El documental Dahomey fue dirigido por la cineasta francosenegalesa Mati Diop en el año 2024 y resultó ganador del premio del prestigioso Festival de Cine de Berlín. Se trata de una pieza artística de innegable valor estético que aborda, con una inteligente escenografía, los fuertes contrastes entre las luces frías de los departamentos de los museos donde se conservan los objetos extraídos del pasado colonial y las sombras de los pasillos y los interiores de las cajas del retorno.

El documental narra, en 67 minutos, la historia de 26 esculturas devueltas a Benín por el imperio de Francia. Las metrópolis francesas y la nación africana son los dos contextos, tanto físicos como simbólicos, de una lucha actual por recuperar la memoria cultural y conocer el papel de los museos como instituciones que Occidente creó para resguardar la memoria cultural, para crear narrativas controladas sobre el pasado, preservar y fijar conceptos culturales y formas de pensamiento que redundan en una visión sobre el presente. En Dahomey, la cineasta explora el regreso de esculturas que representan a antiguos reyes de Benín en África Occidental.

La pregunta de quiénes son los verdaderos dueños de su pasado atraviesa el etéreo silencio y el susurro en el idioma colonial, en el que la estatua número 26 de un antiguo rey africano narra su paso de la ascética cámara de un museo a las cajas en las que es trasladada como reliquia devuelta. A lo largo de todo el documental, ella narra la experiencia del regreso como una voz en off, mientras la cámara recorre los escenarios en una narrativa lineal que va desde Europa hasta el aeropuerto en la nación africana, pasa por los recibimientos oficiales y culmina en el salón donde los jóvenes discuten sus expectativas y experiencias vívidas.

La parte central de la película se enfoca en el debate entre los estudiantes universitarios reunidos en un salón que despiertan en la historia nacional. Por primera vez se percatan de que el pasado había sido expoliado, de que la “patrimonialización” actúa en varias dimensiones y termina por ser “desarraigo de referentes de memoria, como nombre y posesión, como marca, como avanzada ontológica y como alterización” (Gnecco, 2021: 319).

La película termina por desvelar una máscara fabricada por los más diversos malentendidos culturales, que atrapa los intereses por restituir las influencias de las antiguas colonias en el presente, entre las indecisiones del pasado y la ilusión postcolonial.

Con un lenguaje irónico y polifónico, la película y su narrador omnisciente van urdiendo la trama, los trasfondos y las relaciones de dependencia entre el presidente (descendiente de quien entregó parte del patrimonio nacional a los europeos), involucrado en la restitución de solo 26 objetos de los 6000 que se llevaron a Francia en el año de 1892 (Fernández- Santos, 2024).

Diop da voz, alma y razón crítica a las culturas locales, a medida que descubre cómo el 90 por ciento de los habitantes de Benín ocultan sus verdaderas creencias, a través del diálogo de los estudiantes.

El documental logra generar un alto contraste entre la fría racionalidad económica y política y la alegría colorida, y el baile al regresar sus ancestros: mina el lenguaje oficial y rescata al pueblo de Benín. La directora comunica efectivamente el distanciamiento y las alteridades entre el museo, la institucionalidad oficial que parece presta a volver a encerrar a Gesso, y la cultura local.

Tráiler del documental Dahomey, dirigido por Mati Diop.

En el centro del debate de los jóvenes se hace presente el problema de la restitución: ¿A quiénes y para qué?

No es posible ignorar que existe una multiplicidad de interpretaciones, que el patrimonio ha sido creado para Occidente y desde Occidente, y que los ciudadanos de Benín sienten el extrañamiento de la cuidadosa operación y por eso se muestran tan críticos, aunque es evidente que hay otras formas de apropiarse del pasado, otras restituciones en juego.

El documental activa las voces y los discursos del regreso en 2021 de las polémicas esculturas. Es un documental apasionante, que alterna las luces y las sombras en un juego de silencios y largos pasillos, en los que crece la expectativa, mientras (irónicamente) se evalúa el estado de conservación.

Toda la lentitud del traslado contrasta con la risa y con las dudas de los jóvenes sobre la historia que conocían y habían aprendido, y subraya la idea de que el patrimonio encierra en sí mismo “la producción de identidad, poder y autoridad” de modo asimétrico (Smith, 2006:17). Es, en fin, una manera alternativa de construir identidades, revisitando el sentido de los despojos, el sentido de las máscaras que recubren las restituciones en países como Benín, en los que la historia nacional no es objeto de estudio y se desconocen hasta los protagonistas del pasado, apropiados por las potencias coloniales.

Referencias

Fernández- Santos, Elsa. (13 de diciembre de 2024) Dahomey: Diop da voz al arte expoliado en un apasionante documental sobre el saqueo en África. El Pais.
Gnecco, Cristóbal. (2021) Patrimonialización como despojo: tiempos otros y tiempos de otros. Mélanges de la casa de Velázquez, 51 (2), 319-324.
Smith, Laurajane. (2006). "Heritage as a cultural process". En: Laurajane Smith, Uses of heritage. USA- Canadá: Routledge.