcaba con mi marido a la Gare du Lyon, la estación de París donde llegaba el mítico tren nocturno Palatino (con cucheta) que en 14 horas la unía con Roma: me acuerdo perfectamente del día y de la hora, porque apenas llegamos a la casa de la amiga que nos hospedaría nos enteramos que a la misma hora que poníamos pie en la capital francesa una bomba destruía casi totalmente la estación de Bolonia... ¡que habíamos atravesado unas 8 horas antes!

Se trató del más grave atentado terrorista neofascista en este país desde la posguerra, que dejó un saldo de 85 muertos y 200 heridos: el reloj de la estación, detenido en las 10.25 de hace 40 años es un símbolo que los boloñeses se niegan a remover. También en este caso ha habido despistajes, mentiras y falsas verdades. Primero se supo que los autores materiales habían sido los neofascistas implicados, entre ellos Giusva Fioravanti, Francesca Mambro, Luigi Ciavardini y Gilberto Cavallini, todos condenados a cadena perpetua, que actuaron junto a sectores «desviados» de los servicios secretos.

Tendrían que pasar 40 años y solo en febrero de este año se logró despejar el tupido velo que cubría los nombres y las razones (siempre que pudiera haber razones para un delito tan feroz) de quienes ordenaron este asesinato masivo de inocentes: Licio Gelli, Gran Maestro de la logia masónica Propaganda (P2); el empresario Umberto Ortolani, también inscrito a la P2 (vinculado al Vaticano a través de Monseñor Paul Marcinkus); Federico D'Amato, importante dirigente de los Servicios Secretos italianos y el periodista y senador Mario Tedeschi. Como los cuatro están muertos ninguno podrá (ni pudo) ser procesado por este atroz crimen.

Este es el último despacho antes de vacaciones, les deseo lo mejor en estos inciertos días y ¡hasta septiembre! — si el virus lo permite.