I

En algún lugar de mi mente eterna encontré el resultado. Un estruendo inmarcesible anunciaba el apocalipsis, un sonido nunca antes oído era la antesala para el fin de los tiempos. Eran las tres de la madrugada y yo lo había soñado.

Mientras tanto en una cama empapada de sudor, Franco veía como Kate mecía sus caderas sobre él. No le cabía una gota mas de sexo a las sabanas. Luego de un breve descanso, se levantó y preparó café. El recuerdo de su país natal lo transportaba cada mañana cuando preparaba la infusión.

II

Sentado en su escritorio Gerardo armaba y desarmaba sus recuerdos mientras escribía. Quizás cansado o mejor aburrido, se batía entre la desazón y la esperanza, buscando el camino a seguir.

III

La mañana del 6 de abril amaneció lloviendo en Bogotá, hacía tiempo que no llovía, sin embargo con una sola tarde noche de lluvia la tierra estaba anegada y las plantas no bebían más. El sol taimado asomó pero la ciudad no quería despertar del letargo doloroso de una noche sin dormir bien. Mientras todos se preparaban para comenzar el día, Camila ya había ido al gimnasio y había preparado el desayuno para Efrain. Hacía poco se habían mudado a un apartamento cómodo en el nororiente y disfrutaban de acomodarse y organizarse.

Esa mañana Efraín salió en su moto y encontró la ciudad colapsada. Charcos y vehículos por todas partes impedían el flujo. Pensó que llegaría tarde a su cita, había traído los encargos de sus clientes y esperaba hacer el recaudo oportunamente con cada entrega. Al llegar al primer destino, bajó de su moto y telefoneó a la clienta que contestó sin dejar timbrar. Él la esperó en la entrada del edificio un poco impaciente, pero al tanto pudo ver por la vitrina que la chica abría la puerta con un espécimen de titi en el hombro. Sin dejar de parpadear observó que llevaba el cabello rosa casi translúcido, dos moñas cerca a las orejas, una blusa corta y una pantaloneta de dormir a pesar del frío. Sorprendido por su atuendo la saludó con cortesía y le entregó el paquete, el cual abrió sin miramientos, verificó su contenido y firmó la entrega.

En el transcurso de la segunda entrega Efraín pensó que los humanos transcurríamos por un espacio tiempo tan particular que muchas veces era indescriptible. Encontró bastante normales las siguientes entregas y volvió apresurado a su casa para poner a secar los ropajes húmedos por la lluvia.

Durante el día Camila no había dejado de pensar en la propuesta laboral que había recibido el día anterior. Sin atreverse a comentarle a Efrain, tenía altas expectativas de realizar su viaje a Dubái. No dejaba de darle vueltas en la cabeza las palabras de su amiga “¿A quién no le gustaría ir a Dubái?”. Pero el problema no era ir, el problema era Efrain, o mejor dicho, que él no quisiera ir.

I

Il Cielo in una stanza sonaba en la radio del recuerdo y Franco con la toalla sobre la cintura escogía una ropa cómoda para que el verano lo dejara trabajar cómodamente. Kate se presentaba al trabajo en el mismo turno por lo que decidieron salir al tiempo. Tomaron las bicis y aprovechando la frescura de la mañana aceleraron el paso hasta llegar al Hotel, no sin antes despedirse con un corto beso sin mediar palabra. Al llegar, observaron en la entrada policías y bomberos, una camilla con una señora de edad subiendo a la ambulancia y a Monsieur Simon hablando con el encargado del ayuntamiento. Franco notó la sorpresa de Kate y trató de tranquilizarla con un gesto tierno. Mientras se cambiaba sus compañeros que terminaban turno le contaron que la anciana que salía en la camilla había alucinado la noche anterior.

Madame Gallien de 74 años, dueña de medía ciudad, vivía de hotel en hotel pues, era en los únicos lugares donde se sentía completamente limpia. Sufría de alucinaciones, sentía que su cuerpo empapado de sudor se cubría de una capa verde de hongos. La noche anterior había bajado varías veces a pedir tremendos vasos de Vino sin lograr tranquilizarse y finalmente había bajado a la recepción a las 4:30 de la mañana a decirle al encargado que no aguantaba más la suciedad que cubría su cuerpo. El encargado había llamado a la policía, quienes a su vez se había comunicado con el ayuntamiento y los bomberos ante la incapacidad de abrir la puerta del cuarto que estaba atrincherada con la cama y las mesas de noche.

Por desgracia o fortuna para el encargado de la noche, Madame Gallien hablaba un español más que perfecto y por lo tanto ignoró a conciencia todas y cada una de las explicaciones y favores que le dio el encargado durante esa larga mañana de alucinaciones.

Evacuada Madame Gallien del Hotel, Monsieur Simon en su calidad de gerente organizó el personal y le ordenó a Franco que atendiera lo antes posible el cuarto de la anciana. Kate era la mucama de turno y tuvo que organizar la locura que aún se respiraba en el cuarto. Al ver todo ese desorden, solo pudo encajar un pensamiento, el del caos. Imaginó una realidad organizada y se dio cuenta que, a pesar de tener la sensación de orden la realidad no es más que caos y desequilibrio.

II

Cerca de los 4 kilómetros de mi rutina diaria encontré un reloj sobre el césped. El reloj llevaba sobre la pantalla una “por qué” escrito con marcador. Pensé al instante en la historia detrás del reloj sin pila, sin tapa de pila, sin pulso. Supuse que, dentro de lo que podía esperarse, una chica había lanzado lo que otrora había sido un swatch en el rostro de su pareja. Varias preguntas al respecto. La primera: Porque era una chica, porque la letra era linda, clara y redonda y porque era un reloj de dama.

En el paso a paso del minutero se evaporó la pregunta, en el fondo todos llevamos un por qué.