La sensibilidad del poeta Joaquín Pasos demuestra un alcance hacia muchas de las concavidades que guarda el comportamiento humano.

Se percibe, por ejemplo, en su extensa composición denominada Canto de Guerra de las Cosas, estímulos y emociones que transcurren sobre un escenario ecléctico, capaz de abarcar un fondo de destrucción, desde un corte filosófico, de protesta, de religiosidad. Se engulle la desesperación, el peso cruel que puede alcanzar lo natural ante la alteración que promueve la mano antropocéntrica, así como una interacción entre el ser y su extensión aglomerada de las cosas circundantes.

Al voltear la mirada hacia el mundo de Pasos, surge además una atención relevante que él demuestra hacia el escenario y la vida del indio.

De acuerdo al historiador y crítico de arte genovés Franco Cerutti, Pasos sería probablemente el poeta a quien debemos los más logrados esbozos indígenas, indicando el genovés para con este escritor la facultad del trazo y pincelada poderosa y segura.

El trabajo investigativo de Cerutti se encarga de recopilar la actuación literaria que presentan algunos hacedores de la poesía contemporánea nicaragüense y su enfoque sobre la realidad indígena, dejándonos ver que hay una escasez de interés en dicha temática por parte del quehacer poético y narrativo de Nicaragua.

El investigador llega a sorprenderse de la exigüidad que ocupa la atención literaria hacia el mundo indígena, aún cuando éste sigue vivo a su lado, en el andar del obrero, el campesino, incluso en las gruesas reminiscencias y facciones citadinas.

Aquí, el autor además expresa: “Los ríos solemnes y majestuosos, la vegetación lujuriante, las infinitas variedades de una zoología que va del jaguar al mono, del tapir a la iguana, de las serpientes venenosas a los más multicolores pájaros, todo está presente en la lírica nicaragüense post-dariana, pero al indio, ¿qué papel se le ha reservado?”

Descubrimos en la poesía de Pasos, al igual que en otros poetas y narradores apuntados en la recopilación de Cerutti, la idea de humanizar al público, acudiendo a una muestra sobre la herida indígena y el sufrimiento que esta genera.

En tal sentido, podemos valorar aquí otro de sus recurrentes poemas, llamado India Caída en el Mercado, donde nos acerca a un paraje cotidiano para indicar que:

Ella se desmayó, la desmayaron.
Al lavarle el estómago los médicos
lo encontraron vacío, lleno de hambre,
de hambre y de misterio.
Muy doloroso cuadro Carlos.
Muy doloroso y sumamente amado.
Han volteado su cara -¡ah oscura palidez!- Con el derrame,
las yugulares están secas y la sangre
huyó secretamente, ¡ah,
la viera su madre!

Sin embargo, para Pasos, el esquema aflictivo y desolador en la figura del indio representaría solo una de sus aristas.

La atención del poeta llegaría a retratar un nuevo carácter que parte de las secuelas del mestizaje, donde el indígena adopta de su pasado la simbiosis que lo hace aparecer y permanecer en la actualidad, lleno de nuevas particularidades.

Es decir, aborda al indio (ahora mestizo) capaz de desplazarse en diferentes escalas y estratos sociales, difuminando a veces las estructuras de subordinación que históricamente lo revisten, pero aparece un resquicio donde se aprecia que, aunque existe la intención de asimilar y equiparar de alguna forma la descendencia indígena con la europea, esto resulta como fruto de la nueva realidad.

Se mantienen insoslayables valores intrínsecos que distancian estos dos polos, generando un panorama ambiguo y a veces un inesperado efecto sarcástico.

Se hace relevante, además, esbozar en la vida del autor ciertos patrones de su propio carácter identitario para sondear así, desde otro sitio, el criterio de sus letras.

De acuerdo a la conocida antología que ordenara el poeta Ernesto Cardenal en relación a la obra de Pasos, denominada Poemas de un joven, en 1962, se revela una sucesión de temáticas cuyos encabezados emprenden de forma intencional un sentido antagónico.

Cardenal sigue la voluntad enmarcada por Pasos y secciona su poesía amorosa con el título: Poemas de un joven que no ha amado nunca.

Así también agrupa sus escritos en inglés como Poemas de un joven que no sabe inglés, sus versos de viajero como Poemas de un joven que no ha viajado nunca.

Se liberan de este patrón de incompatibilidad premeditada sus poemas de tópico indígena.

Sin embargo, apuntaría Cerutti que Pasos nunca ha manifestado el menor gesto de búsqueda, acercamiento o simple contacto con el indio o con la tierra.

Invoca, en este sentido, las palabras de Pablo Antonio Cuadra, quien fungía como uno de los críticos más agudos sobre la labor de Joaquín y que en un momento, refiriéndose a los poemas indigenistas de Pasos, dijo que aquellos deberían tener por título Poemas de un joven que no conoce al indio.

Para concluir con el modelo antagónico de Pasos, habrían de señalar otros críticos que la obra del poeta profesaba una labor de hispanidad sin ser hispanista.

Pero quizás era la religión lo que gravitaba con fuerza en el autor, repercutiendo esta en su visión social y artística.

Dicha entrega a la fe católica se hace notable reiteradamente en el conglomerado de escritos, artículos y ensayos del poeta, recopilados por el crítico y literario Julio Valle Castillo, en el libro titulado Prosas de un joven.

La exaltación de la creencia y obediencia que se designa en los valores provenientes de la imagen divina, llevaría al poeta a percibir múltiples capítulos de la historia de Nicaragua bajo una lente que podría resultar cuestionable.

Como un ejemplo de esta perspectiva, nos podríamos remitir al ensayo que él denomina Origen e interpretación de la mujer nicaragüense. Aquí sobresale la magnificencia que él indica sobre el gobernador español Pedrarias Dávila y su hija María de Peñaloza, colocando a la segunda como la fundadora de la sociedad nicaragüense.

En su disertación, el poeta indica: “La primera dama de nuestra provincia era como una mujer fuerte del evangelio. Fue conquistadora, defensora y civilizadora. Mujer íntegra y maravillosa.”

En esta misma prosa refiere a la primera dama como la que expulsó del púlpito al Padre Bartolomé de las Casas en el templo de San Francisco, pues el fraile se negaba a la absolución de los expedicionarios, quienes desplegaban (según el sacerdote) una maliciosa empresa.

Para Pasos, el monje Bartolomé de las Casas (quien se conoce y trascendió en la historia como el defensor de los indios) hablaba con demasiada injuria contra el ideal hispano.

En esta línea, es también sabido que el “Magnífico” Pedrarias Dávila, glorificado por el poeta, dejaría su huella como uno de los conquistadores más determinados para erigir su opulencia con la explotación del pueblo nativo.