El filósofo, teólogo y pastor luterano alemán Dietrich Bonhoeffer (1906-1945) reflexionó profundamente sobre la estupidez. Su análisis está recogido en una carta escrita desde la prisión durante el régimen nazi y titulada “Después de diez años”, que forma parte de su obra Cartas y papeles desde la prisión.

Bonhoeffer sostenía que la estupidez no es primordialmente un defecto intelectual, sino un defecto moral y social. Argumentaba que bajo el influjo de un poder en ascenso (como el nazismo), las personas se ven privadas de su autonomía interior y renuncian, consciente o inconscientemente, a su pensamiento crítico, convirtiéndose en estúpidos que actúan como meras herramientas. Para él, es más fácil combatir la maldad que la estupidez, ya que contra la estupidez no sirven los razonamientos.

La tesis central de Bonhoeffer es lapidaria: “La estupidez es un enemigo más peligroso del bien que la malicia”.

Esta obra es la cumbre del pensamiento de Bonhoeffer y aborda temas teológicos y éticos profundos, muchos de los cuales fueron desarrollados en su contexto de confinamiento y frente a la muerte inminente.

Estos pensamientos tienen hoy en día una extraordinaria vigencia en el mundo actual, donde no podemos limitarnos a reaccionar solo humanitariamente o moralmente ante el horror de la extensión de la estupidez en diversos países. Hay que buscar explicaciones adecuadas. Solo la condena no alcanza, una vez más hay que recurrir a la filosofía.

Solo por estupidez como la entendía Bonhoeffer se pueden comprender ciertos procesos en algunos países, a nivel de grandes masas, que se enceguecen hasta justificar y de alguna manera participar, de crímenes y fanatismos terribles, como en los Estados Unidos, Israel y Argentina.

Bonhoeffer, observando el ascenso del nazismo en una de las naciones culturalmente más avanzadas de su tiempo, se preguntó cómo era posible que una gran parte de la población alemana, incluidas muchas personas inteligentes, se hubieran sometido y aceptado las atrocidades del régimen. Su conclusión fue que la causa no era la maldad o la falta de intelecto, sino la estupidez.

Bonhoeffer argumenta que la estupidez no es una condición de nacimiento, sino un fenómeno sociológico que florece bajo ciertas condiciones:

El teólogo sostiene que “todo fuerte aumento del poder en la esfera pública, ya sea político o religioso, infecta de estupidez a una gran parte de la humanidad”. Ante un poder abrumador (como el de Hitler), las personas renuncian a su independencia interior y a su pensamiento crítico.

La persona estúpida no piensa, sino que repite eslóganes y consignas que se han apoderado de ella. Bonhoeffer lo describe como estar “bajo un hechizo, cegado, maltratado y abusado en su propio ser”. Dejan de ser personas autónomas para convertirse en herramientas sin mente al servicio del poder.

Al convertirse en una “herramienta sin mente”, la persona estúpida es capaz de perpetrar cualquier maldad sin remordimiento o comprensión. La maldad necesita de esta estupidez masiva para triunfar, usándola como un caballo de Troya para destruir a la humanidad.

Consideremos estos conceptos sobre la estupidez referidos a los Estados Unidos y a Israel, pero también a otros países que están recorriendo el mismo camino, como por ejemplo la Argentina.

Estados Unidos tiene una historia innegable de imperialismo, practicando por diversos gobiernos, pero Donald Trump reelecto luego de un intento de golpe de estado realizado por miles de simpatizantes idiotizados y disfrazados, al finalizar su anterior mandato, es un cambio radical, a nivel de las instituciones y sobre todo de las masas norteamericanas.

Un gobierno que respalda el genocidio de Gaza, con armas, con recursos, con todo el peso diplomático a su alcance y que simultáneamente envía tropas federales a varios estados de la Unión para la caza a los emigrantes y para doblegar a los gobiernos locales, es algo nunca visto. Esto es posible por el apoyo de sectores sociales, cuya ignorancia, primitivismo y estupidez son fundamentales para Trump. Chocan frontalmente con otros millones de norteamericanos que protestan, que se enfrentan a las tropas como en Chicago, donde los manifestantes fueron incluso apoyados por la policía local.

Las declaraciones y las acciones de Trump y su equipo, están dedicadas precisamente a alimentar la estupidez de amplios sectores de la ciudadanía norteamericana y son parte de un proceso de retroceso cultural, ideal y moral que se expresa políticamente votando un personaje como Trump para presidente. El no es estúpido, utiliza la estupidez a favor de su política y su amoralidad.

Todavía más alarmante es la situación en Israel y en buena parte del mundo judío. Es sin lugar a dudas el pueblo que ha sufrido más persecuciones y un holocausto horroroso, sin embargo, el gobierno de Israel, su parlamento, los servicios de inteligencia y seguridad y, sus fuerzas armadas y además una parte importante de la población israelí, pero también judía en el mundo, respaldan, justifican y defienden un genocidio condenado por la gran mayoría de las naciones y de los pueblos en todo el mundo. Y protestan contra el antisemitismo, siendo ellos los creadores de una ola de antisionismo, que se confunde con posiciones incluso de rechazo a los judíos en general.

Esta transformación de los israelíes y de una parte de los judíos en el mundo, se basa en no reconocer el genocidio en Gaza, que son atribuidos a la propaganda enemiga de los palestinos y de quienes los apoyan. Solo la estupidez más profunda puede alimentar este fenómeno perverso.

Un elemento clave fue utilizar el atentado del 7 de octubre del 2023, conocido con anterioridad por el gobierno israelí y los servicios norteamericanos, es el justificativo de todo.

Los nazis durante su ocupación de Italia, fusilaron y enterraron en las fosas Ardeatinas a 10 italianos por cada soldado muerto en un ataque de los partisanos en el centro de Roma. Los israelíes asesinaron 50 palestinos, mujeres, niños y civiles desarmados por cada uno de los asesinados por los terroristas de Hamas en su ataque del 7 de octubre.

Es una contabilidad perversa, pero es la dura realidad, además de destruir prácticamente toda la zona de Gaza, asesinar 240 periodistas y cientos de médicos y trabajadores de las Naciones Unidas. Todo eso se tragaron una parte muy grande del pueblo de Israel y muchos judíos en el mundo. También hay una notoria resistencia interna y externa al genocidio.

Durante el festejado alto el fuego, los militares israelíes continuaron sin piedad con la matanza de palestinos en Gaza.

Para poder explicar que mujeres, hombres, militares ejecutores y civiles cómplices, puedan sumergirse en esa barbarie, la estupidez como la definió Bonhoeffer, es fundamental. La estupidez es un proceso colectivo.

En la Argentina, el país con más premios Nobel de toda América Latina, con niveles de cultura importantes, que vota masivamente por un gobierno que en estos dos años de mandato no solo ha empeorado la calidad de vida de millones de argentinos, obligado a cerrar centenares de empresas, y transformado la política en un espectáculo circense, no hay solo política, hay reacciones ante el fracaso del kirchnerismo y su inmoralidad, pero hay también estupidez.

En solo dos años, el gobierno de Javier Millei, su hermana y sus perros ya afrontó escándalos por apoyar una emisión de cripto monedas falsas, por parte del propio presidente, y la hermana Karina Millei fue acusada por otro integrante del gobierno de cobrar coimas por las compras para los discapacitados.

Donald Trump, por su apoyo financiero fundamental, se ocupó de agredir la sensibilidad tradicional de los argentinos, sometidos a sus elogios a sí mismo y su invasión de la soberanía del país y de los electores.

No es igual a los otros dos países, EE.UU. e Israel, donde la fuerza armada juega un papel fundamental, pero en el triunfo inesperado para la mayoría de los políticos, medios de prensa y encuestadoras, y que le permitirá con mayor libertad para sus reformas completamente de derecha, la estupidez mayoritaria tuvo un papel determinante.

En Argentina siempre hay que agregar un aspecto, es el miedo de una parte importante de la población a que vuelva el kirchnerismo, que hace dos meses había ganado en la Provincia de Buenos Aires a Millei por 13% de diferencia, y ahora perdió ese bastión peronista por el 0.7%.

En los cuatro casos se basan en un elemento común, además del aspecto metodológico de la propaganda, en definiciones ideológicas: la raza superior de los nazis, del pueblo elegido de los judíos y la nación superior de los Estados Unidos y en que la Argentina vuelva a ser una potencia.

Bonhoeffer concluye con una perspectiva de esperanza, aunque exigente: no es la instrucción lo que libera a las personas de la estupidez, sino un acto de liberación interna y externa.

El estúpido debe ser liberado de la tiranía de los eslóganes y de la obediencia ciega, lo que implica una recuperación de la responsabilidad personal y del pensamiento crítico, la acción no nace del simple pensamiento, sino de la disposición a la responsabilidad. La resistencia a la estupidez es, en última instancia, un deber moral de no renunciar a pensar.