Francisco  Barbarrubia
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Francisco Barbarrubia

En A Caniza, una pequeña villa situada en la zona alta del valle conformado por el río Deva, la sierra de A Paradanta, a un lado, y la del Suído, por el otro, Galiza, me alumbran.

Música celta, poesía, deporte, risa, animales y animalismos, montañismo, bicicleta monte, cerveza y fiesta son de las primeras especializaciones que se me atribuyen en el sesgado rol de una comunidad casi tolkiana, una sociedad á feira.

La planificación cuadriculada y orden esculpido por la universidad, me aboca a citar la Universidade de Vigo como alma mater y a Tesla como referente en el campo de la ingeniería eléctrica. Ahora bien, encuentro que la chispa es lo esencial y, por este mismo elemento que comparten el fuego o el arco eléctrico, máster de energías renovables incluido, declaro que la educación formal es insuficiente y mercantilista y por ende, debería evolucionar (o al menos volver algunos años atrás) hasta ser el espacio de reunión de personas que persigue un conocimiento que pueda devolver a su comunidad sin afectarla negativamente ni a ella ni a su entorno.

Así a todo, como un rayo, los años universitarios vuelan y, con ellos, yo mismo en 2013 aterrizo en la primera etapa de mi viaje extracomunitario, la antipódica y salvaje Australia. Por cierto no lean viaje extraeuropeocontinental o extraunióneuropea, no, con extracomunitario me refiero a fuera de la comunidad de mi pueblo. En Melbourne, si bien desarrollo una óptima interacción con el medio, explorando ecosistemas plagados de macrofauna y vegetales prehistóricos, vivo en mis carnes la vida en un sistema completamente individualizado, deshumanizado y perjudicial para con la vida en nuestro planeta.

Viajando y deviniendo en otros ecosistemas del planeta, aprendiendo de gentes de aquí e acolá, muriendo con el sol rojo del Mekong, ardiendo en la turba, rodeado de masa (grupo de población parida directamente por el sistema, relectura de G. Soublette) en alguna ciudad de paso hacia lo natural, no ée como llegué a renacer aquí, a escasos quilómetros de la cordillera de los Andes, en el sur de Chile, desde finales del 17.

Desde entonces he puesto manos y corazón en diferentes tipos de organizaciones humanas en pos de un futuro alternativo. He explorado la forma de instaurar una cultura alternativa a través de asociaciones, cooperativas de consumo, ONG o bibliotecas de semillas. Incursionando incluso en el sistema económico a través de la fundación de una empresa B. Spoiler: con este proyecto me concentré en el feliz objetivo de enviar un torpedo a la línea de flotación del capitalismo, pero cuándo más cerca pensaba que estaba de alcanzar el objetivo, más cercado por el sistema me sentía, hasta que tuve que abandonar el proyecto, no sin antes colectivizar la participación societaria.

Lecciones he extraído de todas las etapas, pero actualmente los localismos interconectados creo que son el modelo de organización humana a abordar para lograr el menor impacto global. La soberanía alimentaria cultivando con técnicas regenerativas (en ambientes degradados) o naturales, como diría Fukuoka, considero que es la piedra básica sobre la que sostener una nueva sociedad que no persiga cortar la cabeza del rey de turno y erigirse como nuevo líder. Y esto es importante, ya que se trata de conformar una mayoría pacifista que instaure las medidas adecuadas para permitir un desarrollo ecocéntrico de la Naturaleza.

Y si has llegado hasta aquí, ¿cuál sería una pincelada de futuro alternativo? He aquí: El agricultor natural, el que no cultiva con químicos, se devuelve a su posición predominante en los roles comunitarios. Las jaurías de hombres dominantes se disgregan dentro de un cerco a escala planetaria. La diversidad social proporciona la guía colectiva, al igual que una huerta diversa proporciona abundante alimento. Se protegen los servicios sociales voluntarios como pueden ser los cuidados o los liderazgos en sistemas comunitarios que proporcionen resiliencia a todas las formas de vida. El mercado se desregula pero de verdad, no a lo Smithsiano, es decir, se tienen en cuenta las externalidades en las que incurren las empresas al realizar su actividad y los productos cuestan lo que realmente valen, incorporando los costes ambientales y sociales que hoy en día se tienden a obviar.

Actualmente desarrollo proyectos de acción rural comunitaria. Por citar algunos: intercambios de semillas y saberes, ferias agroecológicas o desarrollo de técnicas poéticas para agricultores familiares.

Soy agricultor permacultor, escribo poesía y busco desarrollar una organización sociocultural eficaz que avance en las materias señaladas en esta breve biografía.

Ah, en Spotify e Ivoox, puedes buscar Radio Micelio, un Podcast que codirijo y que busca describir el éxito de una vida natural para personas, otras especies y nuestro entorno, mediante la entrevista. Se trata de visibilizar una red interconectada de historias de vida cotidiana que demuestran una cultura alternativa y permiten una sana interacción con el planeta y quienes lo habitamos. Gente particular y específica que acompaña la gestación, obtiene sus alimentos, fabrica sus objetos, construye sus casas, que nace, se desarrolla y muere de una forma distinta.

Ei carballeira!

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