«No el ansia de color exótico, ni el afán de necesarias novedades. Lo que viaja, siempre que viajo, es mi alma, entre almas. Ni más nuevo, al ir, ni más lejos; más hondo. Nunca más diferente, más alto siempre».

(Juan Ramón Jiménez)

Vivenciar el presente es un arte arduo y complejo que debe sortear innumerables trampas. Una de esas trampas es la ausencia del pragmatismo de los ideales o Pragmática de los Ideales, que se disimula con emocionalismos, voluntarismos y subjetivismos sin capacidad de gestión y concreción. En lo que sigue me acerco a este tema (vivenciar el presente), y lo hago refiriéndome a los cambios fácticos y cognitivos que han marcado la historia de los últimos cuarenta años.

Cambios fácticos y cognitivos

La tipología de las transformaciones sociales acaecidas desde 1980 puede sintetizarse en dos categorías básicas: cambios fácticos y cambios cognitivos. Los primeros se relacionan con la dinámica empírica de las dinámicas sociales y los segundos con las modificaciones en los modos de analizar, sintetizar, llegar a conclusiones y tomar decisiones. Esta división, conviene decirlo, es simplemente didáctica, el flujo de la historia es mucho más complejo que esa tipificación, pero la misma es útil para un acercamiento textual al tema.

En el ámbito de las modificaciones fácticas sobresalen las siguientes:

Primera: el paso de sistemas sociales centralizados y monolíticos en su conformación ideológica, a sistemas descentralizados y pluralistas. Se trata de una transformación que tiene como eje la crisis del llamado socialismo real europeo, y de otras formas de totalitarismo ideológico, como lo son el anarco-capitalismo del ultra-liberalismo y el proteccionismo comercial-nacionalista de nuevo cuño.

Segunda: la consolidación de una economía planetaria sobre la base de la globalización de las estructuras de mercado.

Tercera: el desarrollo de la revolución tecnológica y científica hasta llegar a la creación de una «mente» cibernética global o red de información de índole universal (el ciberespacio).

Cuarta: el carácter multipolar de la estructura del poder político-económico, tanto a nivel internacional como local.

Quinta: la intensificación del ascenso social, en los últimos diez años, de corrientes nacionalistas, proteccionistas, racistas y militaristas, bajo coberturas ideológicas neonazis, neofascistas, neocomunistas, fundamentalistas religiosas y anarcocapitalistas.

En cuanto a las transformaciones cognitivas, sobresalen dos desplazamientos de énfasis:

Primero: el paso desde el énfasis en el objetivismo cientificista de índole empirista, al énfasis en la subjetividad interactiva de índole dialógica. Mundo y conciencia, sujeto y objeto, vuelven a enfocarse desde una perspectiva unitaria que postula la coordinación de las facultades intelectivas y sensitivas, y se mantiene abierta a la existencia y actuación de múltiples facultades racionales y a-racionales.

Segundo: la crítica al racionalismo cientificista, es decir, a la creencia en la racionalidad de la lógica formal como el único tipo posible de pensamiento confiable. Hoy se postula, de varias formas y a través de distintas vías, la existencia de muchas racionalidades en interacción, y se reconoce, como nunca había sucedido antes, que la vida es logo-erótica o logo-afectiva en su sentido más hondo, y por lo tanto, la racionalidad también posee esta característica.

Sostengo que la sociedad global se ha construido en los últimos cuarenta años –y aún lo hace- en el marco de las transformaciones reseñadas.

Tres riesgos

Aceptar distintos tipos de racionalidad no implica sostener una postura irracionalista, sino defender y promover una visión integral de la vida en tanto unidad logo-erótica, frente a la unilateralidad racionalista del positivismo cientificista. Es en este contexto donde surgen muchos movimientos que enfatizan el papel de la intuición, de los símbolos, de la creatividad y del arte, como algunas de las tantas vías de experiencias realizadas por las personas. Debe sostenerse, sin embargo, que cuando esos énfasis, positivos y creativos por sí mismos, no van acompañados de la necesaria hondura intelectual y emocional degeneran en formas distorsionadas y patológicas de relaciones humanas.

Ejemplos de lo que estoy diciendo son las manifestaciones extremas de los fundamentalismos religiosos, algunas de las cuales han conducido y conducen a suicidios masivos y a diversos hechos delictivos; el rebrote guerrerista, chauvinista y racista; la incapacidad de crear una pragmática de ideales, esto es, de desarrollar habilidades, destrezas y dispositivos de acción que permitan concretar proyectos e ideales, son también resultados de cultivar en forma unilateral los componentes emocionales de la racionalidad.

Por otra parte, la consolidación de una economía planetaria sobre la base de las estructuras de mercado conlleva también, como se ha hecho evidente, una posibilidad de graves y deshumanizadores excesos. El mercado, como institución del orden económico, implica la existencia de muchos dispositivos de decisión y de conocimiento. Esta epistemología ha mostrado la bancarrota de las tesis que sostienen como posible la concentración del saber económico y social en unas pocas personas, una Iglesia, un grupo de ideólogos iluminados o un partido político.

Este hecho, no obstante su contundencia, no debe ocultar lo siguiente: cuando se subraya unilateralmente el papel económico del mercado se cae en una visión lineal e ideológicamente totalitaria del proceso social. Una clara inclinación en el sentido apuntado se observa en las distintas expresiones del reduccionismo economicista, el cual excluye la existencia de realidades interconectadas con el mercado pero que no pueden reducirse a la dinámica de las estructuras mercantiles. Es esta la razón por la cual todos los totalitarismos economicistas fracasan, como fracasan también las diversas antítesis de Estado sabio, Estado perfecto y Estado propietario, igualmente economicistas, representadas en el tercer riesgo de la contemporaneidad: el del neoestatismo centralista, propietario, proteccionista, militarista, ideológico e imperial.

La noción de totalidad social

A fin de evitar los riesgos apuntados es fundamental abandonar las nociones falsas del concepto de «totalidad social». ¿Cuáles?

Primera: la totalidad social de las macro-estructuras vacías (Estado, clase social, estrato, ciencia, mercado, entre otras), que no conoce de micro-fundamentos ni de personas, ni de voluntades, ni de actos creativos.

Segunda: la totalidad social derivada del concepto racionalista de abstracción, que se encuentra en la raíz de los sueños sin capacidad de realización o, lo que es lo mismo, de la ausencia de la Pragmática de los Ideales.

Tercera: la totalidad social como entidad dependiente de un sujeto idealizado intrahistórico (el espíritu absoluto, la estructura colectiva, el Estado, el mercado), sin espacio para la libertad y la acción creadora de las personas.

El sentido que sugiero cultivar del concepto de totalidad social es aquel expresado cuando se dice que dicha totalidad es unitaria, espontánea, incierta, indeterminada y concreta.

  • Unitaria, porque se compone de estratos y niveles en interacción
  • Espontánea, porque adviene sin planificación centralista previa
  • Incierta, debido a que no es objeto de predicción
  • Indeterminada, porque no obedece a regularidades objetivas deterministas independientes de los sujetos en interacción
  • Concreta, su raíz es el sujeto humano

La totalidad social no se origina en un decreto político-ideológico ni es el producto de un programador social todopoderoso e iluminado; su origen se encuentra en la coordinación creadora de los sujetos que en su acción eficaz concretan la Pragmática de los Ideales.

La cosmovisión de la coyuntura histórica que he reseñado conlleva una transformación sustancial de los contenidos de la mente y de las emociones, esto es, de la racionalidad; con lo cual se exige crear nuevos paradigmas de realización humana e histórica que superen las cosmovisiones lineales, mecanicistas, cientificistas, dualistas, reduccionistas, unilaterales, sectarias y dogmáticas. En el fondo, lo que el desenvolvimiento histórico de los últimos cuarenta años plantea, es la emergencia de un paradigma que subraye el carácter logo-erótico de la vida en todas sus manifestaciones, supere la corrosiva dialéctica amigo-enemigo que tanto daño ha causado y causa a la humanidad, y fundamente el desarrollo del principio de la autogestión creativa como derivado principal de la libertad. Es al interior de un paradigma con los rasgos señalados que resulta posible cambiar la mente y transformar las emociones.