Estados Unidos, luego del inicio de la Gran Guerra (1914-1918), demoró casi tres años, hasta el 06 de abril de 1917, para declarar la guerra a Alemania. Fue la respuesta al hundimiento de barcos de pasajeros por submarinos alemanes, donde viajaban ciudadanos estadounidenses. En 1939, al iniciarse la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Washington no reaccionó hasta el ataque japonés a Pearl Harbor, el 8 de diciembre de 1941, pese a la insistencia previa del primer ministro británico, Winston Churchill, para que se declarara la guerra a Alemania. En ambos casos, para el gobierno y la opinión pública estadounidense, no fue fácil involucrarse en conflictos no iniciados por ellos.
El 5 de diciembre pasado, el gobierno del presidente Donald Trump, hizo público el documento Estrategia de Seguridad Nacional o ESN, (National Security Strategy of the United States of America, November 2025) que redefine su papel en el escenario global, renunciando de hecho a ser garante de la seguridad de Europa para concentrarse en el hemisferio occidental, en especial en el continente americano. La ESN tiene como premisa fundamental el concepto de proteger el interés nacional de los Estados Unidos y para ello sostiene que debe mantenerse como lo que es: el país más fuerte, rico y poderoso del planeta, y que debe seguir siéndolo.
Para el logro de estos objetivos es que han redefinido sus prioridades y su interacción con el mundo a través de la política exterior de manera bastante cruda, privilegiando exclusivamente su interés nacional, no el de otros. Critica severamente la política exterior seguida por gobiernos anteriores que contribuyeron, por una parte, a debilitar la base industrial estadounidense a través del “libre comercio” y por otra, señala “permitieron que aliados y socios descargaran el costo de su defensa sobre el pueblo estadounidense y, en ocasiones, nos arrastraran a conflictos y controversias centrales para sus intereses, pero periféricas o irrelevantes para los nuestros”. Es decir, la política aplicada desde el inicio de la segunda administración del presidente Trump es coherente con esta visión, que busca, en primer lugar, reducir el déficit comercial de Estados Unidos que ascendió en 2024 a 918,4 mil millones de dólares.
En el plano militar, es muy dura la ESN con sus aliados históricos desde el término de la Segunda Guerra Mundial: los países miembros de la OTAN y en particular con los de la Unión Europea. Agrega que la seguridad de los Estados Unidos está en su poder nuclear, la que será incrementada con la nueva generación de misiles, junto con la creación de una “cúpula dorada” que proteja todo el territorio y sus habitantes de cualquier ataque. Aunque no se mencionan cifras, se estima que un mecanismo de defensa de esta naturaleza costaría alrededor de 175 mil millones de dólares
La ESN es una mirada geopolítica ante el surgimiento de nuevos actores globales, por lo que vuelve a la vieja teoría del “equilibrio de poder” entre las potencias –que ha dado largos períodos de paz– así como a las “áreas de influencia” que existieron hasta el fin de la Guerra Fría, dejando meridianamente claro que hay otra potencia con intereses globales, China. Por otro lado, aunque no se menciona expresamente, Rusia es considerada una potencia militar formidable, con la mayor extensión territorial y con recursos naturales inmensos, que le asegura un lugar junto a Estados Unidos y China. También se debe poner atención a la India, un país que en los últimos 10 años ha crecido a tasas entre un 6 y 7%, es el más poblado del planeta, con un inmenso mercado, con fuerza nuclear, y que políticamente ha dado muestras de no alinearse de manera incondicional con ninguna potencia. Por ello señala la ESN que cooperarán con los países aliados “para mantener el equilibrio de poder a nivel mundial y regional, con el fin de evitar la aparición de adversarios dominantes”.
Respecto a Europa, el mensaje es claro: “Entre nuestros muchos aliados y socios, contamos con docenas de naciones ricas y sofisticadas que deben asumir la responsabilidad principal de sus regiones y contribuir mucho más a nuestra defensa colectiva”. La pregunta es cómo se lee entre los países principales de la Unión Europea este documento cuando están apoyando decididamente a Ucrania en su guerra con Rusia, de la cual Washington se aleja cada día más.
¿Cómo asumirá la Unión Europea este desafío? ¿Renunciando cada país a más soberanía, por más Europa?, como pregonan algunos dispuestos a incorporar a la totalidad del continente, o restringiendo nuevos ingresos, como señalan otros. ¿Es sostenible la toma de decisiones por consenso en muchas materias o debiera dejarse que los países más fuertes decidan? Este dilema golpeará con fuerza las principales capitales europeas donde Alemania es la principal economía y la que más recursos ha entregado a Ucrania. Tal vez, para Europa y la Unión Europea en particular, esta sea una gran oportunidad para definir su futuro y jugar un papel de potencia en la política mundial. Ello tomará tiempo, por lo que deberá definir una hoja de ruta, sin el umbral de seguridad que por décadas le garantizó Estados Unidos.
Para América Latina, la ESN reservó el llamado “corolario de Trump” donde se indica: “Negaremos a los competidores no hemisféricos la capacidad de posicionar fuerzas u otras capacidades amenazantes, o de poseer o controlar activos estratégicamente vitales, en nuestro hemisferio”. Como lo habíamos mencionado en un artículo anterior, la brújula apunta sin ambigüedades al sur, repitiendo la vieja doctrina del presidente James Monroe, proclamada en 1823, de “América para los americanos”, que fue una advertencia para que los europeos no intervinieran ni política ni comercialmente en las nuevas repúblicas. Hoy es claro que Estados Unidos, como lo señala expresamente la ENS, no permitirá que países ajenos a la región controlen bienes considerados estratégicos tanto en infraestructura como en materias primas, lo que es un claro mensaje para Beijín. En otras palabras, los países de la región que se han movido mayoritariamente hacia gobiernos de derecha enfrentarán el dilema de su incondicionalidad política con Estados Unidos y su dependencia comercial con China.
En estos días estamos presenciando un ejemplo clásico de aplicación de “poder duro” por parte de Estados Unidos hacia Venezuela, donde probablemente en pocas semanas se pondrá fin al régimen del presidente Nicolás Maduro. Veremos entonces sobre quién apuntará la brújula de Washington: ¿Colombia, Nicaragua, Cuba? Finalmente, la gran arma de Estados Unidos sigue estando en su poder blando, que es el modo de vida, la cultura capitalista transmitida a través de las redes sociales, el consumo, la música, el cine, el idioma, la moda y la atracción que sigue atrayendo a los jóvenes en general, ante la ausencia de otras formas de sociedades exitosas.















