El capitalismo experimenta una acelerada transición hacia otra etapa de sí mismo: la autogestión y la sociedad autogestionada pueden evitar la involución panóptica del sistema.

No se enteran

Tantas veces se ha transformado el capitalismo que ya no existe, al menos no como se le percibió en los siglos XVIII, XIX y XX. De esa desaparición aún no se enteran ni los adversarios más acérrimos de ese sistema social ni sus defensores más radicales y puristas; menos se percatan de ello las narrativas ideológicas academicistas o las tecnoburocracias dueñas de los Estados, los gobiernos y los mercados.

Al no enterarse de la extinción de las formas capitalistas preexistentes, defensores y críticos permanecen ignorando el sentido histórico de las transformaciones actuales. El despiste es monumental. Las dinámicas capitalistas transcurren por unos cauces que los ideólogos y políticos ni siquiera imaginan.

Diez tesis

En las líneas siguientes me concentro en la transición histórica actual, los tipos de capitalismos existentes, su evolución hacia la consolidación y desarrollo del capitalismo panóptico y, en ese marco, lo que puede significar la autogestión y la sociedad autogestionada. Las diez tesis que resumo a continuación responden a estos asuntos; lo hacen de manera general, sin ahondar en detalles.

Primera: al momento de escribir este ensayo, existen cuatro tipos de capitalismo: el capitalismo de Estado propietarista, interventor, centralista, hiper-regulador de los mercados de bienes y servicios que, en sus modos más extremos, adopta los contenidos y las formas de una dictadura política. A este capitalismo algunos le han denominado socialismo, pero esto constituye uno de los engaños más grandes de los siglos XIX, XX y XXI. El denominado “socialismo”, sea en la extinta Unión Soviética, en la Europa del Este entre 1945 y 1990, en la actual República Popular China o, más recientemente, en las experiencias latinoamericanas de socialismo del siglo XXI, es en realidad capitalismo de Estado dictatorial.

En contraposición al capitalismo propietarista suelen presentarse los denominados capitalismos desregulados neoliberales, asociados al paradigma económico neoclásico; el capitalismo estatizante no dictatorial, vinculado al paradigma keynesiano, y el capitalismo desregulado de Estado mínimo, característico del paradigma económico austriaco.

Los cuatro tipos de capitalismo indicados pueden evolucionar hacia el capitalismo panóptico (ver definición más adelante), pero esta circunstancia es más probable en donde existe una presencia mayor de políticos, ideólogos, teólogos y religiosos, y esto por una razón muy sencilla: es ahí donde se cultiva con mayor intensidad el sueño (pesadilla) de controlar y manipular a la población.

Segunda: en un sentido tradicional de historia económica, el capitalismo ha evolucionado desde una etapa comercial, pasando por la fase industrial y financiera, hasta llegar al capitalismo digital y al capitalismo panóptico.

Estas fases o etapas se han estudiado con detalle en algunas regiones y sociedades, pero no en todas, por lo cual se incurre en un grave equívoco cuando el esquema evolutivo señalado se postula como universal, aplicable a todos los países, regiones y civilizaciones.

Lo que sí tiene un valor universal es el principio incremental y el fenómeno de la destrucción creativa. Cualquiera sea la sociedad considerada, esta se transforma debido a la búsqueda permanente de bienestar y crecimiento productivo (principio incremental); tal búsqueda conduce a la destrucción creativa de las circunstancias pasadas. El principio incremental y la destrucción creativa pueden tener intensidades distintas en distintas culturas y sociedades, pero en todas, a la larga, implican una presión hacia el dinamismo permanente.

Tercera: conviene remontarnos a los siglos XIX y principios del XX. En ese período vieron la luz varias obras que pretendían explicar la esencia del capitalismo. Al principio, algunos de los estudios contenían méritos indudables tanto en términos metodológicos como de diagnóstico, pero cuando esos méritos se utilizaron en los feudos del poder político, ideológico y religioso, el resultado analítico fue muy mediocre, hasta el punto que las investigaciones efectuadas con antelación, pese a sus méritos, se convirtieron en balbuceos desorientadores, útiles para la manipulación emocional de las masas humanas, pero inútiles en cuando al conocimiento efectivo.

A la desorientación indicada se unió el desconocimiento de las formas específicas, nacionales, del sistema capitalista; y a este cúmulo de ignorancias los ideólogos de turno lo presentaron como si fuese saber científico, cuando en realidad se trataba de un galimatías de creencias y de subjetivismos egolátricos que remplazaban la rigurosidad metodológica y la sustituían con juegos de palabras y emocionalismos sociales.

Fue así como se produjo el derrumbe de los conocimientos sobre el capitalismo, sus múltiples formas y contenidos; tal descalabro, hasta el día de hoy, es el origen de innumerables extravíos mentales, emocionales, psicológicos, políticos y religiosos, conducentes a los fanatismos, sectarismos y dogmas más destructivos experimentados en los siglos XIX, XX y XXI.

Cuarta: dada la desaparición de los conocimientos integrales sobre los diversos tipos de capitalismo, se comprende por qué fracasan los vaticinios sobre su final. Se trata de un fracaso derivado del desconocimiento. Quienes postulan, siglo tras siglo, el final inminente de este sistema, no aciertan en sus pronósticos debido a una causa: sus enfoques se refieren no a los capitalismos realmente existentes, sino a las palabras disfrazadas de ciencia que inventan sobre ese sistema.

Quinta: es imperativo, por lo tanto, recuperar el principio metodológico pertinente para generar conocimientos válidos sobre los capitalismos. Conviene recordar que este sistema no es solo propiedad, mercado, dinero y consumo; en interacción con estas variables actúan realidades jurídico-políticas, sociales, científicas, tecnológicas, militares, psicológicas, educativas y culturales. El capitalismo, en cualquiera de sus formas y de sus contenidos, es siempre el resultado dinámico de la interacción histórica de los ámbitos indicados, siendo el principio metodológico de su conocimiento el de la integración metódica de los subsistemas. Sin aplicar este principio no es viable obtener conocimientos válidos, a lo sumo retazos incompletos y fragmentarios.

Sexta: los capitalismos realmente existentes tienden a transformarse en capitalismo panóptico. ¿En qué consiste este capitalismo? En una radicalización sin precedentes de los modelos de control, vigilancia, castigo, invisibilización y eliminación mediática, digital y física de las personas. Dicho de otra manera, el capitalismo panóptico equivale al “ojo tecnológico que todo lo ve”, añorado desde tiempos inmemoriales en las estructuras de poder. Ese ojo que todo lo ve amenaza con eliminar el régimen de libertades y el Estado Constitucional de Derecho existentes en los capitalismos de Estado y desregulados no autoritarios, al tiempo que diluye el sentido de autonomía, comunidad y vida fraterna.

Séptima: el capitalismo panóptico no es el resultado de una evolución inevitable, empírico-objetiva de la tecnología. Se trata de una intención política e ideológica subyacente al uso de los instrumentos tecnológicos. Dicho de otra manera, la revolución tecnológica, por sí misma, no genera la naturaleza panóptica del sistema. Ese carácter se desprende de la voluntad política presente en los Estados, gobiernos, mercados y sectarismos de todo tipo.

Octava: el vocablo panóptico fue propuesto en el siglo XVIII por el filósofo empirista Jeremy Bentham, quien lo derivó de la tradición arquitectónica. Para Bentham se trataba de una estructura carcelaria que permitía a un solo policía o guardián observar en todo momento a los privados de libertad, sin que estos se percataran de estar siendo vigilados.

Si bien Bentham no desarrolló su idea en ámbitos sociológicos, económicos, políticos e ideológicos más amplios, esto si ocurrió en los siglos siguientes, especialmente en el XX, cuando se hizo evidente la presencia de estructuras de poder propietarias efectivas de los Estados, los gobiernos y los mercados económicos, asociadas a instrumentos tecnológicos de control cada vez más sofisticados y eficaces. Las sociedades humanas se transformaron, poco a poco, en prisiones basadas en el control tecnológico de la población, y esa condición alcanzó el nivel del capitalismo panóptico contemporáneo.

Lo panóptico es una red de redes de poder bastante más compleja y profunda que lo atisbado por Bentham en el siglo XVIII u otros filósofos en el siglo XX. La concreción actual de esa red de redes es un subsistema de control social a escala planetaria, multi-clasista y pluri-factorial, fundamentado en los más recientes productos de la revolución científica y tecnológica. Lo que ahora se experimenta no es el final del capitalismo como el rostro más visible del Sistema-Mundo, sino su transformación en otra etapa de sí mismo. La gran disyuntiva del siglo XXI es consolidar el capitalismo panóptico ya existente o evitarlo a través de formas no panópticas. Este es el tema de nuestro tiempo.

Novena: defino la autogestión como el desarrollo de las capacidades humanas para crear realidades individuales y sociales sin depender de los poderes fácticos establecidos, y a la sociedad autogestionada como aquella donde predominan e interaccionan las realidades originadas en la autogestión, priorizando la vida comunitaria y las libertades personales. Se trata, en el fondo, de un modelo de gestión social que evita la involución panóptica.

Décima: la sociedad autogestionada puede derivarse de varias fuentes, de los cuatro tipos de capitalismo indicados con anterioridad y de movimientos sociales que practiquen formas de autogestión social. En el estado actual de los hechos y de los conocimientos socialmente disponibles no es posible afirmar que la autogestión sea capitalismo autogestionado o, por el contrario, un tipo distinto de sociedad. Este es un tema abierto a la investigación y la experiencia social.

Prognosis

Para finalizar estas breves reflexiones, permítaseme compartir una visión general sobre algunas de las líneas maestras del futuro.

El período 2020-2030 ha sido marcado como una gran transición histórica en la cual confluyen y se enfrentan movimientos sociales, Estados, gobiernos, mercados y religiones que se adscriben a los distintos capitalismos existentes y a los imperios correspondientes (Estados Unidos de América, República Popular China y Federación de Rusia). Este enfrentamiento ha destruido la estabilidad estratégica creada al final de la Segunda Guerra Mundial (1945), así como la originada al producirse el final de la Guerra Fría (1990).

Entre los años 2000 y 2020 se generó el resquebrajamiento de la estabilidad creada en 1990, y en estos años se produce el crecimiento y expansión de la República Popular China en competencia con Estados Unidos de América, el relanzamiento militar de la República Federal Rusa y la crisis y pérdida de credibilidad del proyecto de la Unión Europea, mientras América Latina y otras regiones permanecen ancladas y dependientes de variables exógenas a sus realidades.

Es previsible que en los alrededores del año 2030 se forme una nueva estabilidad estratégica global y sea esta el fundamento de la evolución social hasta los años 2070-2080, cuando se iniciaría una nueva fase de transición del capitalismo hasta llegar a los alrededores del año 2100.

Obsérvese que del año 2026 al 2100 transcurren solo 74 años, de modo que una predicción como la señalada puede considerarse como una hipótesis plausible sobre la base de las tendencias empíricas observadas en la actualidad. El resto del siglo XXI existe en nuestro presente, y los inicios del siglo XXII se encuentran entre nosotros.