Siempre que se desarrolle un análisis energético basado en el consumo eléctrico se debe comenzar nombrando a Nikola Tesla.

Tesla fue un ubérrimo inventor que vivió entre finales del siglo XIX y principios de XX. Nacido en la Europa imperial, fue formándose e ideando inventos magníficos que granjeaban recelo entre maestros y colegas conservadores de la época, hasta que cruza el atlántico y se afinca en la Nueva York de las puertas abiertas a la emigración.

Algunos de sus inventos, como el rayo de la muerte o un sistema de transmisión eléctrica mundial gratuito y sin cables, no se han podido desarrollar debido a los intereses de los lobbies de turno y a que muchos de los mecanismos solamente se encontraban en su cabeza y no en papel. En sus memorias describe cómo es capaz de imaginar la construcción de un mecanismo y «ponerlo a funcionar» (en su cabeza, claro) para saber qué componentes fallarán con el tiempo y substituirlos previo a su fabricación.

Pero la mayoría de sus inventos se usan en la actualidad con bastante frecuencia: la radio, las luces de neón, el sistema de rayos X y el radiocontrol, entre otros. Pero de todos ellos, destaca un invento por sobre el resto. Invento que más bien es todo un sistema de aprovechamiento de la energía eléctrica y de cómo distribuirla a los puntos finales de consumo: nuestras casas, comercios e industrias. Nacía en la cabeza de Tesla la idea de usar la corriente alterna para abastecer la demanda incipiente de electricidad.

Tesla inventaba las primeras máquinas de generación eléctrica y las instalaba en las cataratas del Niágara junto con un sistema de transmisión de la energía y los consumos finales. Se comenzaba a iluminar el mundo en la noche.

Entrando en materia, la electricidad presenta cierta naturaleza de fluido, y como el agua, esta circula siempre por el camino más corto y fácil. Así por ejemplo nuestro índice de mortalidad si entramos en contacto con la electricidad varía según el camino que sigue la electricidad por el interior de nuestro cuerpo: si el camino atraviesa el corazón el riesgo de muerte aumenta.

En el sistema eléctrico actual, este precepto se mantiene, la electricidad viaja hacia los consumos desde la fuente de generación más cercana. Por lo que, si tienes cerca una central térmica donde queman carbón para generar energía eléctrica, tu energía no proviene de las centrales fotovoltaicas del desierto de Atacama, como sucede en el caso del sur de Chile.

En noviembre del año 2020, la matriz energética de Chile se divide entre el 75% de la potencia instalada de las generadoras de energía eléctrica que son consideradas como fuentes de energía convencionales1 y el 25% de Energías Renovables No Convencionales (ERNC).

Las ERNC utilizadas como generadoras de energía en la matriz chilena son: - Solar fotovoltaica en un 12.6%. - Eólica en un 8.1%. - Biomasa (2.3%). - Minihidráulica de pasada (1.9%).2 - Geotermia (0.2%).

La problemática presente en la generación de energía sucede en todos los países por igual: las emisiones de CO2 por kW generado cambian según la tecnología que se use para ello. Se detallan dichas emisiones según tecnología a continuación:

  • Central de carbón: 0.961 kg de CO2/kW.
  • Central de petróleo/gas: 0.828 kg de CO2/kW.
  • Central de ciclo combinado: 0.372 kg de CO2/kW.
  • Central eólica: 0 kg de CO2/kW.
  • Central hidroeléctrica: 0 kg de CO2/kW.
  • Central geotérmica: 0 kg de CO2/kW.
  • Central solar: 0 kg de CO2/kW.

Es por ello por lo que el promedio de emisiones de CO2 en la generación de energía eléctrica de Chile durante el año 2020 alcanzó los 0.4147 tCO2eq/MW, con lo que se liberan 10,322 toneladas de CO2 equivalente a la hora (247,725 tCO2eq/día).

Nuestro planeta en su componente atmosférico supera las 40 gigatoneladas de CO2 equivalente, alcanzando las 415 ppm (partes por millón). Hemos alcanzado el nivel de CO2 en la atmósfera más alto de los últimos 800,000 años en tan solo 150 años.

La «amenaza» de un cambio climático con un aumento de la temperatura rápido y desenfrenado siempre fue una realidad y es, en los últimos años, cuando más se está notando. Es por este motivo que los científicos de todo el mundo, herederos de la buena voluntad que también tenía Tesla a la hora de compartir sus ideas e ideales con el resto de la población, trabajan incansablemente modelando otras tierras según la temperatura que alcancen, analizando el funcionamiento de estas y viendo qué componentes son los más débiles en las diferentes ecuaciones.

También por esto, todos los ojos se posan en la próxima cumbre ambiental de Glasgow, donde se deberá poner freno a la emisión de GEI (gases de efecto invernadero) para tratar de detener el aumento de temperatura de la tierra y situarlo en un valor inferior a los 2ºC.

Conviene recordar que debido a que los GEI ya emitidos tienen vida prolongada, es imposible evitar el aumento de temperatura de la Tierra, lo que sí se puede es mitigarlo para evitar las repercusiones negativas lo máximo posible, como las extinciones en masa, por ejemplo.

Volviendo al contexto energético, los sistemas eléctricos tradicionales siempre se han analizado de forma individualizada, desde la generación hasta el consumo, pero hoy en día la tendencia a que esto cambie está más cerca. Se está logrando la evolución hacia lo que se conoce como una smart grid. Un sistema donde los consumos (hogares, industrias) produzcan su propia energía mediante el uso de energías renovables y se reduzca la demanda de energía mediante la incorporación de medidas de eficiencia energética.

Además, con un sistema de control mucho más exhaustivo se derivará la energía de forma más eficiente entre los consumos priorizando las fuentes de energía renovable.

¿Qué podemos aportar a nivel individual y residencial a la lucha contra el cambio climático?

Lo primero de todo es asociarnos con nuestros vecinos, exigir a las instituciones medidas reales de cambio en los estándares de calidad de la vivienda. Eliminar la precarización de las condiciones de vida de nuestros semejantes.

Para minimizar el consumo energético en calefacción, ventilación y refrigeración se deberán:

  • Construir los barrios residenciales en lugares adecuados, fundiéndose con la naturaleza. Es decir, que mantengan una orientación adecuada que siga la posición del sol, la roseta de los vientos, etc...
  • Utilizar sistemas de calefacción distrital.
  • Mantener las capas de aislamiento de nuestra casa según los niveles adecuados.
  • Utilizar sistemas de calefacción eficientes como las bombas de calor que, después de la leña, tienen el precio más barato por generación de energía térmica y no emiten CO2.3

Para minimizar el consumo de agua se pueden instalar sistemas de cosecha de aguas de lluvia para riego o utilización en las descargas del WC.

Para la generación de agua caliente para nuestras duchas y lavaplatos, se pueden instalar sistemas solares térmicos que calientan el agua mediante la energía solar.

Para la generación de energía eléctrica, los sistemas fotovoltaicos (o minieólicos) son tecnologías maduras que, por cumplir, cumplen hasta con los niveles de devolución de la inversión de los que nuestro sistema capitalista disfruta tanto en las latitudes más frías.

Tesla tenía un sueño, que era el de erradicar la pobreza mediante la distribución de energía eléctrica gratuita, sin cables, a toda la población. Su sueño aún no ha sido posible alcanzarlo debido a diferentes factores, pero poco a poco nos vamos despegando de la teta de ese animal enfermo que es la matriz energética contaminante y extractivista de nuestros países.

Notas

1 Energía convencional: energía obtenida mediante la quema de combustibles fósiles o mediante la gran hidroeléctrica.
2 Se considera ERNC a las centrales hidroeléctricas de pasada o embalse de potencia menor a 20MW.
3 Las bombas de calor funcionan con energía eléctrica, pero también aprovechan la temperatura del aire para generar energía térmica. Las más habituales en el mercado tienen COP promedio de 4, lo que implica que por cada kWh eléctrico consumido aprovechan 3 del aire y devuelven 4 kW de energía térmica.