La educación es un derecho fundamental, un pilar que sostiene el desarrollo integral de cada individuo. Para niños, niñas y adolescentes, este derecho es aún más crucial, pues se entrelaza con su identidad y su crecimiento. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando la enfermedad interrumpe este proceso? La respuesta, en el contexto de la salud moderna, ha evolucionado de manera notable.
La Unesco (2009) define la educación inclusiva como un “proceso de fortalecimiento de la capacidad del sistema educativo para llegar a todos los educandos”. Esta idea adquiere una dimensión profundamente humana en la modalidad hospitalaria y domiciliaria, una respuesta vital para aquellos que, por los avances médicos, transitan de la condición de pacientes agudos a la de crónicos. En el pasado, la falta de información y la estigmatización obstaculizaban el regreso de estos estudiantes a sus aulas. Hoy, sus padecimientos prolongados exigen que permanezcan en entornos de cuidado complejo, y es en este punto donde surge la pregunta esencial: “¿cómo cuidamos los aspectos sanos de nuestros niños enfermos?”.
Un camino de adaptación y cuidado: la historia de la pedagogía hospitalaria
La historia de la escuela hospitalaria en Argentina, que data de 1940, es un testimonio de un largo y comprometido camino de adaptación. Esta modalidad ha sido fortalecida por marcos normativos internacionales y nacionales, como los derechos de la Convención sobre los Derechos del Niño Hospitalizado (1990) y la Carta Europea (2000). La pedagogía hospitalaria, enmarcada en la pedagogía social, se encarga de abordar las necesidades educativo-humanas que surgen en un entorno de salud. Esto crea una relación única y poderosa: la del maestro hospitalario-paciente alumno.
El fin de esta pedagogía va mucho más allá de la mera transmisión de conocimientos. Su propósito central es sostener el deseo de aprender y acompañar al niño, reconociendo el aprendizaje como un hecho vital e insustituible de la infancia. Al hacerlo, se fortalece su autonomía y su autocuidado, dos pilares esenciales para enfrentar la enfermedad. En este contexto, el rol del maestro-pedagogo, que guía y cuida a través de la enseñanza, se convierte en una figura central y transformadora en la vida del niño.
La gestión de su ansiedad y fatiga no puede ser una tarea exclusiva del psicólogo o del enfermero; debe ser un elemento transversal en cada interacción pedagógica.
Para garantizar esta sinergia, surge una pregunta crucial: ¿cómo nos aseguramos de que la maestra tenga siempre la información más actualizada sobre el estado emocional de los niños antes de cada sesión? Y, de la misma forma, ¿cómo garantizamos que el equipo de salud comprenda plenamente el valor terapéutico que tiene para él el logro académico? Es en la respuesta a estas preguntas donde el rol de la enfermera se vuelve indispensable, actuando como un puente de comunicación constante y un facilitador del proceso educativo.
Una de las mayores dificultades que se presentan en la modalidad domiciliaria es la articulación efectiva con la escuela de origen. Este problema se acentúa en casos como pacientes que proviene de diferentes entornos y muchas veces con recursos limitados. La distancia física y, a menudo, la falta de familiaridad de los docentes con la modalidad hospitalaria y domiciliaria pueden "obturar" un reingreso pleno y exitoso del estudiante.
Para superar este obstáculo, es crucial ir más allá de los protocolos básicos. Una propuesta innovadora para futuras intervenciones es el desarrollo de protocolos claros de comunicación digital y la capacitación continua para los docentes de escuelas de origen. Esto podría incluir plataformas online o guías interactivas que les permitan comprender la realidad de la educación hospitalaria y los ajustes curriculares necesarios para una reintegración exitosa.
El docente hospitalario presenta diversas competencias. Entre ellas, se puede mencionar el dirigir avances de progreso en los aprendizajes, fomentar el trabajo en equipo y colaborativo, ser innovador, y utilizar nuevas estrategias y tecnologías en el proceso de enseñanza-aprendizaje. El docente responde a responsabilidades profesionales pedagógicas como motivar y estimular al estudiante en la participación activa; realizar adaptaciones curriculares de acuerdo a las necesidades de cada estudiante; atender educativamente al alumno-paciente en su cama, cuando no puede asistir al aula multigrado por motivos de salud; tener al día el diario de clase y el registro de incidencias; integrar al padre de familia o tutor como miembro de apoyo en la educación del alumno-paciente y velar por una óptima convivencia escolar en el aula hospitalaria.
No es una labor fácil, para enfrentar estos objetivos, se requiere desplegar un tipo de docencia que considere la función educativa, así como también un acercamiento compensatorio (enfrentar vacíos en el proceso formativo), preventivo (pensando en el reingreso del estudiante al sistema escolar), terapéutico (abordar las emociones que se desarrollan en el contexto hospitalario), normalizador (incorporar en la cotidianeidad de la hospitalización el proceso educativo) e integrador (favorecer la socialización con pares con quienes se convive) (Lizasoáin, 2000).
El rol de la enfermera: de cuidadora a facilitadora educativa
La formación continua del equipo de apoyo, y en particular del personal de enfermería, en competencias pedagógicas básicas, es otro desafío que se presenta como una oportunidad de crecimiento. Aunque nuestra función principal no es la de enseñar, nuestra presencia constante al lado del paciente nos convierte en facilitadores educativos. Nuestra labor va más allá de la administración de medicación o la vigilancia de signos vitales. Somos, en muchos casos, los primeros en notar los cambios de humor, el nivel de fatiga y las oportunidades para estimular el aprendizaje de manera informal.
Por ello, se propone la realización de talleres interdisciplinarios periódicos que aborden cómo identificar oportunidades de aprendizaje, utilizar recursos lúdicos sencillos y aplicar estrategias de motivación. Fortalecer estas competencias no solo contribuye a un mejor acompañamiento educativo del paciente, sino que también fomenta el autocuidado profesional al dotarnos de herramientas para una respuesta más integral.
El derecho a aprender en la adversidad
En definitiva, existen muchos casos donde subraya de manera contundente que la educación hospitalaria y domiciliaria no es un privilegio, sino un derecho inalienable y una poderosa herramienta para el cuidado integral. Los desafíos persisten, pero la combinación de un sólido marco normativo, una pedagogía flexible y un equipo comprometido y en constante formación, nos permite avanzar hacia una inclusión plena. Cada niño, a pesar de la adversidad, merece seguir construyendo su camino de aprendizaje. El verdadero logro no es solo que apruebe un examen, sino que su deseo de saber y su curiosidad se mantengan intactos, recordándole que su vida es mucho más que una enfermedad.
Bibliografía de referencia
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Argentina. Consejo Federal de Educación. (2010, 23 de septiembre). Resolución CFE N° 108/10. Lineamientos Políticos y Estratégicos de la Educación Domiciliaria y Hospitalaria.
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Calvo Álvarez, M. I. (2017). La pedagogía hospitalaria: clave en la atención al niño enfermo y hospitalizado y su derecho a la educación. Aula, 23, 33–47.
Centro de Psicología Integral. (s.f.). Las 5 fases (o etapas) del duelo: la teoría de Kübler-Ross.
Consejo Federal de Educación. (2010). Resolución CFE N° 108/10. Lineamientos Políticos y Estratégicos de la Educación Domiciliaria y Hospitalaria. Argentina.
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Calvo, I. (2017). La pedagogía hospitalaria clave en la atención al niño enfermo y hospitalizado y su derecho a la educación. Aula: revista de Pedagogía de la Universidad de Salamanca, 23, 33-47.
Lizasoáin, O. (2007). Hacia un modo conjunto de entender la pedagogía hospitalaria. La educación: prioridad de vida. Primera Jornada Nacional de Pedagogía Hospitalaria en Venezuela “La educación: prioridad de vida”, Teques, 22-23 de junio, 2007.
Mendoza Carrasco, M. V. (2022). Perfil y rol del docente en aulas hospitalarias inclusivas. Eucación, 28(2), e2642.















