Hace 171 años comenzó el colapso natural de una gran extensión de bosque antiguo en el sur chileno. Los bosques inagotables que describe el protagonista del artículo se han visto confinados en las dos grandes sierras: la de la costa y la de los Andes. Las plantaciones de monocultivo comercial y los grandes latifundios ganaderos han deforestado el sur. Los milenarios alerces, «de los cuales se sacaban más de 20,000 tablas con hacha de mano y se desperdiciaba gran parte del tronco», que quedan en el siglo XXI se cuentan con los dedos de la mano, al igual que otros grandes árboles que han sido aserrados desde el XIX en adelante.

La tierra no es una fuente inagotable de recursos, este es un ejemplo de la mala gestión histórica (y actual) en la relación con nuestros aliados de vida, los bosques.

Contexto biográfico

Pérez Rosales fue nacido en el seno de la aristocracia chilena de principios de siglo. Su padre murió cuando era niño y su madre se casó de nuevo con un burgués acaudalado. Con siete años, emigró junto con su familia a Mendoza, debido a las turbulencias políticas posindependencia de Chile. Regresó seis años después.

Le dieron educación y posición social, pero también, siendo un adolescente de catorce años, se lo confiaron a un capitán inglés quien lo embarcó engañado y lo hizo trabajar como marinero hasta el puerto de Río de Janeiro, ciudad donde lo abandonaron. Por no tener identificación ni medios para acreditarla debió asilarse en casa amiga. Tardó dos años en retornar de nuevo a Chile.

Lo de volver iba con el joven Vicente ya que, alcanzando la mayoría de edad, iría a estudiar literatura y artes a París. Para cuando regresa a Chile, se reinventa como productor de frutos europeos (frutilla y grosella), productor de aguardiente, curandero de yerbas medicinales y propietario de una mina de oro. Como le fue mal en todos estos negocios, acaba convirtiéndose en contrabandista en la frontera chileno-argentina.

Llegó a fundar un periódico antes de ser golpeado por la fiebre del oro y acudir a la California del salvaje oeste estadounidense. Después de haber desempeñado varias profesiones menores, perdió sus bienes en un incendio en San Francisco y otra vez el eterno retorno santiaguino lo convoca de nuevo en su ciudad natal; «las mismas caras, los mismos gestos», como cantaba Barricada. Era 1849.

Comienza la década de los cincuenta y Pérez Rosales se encuentra en bancarrota realizando actividades típicas de estratos sociales más bajos. Inesperadamente, el ministro del interior, Antonio Varas, lo convoca y le ofrece un puesto político en el gobierno de Montt1: agente del estado de la colonización del sur, en la provincia de Valdivia, «más conocida en tiempo de los españoles que en el de la República», como afirma él mismo acerca de su destino.

Hay que decir que Vicente hereda el cargo de Philippi, quien sienta la piedra de la colonización del Sur unos cinco años antes.

Cuando finaliza su labor como agente de colonización, se realiza como agente de inmigración y cónsul en Hamburgo, cargos relacionados con el programa estatal de inmigración alemana en el sur de Chile.

En las décadas de los sesenta y setenta, Vicente ostenta diversos cargos políticos. Muere en 1886.

Las consecuencias de sus decisiones han transformado el paisaje del sur de Chile para el resto de la eternidad. Durante el desempeño de su cargo, obtuvo territorios para numerosas colonias, entre ellas la de Isla Teja, en Valdivia y Llanquihue, fundó ciudades importantes como Puerto Montt e incendió la selva Valdiviana desde Osorno a las riberas norte y oeste del lago Llanquihue.

Como escritor, describió sus acciones como agente del estado en Memoria sobre la Colonización de Valdivia y la biográfica Recuerdos del Pasado, donde cuenta con detalle todas las etapas de su vida aquí mencionadas.

La provincia de Valdivia que encuentra y la que deja

Vicente llega al antiguo puerto de Corral el 12 de febrero 1850; sus apreciaciones iniciales elogian la exuberante vegetación y advierten del estado de decrepitud en el que se encuentra Valdivia tal y como resume él mismo: «¡Todo lo que es obra de la naturaleza aquí es tan grande, tan imponente y tan hermoso, cuanto mezquina, desgreñada y antipática es la obra del hombre!».

Con respecto a la región, ¿qué es lo que se encuentra el colonizador?: «templado clima; ausencia de aterradoras enfermedades, así como de indígenas hostiles y dañadoras fieras; territorio extenso y baldío; suelos arables (…); abundancia de materias primas fabriles e industriales; bosques inagotables (…)». Además, subraya la red fluvial navegable y un puerto seguro y cómodo. Según él, lo único que le falta a Valdivia es la población.

En aquel entonces, la provincia de Valdivia contaba únicamente con tres poblaciones winka (extranjero en mapudungún): Valdivia, La Unión y Osorno. Entre ellas no existía camino y es por ello que el trigo que se producía en La Unión y Osorno no salía de estos graneros y se pensaba que la región era improductiva debido a que «llovía en ella 370 días de los 365 que tiene el año».

Un aspecto interesante que destaca en varias ocasiones el autor es la existencia de manzanares silvestres que «a cada paso se encontraban, como perdidos entre los bosques». Cómo llegó el manzano (Malus domestica), especie euroasiática, al corazón de la selva templada fría del siglo XIX chileno debe ser resultado de una complejísima ecuación etnográfica e histórica de varios encuentros, no solo exclusivo de dos mundos, pero este es otro tema.

Mención merece también la descripción del agente de colonización sobre cómo los privados obtenían territorios: «buscando al cacique (Lonko en mapudungún) más inmediato, embriagándole y vendiéndole aguardiente barato para sellar el occidental trato». Esta fiebre del acaparamiento de terrenos surge a raíz de la propia ley de colonización del sur, ya que los propios chilenos comienzan a repartirse la tierra cercana a los lugares de población antes de que la adquiera el Estado para traspasar a los colonos.

Rosales no había podido encontrar terrenos en la región antes de que llegase la primera nave de colonos al puerto de Corral, sin embargo, debido a la donación de la Isla Teja de un militar a la ciudad de Valdivia, se logra encontrar acomodo para los miembros de esa primera expedición, entre los cuales se encuentra el célebre Carlos Anwandter. Los colonos juran emocionados lealtad a su nueva patria «seremos chilenos honrados y laboriosos como el que más lo fuere» destaca el mismo Anwandter.

Con el fin de encontrar nuevos territorios para las colonias, Rosales prepara una expedición al corazón de la selva de las actuales regiones de Los Ríos y Los Lagos. La expedición se interna por la vía fluvial del río Futa y continúa a caballo hasta La Unión por «las sendas más tortuosas y llenas de sartenejas que es posible imaginar, y siempre a la sombra de la tupidísima selva que separa el valle de la costa».

Una vez llegado a Osorno, Vicente Pérez Rosales se da cuenta de que los terrenos fiscales que busca se encuentran en la selva al sureste de esta ciudad. La expedición junto con el alemán Guillermo Frick y dos personas mapuche-huilliche continúa por la selva fría hasta el lago Llanquihue. En el regreso de la expedición, Pérez Rosales paga a uno de sus acompañantes nativos, Pichi-Juan, para que le prenda fuego a la selva, desde el margen occidental de esta en Chan-Chan hasta la cordillera, para poder acceder al propio lago.

El incendio del bosque templado frío habría durado en primera instancia tres meses. Sus cenizas empañaron el cielo de Valdivia, que está a más de ciento treinta kilómetros de distancia de los focos. En ese primer momento, se perdió una faja de bosque antiguo de 25 kilómetros de ancho por 75 de largo, calculada por el mismo Rosales. Sin embargo, «el fuego, continuó por largo tiempo la devastación de aquellas intransitables espesuras» según afirma él mismo.

Pérez Rosales calcula que la faja de terreno fiscal disponible para situar las colonias es de unos 1,000 km2, pero el devastador incendio afectó a un territorio de más de 2,000 km2, es decir, una superficie similar a la de Luxemburgo.

La actividad de Pérez Rosales en la región continúa, sube el volcán Osorno y observa la cercana salida al mar de sus colonias, funda Puerto Montt, crea la ruta comercial entre Osorno y Puerto Montt y la correspondiente salida de sus productos al mar y al mundo. Además, funda nuevas colonias en los alrededores del lago Llanquihue y las une con Puerto Montt.

Corolario

Actualmente en Valdivia ya no llueve en 370 días de los 365 que tiene el año, desde 1850 hasta hoy las temperaturas han subido de media 1.5º en el planeta y la región experimentará una nueva subida en los próximos años, además de un mayor descenso de las precipitaciones.

En qué afecta la deforestación en el cambio climático, qué grandes pulmones de bosque antiguo quedan en el mundo y cuánto territorio de bosque podemos recuperar son las grandes preguntas que cada uno de nosotros como especie de gran capacidad intelectual que somos nos debiéramos preguntar.

Notas

1 Manuel Montt: Su puesto más relevante fue el de presidente de la República de Chile entre 1851 y 1861; Este varón fue nacido a principios de siglo en el pueblo sin agua de Petorca y, siendo parlamentario, muere en el ejercicio de su cargo a finales del XIX. Se casó con su prima, también aristócrata, y tuvo 11 hijos.
Biblioteca Nacional del Congreso. Vicente Pérez Rosales.
Pérez Rosales, V. Recuerdos del pasado (1814-1860).