Nos dimos cita en un emblemático edificio liberiano, «La Casa de Calá», que fue el lugar donde nació y vivió el médico Enrique Baltodano Briceño, reconocido ciudadano del cantón costarricense, cuyo hospital lleva su nombre. Esperábamos asimismo a otro insigne liberiano, a Miguel Fajardo Korea, académico y escritor costarricense de gran trayectoria, cuya obra ha sido ampliamente premiada y difundida en Latinoamérica y España.

¿Hay algo a lo que se pudiera llamar literatura guanacasteca, costarricense o centroamericana o la globalización ha roto ya las fronteras y los supuestos regionalismos son solo ingredientes regionales de un aspecto meramente geográfico o temporal?

La literatura nace sin etiquetas, pero no se puede escapar a los contextos. La «glocalización» es un concepto que permite el trabajo cultural, desde lo local hasta lo universal. En esa línea, podemos establecer dichos polos, como una manera de reasegurarnos la existencia espacial, ante el peso invasivo de la mundialización.

Siempre han existido las adjetivaciones para los focos culturales. Es una manera de reclamar espacios de pertenencia e identidad, ante el peso de la globalización.

Con respecto a lo anterior, ¿trasciende más la poesía dichas fronteras?

Por sus características como género, la poesía puede llegar a conocerse con más agilidad. Sin embargo, todas las formas literarias tienen lo suyo, y en el mundo tecnológico de hoy, casi todo traspasa las fronteras geográficas y mentales que ha creado el ser humano.

La literatura debe responder a sus propios cánones de calidad y vehiculización, como una manera de ganarse un espacio en el gusto de los lectores modernos, cada vez más ávidos de una literatura que los identifique con ellos y sus dramas, y no necesariamente con las reglamentaciones escriturales de las academias. El gusto por la libertad creadora es imponderable.

En su obra, notamos componentes de crítica social, como un llamado hacia una sociedad más justa para todos. ¿Cuál cree usted que podría ser el elemento corrector que nos lleve de verdad hacia un «mundo mejor»?

Nada que le sucede al otro me es indiferente, si me considero parte de la sociedad. En esa línea, hay temáticas sociales que deben apelar hacia mejores estados de concienciación, frente a las circunstancias, por ejemplo: las injusticias, los atropellos, los inmigrantes, la pobreza, las exclusiones. Estamos, como dijera el poeta hondureño, Roberto Sosa en un mundo para todos dividido y a la literatura le compete otro de sus compromisos: el mejoramiento del ser humano desde sus propuestas escriturales.

Los elementos que nos pueden llevar hacia un mejor universo son la solidaridad, la justicia, el diálogo, la negación de las guerras, la resiliencia humana, todo plasmado en la denuncia frontal de tales desmanes, para proponer y propiciar cambios de actitud en la humanidad.

Hay que estar contra la trata y el tráfico de personas. En increíble que en pleno siglo XXI, sea una práctica malsana, en diversas partes de un mundo, además de dividido, totalmente desangelado.

La industria de la guerra quiere seguir enriqueciéndose y crear caldos de cultivo para su negocio inhumano.

En ese sentido, el cambio actitudinal no es una receta, sino que debe ser una actitud.

¿Cómo se imagina que sería un mundo de poetas?

Un mundo sin poetas sería un universo ensombrecido. Los poetas propician el camino de la luz holística, cada día de la tierra, desde los principios de su existencia.

Muchísimas de las verdades del mundo se han dicho con la poesía. Su potente capacidad, desde lo breve, es un elemento mágico para propiciar una mostración de las diversas condiciones del ser humano. Ahí radica, entonces, parte de su riqueza expresiva que permite denunciar con mayor agilidad.

La poesía debería ser un nuevo mandamiento, en la inatrapable sociedad de consumo.

Pero antes de llegar a eso, imaginemos un mundo de lectores. ¿Qué podemos hacer para que la gente se motiva más por la lectura?

La lectura es una actitud, que debe apoyarse por estrategias de mediación, en todos los ámbitos: hogareños, educativos, comerciales, legislativos. Las personas leen, pero sin que se le etiquete como obligatoria.

Cada país puede y debe establecer programas ambiciosos para el fomento de la lectura, lo cual debe ir paralelo con el costo de la producción editorial, muchas veces, cargadas con altas tasas de impuestos, que encarecen los insumos y el precio final del libro frente a los lectores, quienes también tienen otras necesidades inmediatas, muchas veces, por la sobrevivencia, en este mundo altamente impasible, atroz y competitivo.

Vivimos en una época marcada por la tecnología. ¿Cree usted que el libro esté amenazado a desaparecer?

El libro físico puede tomar otras formas en la época de la modernidad, pero no creo que vaya a desaparecer. No es un imperativo de más de 7.000 millones de habitantes del planeta. Las otras formas tecnológicas lo pueden masificar, pero cada libro debe ser una invitación activa. Antes de que exista esa competencia, pueden coexistir y ser más beneficiosos para toda la humanidad. Sus alcances deben multiplicar su destino, en busca de los lectores, quienes esperan ser sorprendidos por nuevas maneras de leer.