Todos tenemos historias que podemos contarnos desde diferentes puntos de vista. Historias intimas de cómo cada uno de nosotros ha descubierto la fragilidad de la vida y el significado que le damos a esta fragilidad. Creo que cada uno de los seres vivos conscientes, de una manera u otra, se dan cuenta de esta fragilidad, y si aprendemos a compartirla y reconocerla en los demás, en un sentimiento al que llamamos compasión, abrimos las puertas al amor. Y el amor, según nuestras más altas aspiraciones, parece ser el más alto y quizás el único propósito de este desfile de la vida. La manifestación más sutil de la energía del universo.

Mi primer encuentro con la fragilidad fue cuando tenía 4 años y encontré a mi perrito muerto. Había intentado saltar la cerca del balcón mientras estaba atado por el cuello y se estranguló. Lloré inconsolablemente.

Luego, cuando tenía 11 años, estaba desayunando para ir a la escuela y mi prima, que llevaba a mi mamá a su trabajo todos los días, vino corriendo histéricamente, diciendo el nombre de mi madre y diciendo: «Tuvimos un accidente». Salí corriendo por dos cuadras y vi a mi madre empalada contra unas barras de hierro, en el asiento delantero del auto el cual se había estrellado contra un camión estacionado, cargado de barras. Temblé y me perdí en la confusión y el dolor que siente un niño al ver su madre en ese estado. Todos tenemos historias de encuentros con la fragilidad de la vida.

Todos crecemos en mente e instinto, y nos volvemos arrogantes, amamos y vivimos, pero a veces nos volvemos arrogantes e insensibles y vivimos la vida con momentos de certidumbres y dudas.

Pero a veces la fragilidad se manifiesta, de una manera u otra, durante la trayectoria hasta el último de momento de fragilidad de la vida al cual llamamos, la muerte. A veces la fragilidad se convierte en fuerza, cuando entendemos el verdadero significado de la vulnerabilidad.

Ahora nos está llegando a todos este este virus viral, envuelto en noticias virales, en un momento en el que tenemos, como siempre, un debate sobre si vivir «la vida loca» o pensar en el futuro del planeta. En un momento, en el cual estamos más globalizados e interconectados que nunca y muchos son conscientes de ello, a la vez que otros por miedo al cambio, a la integración, quieren volver ser tribales y construir muros y promover el «sálvese quien pueda», mientras que otros insisten en una sola humanidad, un solo amor, en que todos estamos en el mismo barco. Y más cuando ahora este barco está casi totalmente lleno y ya no hay continentes inexplorados que conquistar y salvar la situación.

Esta vez, parece que nuestra mejor oportunidad no es seguir con el mismo el negocio de siempre, como lo acostumbrado, sino cómo cambiar la naturaleza del negocio, nuestra actitud, nuestra visión. Esta vez el lema no puede ser cada uno a lo suyo, sino reconocer nuestra humanidad y vulnerabilidad común. Nuestro desafío hoy es sistémico y global, no nacional y regional. No podemos hacer grande a un país si el resto del mundo se derrumba.

Y de repente, en medio de este debate, toda la humanidad. La humanidad, supuestamente la forma más avanzada de la evolución está expuesta globalmente a la fragilidad de la vida, por la más simple y primitiva de todas las criaturas que decimos que están vivas; un virus.

¿Y generará este momento compasión? ¿Cambiará nuestra conciencia hacía pensar que el amor es el propósito de todo el espectáculo de la vida?

Ha sido un largo camino el de nuestra evolución como especie y civilización, desde el origen del cosmos a la formación de la Tierra, a través del Cámbrico, el Cenozoico, las grandes extinciones, los orígenes de las células y virus, de los primeros primates, el momento de Adán o de australopitecos, la evolución del hombre, nuestra historia y prehistoria, nuestros momentos de pensamiento místicos y realización espiritual. Desde el misterioso capricho de la Existencia de manifestarse en universo, hasta nuestra forma humana -este conglomerado maravilloso de células, órganos, y moléculas, con bacterias y virus de huéspedes, además de pensamientos y sentimientos.

Y este ecosistema mágico del ser humano, evolucionó poco a poco, a través de increíbles momentos de fragilidad, pero con gran determinación y propósito, para manifestar el amor. Amor que cuando se siente desnudo y puro, es al mismo tiempo infinitamente vulnerable, poderoso y transformador.

Desde ese amor, y más allá de todas las prescritas precauciones del momento, les envío un abrazo y el deseo de que este nuevo capítulo de fragilidad nos sirva a todos para continuar evolucionando hacia el verdadero propósito de la vida.