Ojalá que la música llene todos los espacios de tu vida y te lleve de la mano de los ángeles sutiles por los bosques encantados del espacio. Ojalá el océano se vierta en tu mirada y llene de agua y profundidad cada uno de tus momentos. Ojalá se derrita la luz de las estrellas, en una lluvia sideral torrencial, que inunde cada orbital de las formas invisibles de tu cuerpo, y sus nexos imposibles con tu alma, y provoque una sonrisa eterna en tus jardines de labios entreabiertos.

Ojalá los universos se contraigan y se posen cual gaviotas en tu pecho para que sientas todo el sentimiento de la vida, explotando como un volcán en tu seno de madre de tantos, en tus brazos de padre de muchos. Ojalá que todos los colores se entretejan en una alfombra mágica de cuento, para que tus hermosos pies, que han caminado tanto, pinten ahora, obras maestras de caminante en un pasar sereno por la Tierra.

Ojalá que mis palabras sean capaces de capturar los contenidos que hoy siente mi corazón al recordarte en este día de siempre, que empezó hace nunca en ese misterio del ser tan majestuoso, en esos momentos de luz y canción, en estos momentos largos de recordar lo que aún no ha sido.

Este amor entretejido por dedos largos de antaño, por barbas blancas de sabio, por fuegos y hambres de soledad, por viajes juntos como peregrinos entre ciudades medievales, de brazo en abrazo avanzando silentes, con sólo nuestro amor alumbrando los horizontes. Tantas vidas, tantos roles, tantos besos entregados, tantos hijos concebidos adentro y afuera de tu vientre. Tanta sincronía en nuestras mentes.

Ojalá que un día el perdón florezca en tus tesoros de adentro y se riegue por todos tus ojos tan largos, y se escape en tus abrazos tan tiernos, y se escuche en tus millones de voces tan dulces, como melodías de ensueño, que arrullan hoy el alma de este tu acompañante de milenios, que, escondido tras el velo de la circunstancia, hoy se levanta como un muerto tocado por el amor, y baila ante el universo, agradecido en giros infinitos de alegría. Y sueña, sueña todavía.

Ojalá, niña, mujer, amiga del alma de tanta travesía, ojalá, ojalá que este vendaval de tu presencia que arrasa mis praderas interiores, poblando de mil flores mis jardines de ningún sitio, pueda ser envasado en estos símbolos de letra para llevarte un mensaje que atraviese la distancia inexistente que nos separa, un beso de luz, que se pose en tus labios y como alimento sagrado se derrita en tu ser para que sientas, como yo hoy siento, este amor tan intenso, este canto de mañana, este arrebol sinfónico que me inunda el alma cuando recuerdo tu existencia.