El liderazgo conservador iraní celebró 40 años de la Revolución Islámica, luego de sacar del poder al shah Pahlavi y promover políticas de Estado más puristas, sumado con una acción directa de escoger a sus aliados y enemigos, cuando abiertamente decidieron convertirse en enemigo de los Estados Unidos y del Estado de Israel, teniendo con estos últimos una alianza temporal para evitar el triunfo iraquí durante la década de los 80, considerado un enemigo más nefasto para los intereses israelíes, por lo que en algún momento se coordinó para atacar el reactor nuclear de Osirak del gobierno de Irak.

El vínculo entre israelíes e iraníes en ese momento histórico fue sin duda una relación funcional temporal, ya que después las tensiones entre los Gobiernos de Teherán y Jerusalén han mantenido picos de tensión de diferentes magnitudes.

Irán, tras cuatro décadas de statu quo político al mando de los ayatolás, los cambios a nivel interno no han sido tan significativos, por cuanto los intentos de romper el dominio del régimen han sido estériles y poco efectivos. Sin embargo en honor a la verdad, se han dado manifestaciones contra el Gobierno que le ha movido el piso en cierto modo al régimen para dar a entender que hay una población que no está del todo contenta.

Un ejemplo de esto fue, la significativa marcha verde del año 2009 en protesta por la victoria electoral de Mahmud Ahmadinejad frente al líder opositor Mir Hosein Musaví, las cuales finalmente fueron aplacadas por medio de la fuerza y desde entonces Musaví fue desplazado del mapa político iraní y no sería hasta la llegada de otro designado por el régimen como lo es Hassan Rouhani que se dio un cambio en el liderazgo presidencial del país, pero que en la práctica no cambia mucho por cuanto el control del poder completamente está en manos del clero chiita que dirige la República Islámica.

También se dieron manifestaciones durante el año 2018 que se activaron principalmente en las zonas alejadas de la capital por factores económicos y críticas sociales, las cuales una vez más fueron controladas a través del poder militar del régimen.

En un país que contabiliza cerca del 29% de desempleados con una tasa alta entre jóvenes, los cuales se han visto afectados directamente por las políticas del Estado que ha reducido el gasto con el fin de influir directamente en el déficit inflacionario del país con una deuda nacional de más del 30% del PIB, fuertemente dependiente de la exportación de hidrocarburos, quienes además acarrean serios problemas financieros internos por la mala gestión administrativa y que reciben críticas de sus ciudadanos por el involucramiento en crisis asociadas a otros países como parte de su agenda exterior.

A lo anterior se suman las circunstancias propiamente del entorno externo, donde en la actualidad tienen problemas geopolíticos con la mayoría de los países del mundo árabe, que ven en la República Islámica un enemigo que desea empoderarse aún más en la región.

Esto queda manifiesto durante la conferencia organizada en Varsovia en el mes de febrero con la presencia de ministros de varios países del Medio Oriente; incluyendo la presencia sorpresiva del Primer Ministro israelí, lo cual demuestra la seriedad que existe respecto al Tema Irán en la zona.

También la situación exterior se complementa con los problemas que acarrea las sanciones económicas contra el gobierno de Teherán, más la salida del gobierno estadounidense del Acuerdo Nuclear que fue firmado durante la gestión del expresidente Barack Obama lo cual pone el camino iraní relativamente cuesta arriba, y les genera una evidente dependencia en asociarse a la agenda internacional del gobierno ruso, los cuales han logrado importantes réditos en Medio Oriente como interlocutor universal de lo que ocurre allí. Un discurso que se repite cada año que se celebra la revolución en Irán, es el llamado manifiesto a la destrucción del Estado de Israel, así como las proclamas para una lucha abierta contra los intereses de los Estados Unidos a quien el líder de la Revolución Islámica llamó El Gran Satán.

Tampoco no puede faltar el juramento que ese podría ser el último año de la existencia de Israel y la liberación total de las tierras palestinas de todos los territorios «ocupados por el sionismo», que en verdad es parte del llamado a la destrucción de Israel, lo que conlleva que en manifestaciones de fuerza el gobierno israelí responda con una retórica igual o más agresiva aún, aún en el marco de los foros internacionales donde el tema Irán se transforma en parte de los discursos del representante de gobierno de turno del Estado judío y a su vez en una estrategia electoral.

Mohammed Javad Zarif, ministro de Relaciones Exteriores de Irán durante el mes de febrero manifestó que por la situación tensa en Siria donde el Estado de Israel les ha asestado fuertes golpes a miembros de la Guardia Revolucionaria. Ellos (los iraníes) no descartan eventualmente ir a un conflicto armado abierto contra Israel, lo cual es parte de ese discurso bélico repetitivo por parte del gobierno iraní.

Pese a los grandes problemas que vive el gobierno de Irán, por otro lado se podría sumar como «aciertos» y «victorias» geopolíticas, el margen de influencia que ha logrado Irán en 40 años de la Revolución, aunque se debe aclarar que gran parte de este éxito iraní se debe esquemas de inteligencia occidentales mal ejecutados en los conflictos de la región, lo que ha dejado vacíos de poder son ocupados directamente por la influencia iraní, tales han sido los casos de Irak (relativamente) y Siria. En el primero tras la derrota y asesinato del líder Sadam Hussein, y en el segundo tras el anuncio de salida de los Estados Unidos del sitio. Hay otros casos donde han logrado ubicarse de modo estratégico, por las circunstancias coyunturales que le rodean, como lo son la influencia iraní sobre el liderazgo del Hamas (y otros grupos de menor monta) en Gaza y el caso sin duda soberbio del grupo Hezbollah en el Líbano que es una sucursal de la agenda iraní en el Levante Mediterráneo.

El Hezbollah pasó de ser un simple grupo subversivo con prácticas terroristas a transformarse en una importante fuerza política con poder tanto militar, como político, económico y hasta mediático en Beirut el cual le abrió un frente extraordinario a los ayatolás.

Gracias a las condiciones iraníes en la zona se han creado bandos y polos de poder alrededor de la situación de este país. Uno liderado por Estados Unidos como representante de las fuerzas occidentales, sumando alianzas de grandes y poderosos países árabes (principalmente poderosos en economía), sumado el Estado de Israel; como único participante no musulmán de la ecuación regional.

Mientras que en la otra mano está un movimiento político de respaldo asociado a Rusia con la fuerte y funcional alianza hacia el gobierno iraní, en conjunto con Siria y la República de Turquía, este último en una condición muy ambigua y quien está acostumbrado a jugar en dos bandos al mismo tiempo y estar por ellos mismos y no para otros, pero se siente más cercano a este bloque en estos momentos por intereses de la agenda propia que posee Erdogan y su gobierno.

Se ha desatado una especie de guerra fría (guardando las distancias adecuadas) entre las distintas coaliciones y la necesidad de analizar hasta qué punto es importante un Irán débil se debe tomar en consideración. Para un país como Israel que es el único que no las tiene todas consigo en la zona, el statu quo es relativamente cómodo, mientras todo se mantenga en simple retórica y no pase a la acción bélica es tan trascendental, complementando por supuesto esta inactividad bélica en todos los frentes que tienen los iraníes o debilitando los más importantes; como el Sur del Líbano o las zonas cercanas al Golán.

El resto de los países árabes; principalmente Arabia Saudita no está conforme con este crecimiento significativo del poder iraní en la región, y buscan tanto deslegitimarlo como golpearlo en todos los frentes posibles. El caso de la guerra en Siria donde el apoyo del Reino Saudita era evidente en cuanto al patrocinio a algunas agrupaciones enemigas del gobierno de Bashar Al Assad da por entendido que el verdadero objetivo saudita es cortar las zonas de influencia provenientes desde Irán que se han extendido por grandes zonas del Levante Mediterráneo.

Por otra parte, bajo ninguna circunstancia debería ser visto como positivo para los intereses israelíes la posibilidad de una destrucción plena del poder del régimen iraní actual, porque esto automáticamente podría cambia el enemigo de turno para el mundo árabe cambiando la mira de Teherán hacia Jerusalén. Sin embargo, cabe también señalar que no sería tampoco negativo que el régimen iraní cambie a manos de un gobierno distinto favorable a los intereses occidentales, pero esto no se podría dar si para derribar el actual se promueve una carrera armamentista con posibilidades de armas de destrucción masiva que pueda poner en jaque eventualmente a toda la zona asentándola sobre una inestable bomba de tiempo.