El 23 de abril de este año 2016 es una fecha clave en cuanto al mundo de las letras se refiere, pues se cumplen nada menos que 400 de la muerte de dos de los más célebres escritores de la literatura universal: William Shakespeare y Miguel de Cervantes. Motivo por el que desde 1995 se celebra el Día del Libro de la Unesco el 23 de abril, conmemorando así la muerte de ambos literatos.

Miguel de Cervantes Saavedra nace el 29 de septiembre de 1547 en la ciudad madrileña de Alcalá de Henares, en el seno de una familia de hidalgos, y formará parte del grupo de escritores más prolífico e ilustre que nunca más se ha vuelto a dar en España, ubicados todos ellos en las inmediaciones de la zona de Huertas, donde transcurrían los días lidiando con sus contrarios ataviados con plumas y espadas.

Se le atribuía un supuesto origen judío, que no hizo sino acarrearle numerosos problemas, impidiéndole incluso embarcar al Nuevo Mundo. Combatió en la batalla de Lepanto, en la que perdió el brazo, gracias a lo cual obtuvo el apelativo de "el manco de Lepanto", pero que no le proporcionó ninguna otra gratificación.

Durante más de cinco años permaneció preso en Argel, con varios intentos de fuga, que los defensores de la supuesta homosexualidad cervantina utilizan argumentando que no lo mataron por ello (porque se entendía con uno de los que le mantenían retenido). Aunque la verdad es que sus captores sabían que podían conseguir un buen rescate con Cervantes, a pesar de todo, tal y como sucedió.

En España fue también encarcelado en diversas ocasiones por imputaciones falsas, contribuyendo todo ello a que estuviera profundamente obsesionado con la libertad, obsesión que se hace patente en sus obras.

Otra de sus frustraciones es el fracaso de su teatro y su poesía. Cervantes ya estaba justificado ante la historia por haber escrito el Quijote, pero esto no era suficiente. Ansía el éxito del que goza Lope, hacia quien manifiesta sentimientos de muy diversa índole: admiración, envidia, deseo de acomodarse al tipo de teatro que este hace y rechazo al mismo tiempo. En unas obras le alaba y en otras le critica. Es tal la obsesión que siente hacia Lope, está tan presente en lo que escribe, que su obra no podría entenderse sin él, pero no al contrario.

A principios del siglo XVII el teatro de Cervantes resulta anticuado, ya no se representa, mientras el de Lope triunfa, es entonces cuando comienzan los ataques; pero lejos de pagarle con la misma moneda, este último se desentiende, sus preocupaciones van por otros derroteros. En una carta al Duque de Sesa, Lope escribe: "De poetas no es buen siglo este, pero ninguno tan malo como Cervantes", lo que hiere enormemente a nuestro autor.

Ataca a Lope acusándolo de no respetar los principios aristotélicos de unidad de tiempo, acción y lugar, algo que él mismo tampoco cumplía en su teatro. Le exasperaba la acomodación del teatro de Lope al gusto de los espectadores, que este no dudaba en confesar orgulloso.

En el prólogo a Ocho comedias y ocho entremeses (aparecida en 1615, un año antes de su muerte), el propio Cervantes se atribuye éxitos ajenos debido al fracaso. Habla de haber compuesto hasta 20 o 30 obras por las que no obtuvo alimento. Sin embargo, todos los biógrafos coinciden en afirmar que, aunque se hubiesen perdido obras, estas no podrían ser ni 20 ni 30.

Se contemplan dos etapas en la obra de Cervantes. La primera, con obras como La destrucción de Numancia y El trato de Argel, de los últimos años del siglo XVI, obras en las que realza la libertad por encima de todo. Cae en el patetismo y en el verso hueco, defectos de la tragedia de fin de siglo. Sin embargo, es Cervantes y su obra supera con creces lo que se venía haciendo en aquel momento en España.

En la segunda etapa estarían las Ocho comedias y ocho entremeses, con elementos autobiográficos, históricos, folclóricos, temas vividos y motivos que dejaron huella en sus pensamientos. En sus obras están la doble intriga, el disfraz, el equívoco... En definitiva, el drama interior del autor, que intenta imitar a Lope a la vez que lo rechaza.

El Quijote es el resultado de esa vida angustiada y desesperada, la reacción de Cervantes ante las circunstancias que le ha tocado vivir. La ironía, el distanciamiento y la destrucción de la realidad llegan a sus últimas consecuencias.

Supuso un éxito inmediato tras su publicación, aunque esto no supusiera una gran ostentación económica para su autor, en comparación con otros contemporáneos de la época. De hecho, el éxito fue tal que surgieron diversas ediciones piratas, la más famosa de ellas la de Alonso Fernández de Avellaneda (Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, 1614). Aún a día de hoy desconocemos quién fue este autor (se sospecha de casi medio centenar de hombres), tan solo que era próximo al teatro, seguidor de Lope y detractor de Cervantes (le acusa de cornudo y homosexual), aunque devoto de su novela. Sin embargo, esta obra apócrifa influyó enormemente en el resultado de la segunda parte de Cervantes, haciendo que este se apresurara a terminarla (ya enfermo) para aparecer en 1615, tan solo un año antes de su muerte, y así con ella cambiar la historia de la literatura.

Pese al éxito, el Quijote no fue entendido por sus contemporáneos sino como una obra cómica y una crítica a las novelas de caballerías. Tan solo unos pocos la entendieron, entre los que se encuentra Calderón (no así Quevedo).

El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha está considerada en realidad la primera novela moderna escrita. El loco que quiere cambiar el mundo y hacer de él un lugar mejor, valiéndose para ello de la literatura que él mismo ha leído (libros de caballerías, novela pastoril). La lectura del Quijote es un viaje maravilloso (y divertido) en el que te topas con lo más profundo del ser humano, con sus anhelos, sus miedos, sus posibilidades infinitas, tal y como describe el profesor Ángel García Galiano.

Cervantes vivió hace 400 años y, sin embargo, es nuestro contemporáneo: describe como nadie los entresijos del alma, las relaciones sociales, los ideales más puros, la perplejidad quebradiza del ser humano, la búsqueda de un sentido. Da a luz una obra llena de vitalidad, un relato que te conduce a aventuras extraordinarias, a lugares asombrosos situados en algún lugar entre la fantasía y la realidad.

Es posible que ni el propio Cervantes fuese consciente de la magnitud de su trabajo: obsesionado por querer sobresalir en otros géneros no supo que había creado la obra más importante de la literatura española. Y este es un momento estupendo para (volver a) comprobarlo.