El cochayuyo (Durvillaea antarctica) es un ser vivo del reino chromista; un tipo de alga que al menos crece en el Pacífico meridional, donde forma frondosos bancos y alberga un crisol de especies que habitan o se alimentan en este denso bosque marino. Sus largos tallos son alimento también para el ser humano y en este momento me dispongo a degustar ceviche de cosecha sostenible mientras escribo estas líneas. La educación de cosecha sostenible es vital ya que actualmente asemeja que existe nulo control sobre su tala (o extracción) por lo que está siendo exportado a gran escala y eso compromete la existencia de todo este ecosistema subacuático.

Esto en Chile es parte de una dinámica de acción territorial que viene impulsada desde tiempos de la Conquista: una política de agotamiento del recurso como forma de crecimiento mas bien individualizado y desde luego efímero. Esta es la forma en la que sucesivos Gobiernos con origen en el Virreinato del Perú apremian a la empresa privada: explotan a los habitantes y ceden recursos a cambio de medrar en el círculo de élite que compone el 1% de la oligarquía que maneja el país. Todos los Gobiernos excepto aquel que propuso lo contrario habiendo empezado de forma tan democrática, pero finalizado a sangre y tortura a partir del 73 acercándose al último cuarto del llamado siglo de sangre (si tan sólo supiera el bueno de Neruda...).

Lo que sucedió después de 1973 es ampliamente sabido y salpica a cualquier persona que nace en algún punto de la larga y angosta faja de tierra que conforma el Estado de Chile. Este conjunto poblacional del país se podría dividir actualmente en dos atendiendo a sus preocupaciones y la militarización de su tierra:

  • Personas de los pueblos originarios que pierden sus tierras y que viven en un estado de guerra militarizada y violencia permanente (mapuches).
  • Personas de diferentes etnias no originarias que desde hace 29 años no tienen a un dictador como jefe de Gobierno y no veían un tanque en la calle (aunque ojo si hay terremotos).

Hoy los tanques están en las calles de todo el territorio. El mapuche con sus lofs (familias), los pueblos atacameños, los rapanui o la gente winka (extranjero en mapudungún o idioma mapuche) carecen de políticas sociales y laborales básicas del siglo XXI. Políticas que en Europa del sur llevan años de ensayo y aunque parezca que hayan salido error desde su injerto desde luego son más amables socialmente. Algunas de las medidas que se piden en las marchas son:

  • Sueldo mínimo de 500.000 pesos (unos 622 euros) para un país con el costo de vida de España o Italia y sin apenas recursos públicos de calidad.
  • 40 horas de trabajo (a la fecha, 45 horas).
  • Pensiones básicas iguales al sueldo mínimo y dignas, que no estén en manos de empresas privadas.
  • Salud, educación, agua, recursos naturales públicos.
  • Largo etcétera...

Aún no termino este nutritivo ceviche de cochayuyo porque es difícil adaptarse al sabor del alga para un estómago alicatado por la dieta mediterránea y la atlántica ibérica, además masticarlo cuesta un poco.

Sucede algo curioso: el digerir la política social y medioambiental de este país me recuerda a este alimento, el sabor no es tan bueno y cuesta un poco masticarlo, pero de igual forma es inmensamente nutritivo el comprenderlo. Abiertas o no sus venas, esto es Latinoamérica.