En todos los ámbitos existen pedantes intelectuales. Y con relación a algunos, me han dado ganas de tomarlos por el cuello de sus camisas para sentarlos velozmente en una silla y decirles cara a cara: “¡No señor, usted no es dueño de la verdad!”, o “¡No me venga con ese teorema chino, su opinión no es más valiosa que la mía!”
O al revés, que me entonen con disimulo: “Aquí soy yo, el único que sabe, ustedes son unos imbéciles”.
Los hay, sobre todo, entre críticos, profesores, artistas, escritores de toda índole... En fin, en todas las profesiones. Y se manifiesta por su lenguaje hablado o escrito. La única intención es la de hacer gala del talento, de la sabiduría o la erudición.
El pedante aprovecha toda ocasión para exhibir, ante grandes o pequeños auditorios, sus prodigiosas cualidades. Sientan cátedra en todas partes; empiezan a citar toda la bibliografía y autoría universal; hacen crítica donde no la hay; contradicen solo para demostrar que tienen el poderío intelectual para determinar sus conocimientos y así autorizar o desacreditar.
En una palabra, el pedante usa un lenguaje y tono inadecuado, en el lugar o momento menos oportuno. Se jacta de sus gustos esenciales y empieza a silbar todas sus prácticas elitistas.
“Mirá vos, el gusto que tengo. Soy intelectual hasta por la música que oigo, el cine que veo, por la tragicomedia de mi vida, o hasta por mis gustos de cocina exótica o tipo de vino, bla, bla, bla, bla".
Hay derecho y libertad para tener todos esos gustos (yo tengo apreciaciones raras para algunos), pero es distinto a combatirlos como si los que bailan salsa o leen hasta la propaganda que llega a sus cocheras fueran seres inferiores o ignorantes.
Y qué decir de blogs donde el fin de compartir, informar o enseñar se pierde, pues todo lo que dicen es para demostrar nada más cuánto saben en el jolgorio de sus saberes.
Como de ellos hay muchos, buscan solo a los de su especie y se conjugan en grupo. Son conocidos en reducidísimos círculos donde a veces, es prácticamente imposible entrar.
Distinto es si consideramos que todos, de alguna forma, tenemos ciertas presunciones o vanidades como signo de la debilidad humana o conducta real, pero la pedantería intelectual es otra cosa.
Los pedantes desvalorizan las manifestaciones de otros que no se adecuen a sus gustos, y llegan a desprestigiar e insultar a quienes no conozcan esa minúscula élite reservada, pues solo pertenece a unos privilegiados.
La pedantería es una simulación intencional que empalaga. Cuando surge alguna discusión temática, aparece el “juega de vivos” o “intelectualoide”, que, según se cree, está divorciado de la “vulgaridad” de la vida cotidiana, y empieza a recetar su mundo platónico de los métodos y las proposiciones teóricas, y por qué no decirlo, a veces cae uno en tremenda sopa, respondiendo con la misma fórmula, como para decir: "También sé masticar las verduras".
Hay pocos en el medio que se atreven a expresar una idea nutricional en términos populares. Conozco personas con titulaciones universitarias impresionantes, pero dignos de una humildad portentosa y lejos de la retórica, que se ponen en los zapatos ajenos para dar verdadera utilidad a sus conocimientos con un intercambio de ideas, sin menospreciar o minimizar burlescamente las opiniones contrarias.
A veces, la intelligentsia universitaria o académica se limita a la investigación rígida e impecable en su desarrollo, pero artificial desde el punto de vista humano. Esto, a veces, es producción universitaria mal digerida. Poseer conocimiento, para muchos, es tener cierta divinidad dentro de la jerarquía social, casi clasista.
Para mí, poseer el conocimiento tiene el fin de ofrecer contribuciones importantes a la sociedad, derribar el paredón que existe entre la escuela y la calle, entre la universidad y la comunidad. El hecho es, sin embargo, que no hay mejor teoría que una teoría práctica: estudiar, analizar, vivir y disfrutar la acción humana desde el principio. Todos aportamos y valemos.
Encontré esta receta jocosa que no tiene autoría, y es sobre otros pedantes intelectuales, que juegan en ese vaivén simulador pero que, muy en el interior, son otra cosa:
1- Repetirás 100 veces al día: "No veré la televisión". Para mayor seguridad, venderás la tele o teles que tengas en casa. Si en alguna conversación sale algún tema sobre televisión, hablarás en contra con energía, haciendo ver que todos los que siguen el ente público son unos ignorantes. El único canal televisivo que merece la pena es la del siete, y solo son servibles algunos programas selectos: animales, debates y las noticias.
2- No llamarás a las plantas y animales por su nombre vulgar. A partir de ahora, te referirás a ellos con su denominación griega o latina. Así, un lobo a partir de ahora será Canis Lupus. Ejemplo: "Caperucita se encontró con el Canis Lupus".
Si no supiéramos la denominación, nos la inventaremos. Así, por ejemplo, el cerdo sería Porcus Belloterus.
Con las plantas igual: Rosa será Rosae, Margarita será Sitekiero Notekiero, claramente griego.
3- No leerás best sellers, ni cualquier libro que se pueda insinuar, sea comercial. Además, debes demostrar en los idiomas que hablas.
A partir de ahora solo leerás clásicos y en lengua original: Cervantes, Sakespheare, Thomas Mann, Hemingway, Sánchez Drago, Confucio. No saber un idioma no tiene que ser un freno. Lo aprendes. Los autores como Stephen King, Vázquez Figueroa y similares son basura para las masas pseudointelectuales que dicen leer libros y son comparables a los lectores habituales de prensa deportiva o del corazón.
También te interesará la poesía: Keats, Lorca, Sheldon… etc. No solo la lees, sino también la traduces.
4- Comprarás ropa pasada de moda con algún elemento revolucionario: una chapa del Che, una bufanda a cuadritos deshilachada que da tres vueltas al cuello y sirve también para taparte la cara en las manifestaciones contra la policía, sicarios represores del estado de derecho.
Es importante comprar unas gafas de armadura fina y cristal redondo que te den un aire a Ghandi, o prendas bordadas de Suramérica. Jamás usarás Nike, para oponerte al capitalismo.
5- No tendrás carro, ni casa en propiedad, ni computador nuevo. Siempre viajarás en el transporte público. Unido a la masa social, respirando humanidad, en pleno contacto con el proletariado. Vivirás de alquiler, así tendrás un motivo para protestar por el elevado coste de la vivienda nueva. El ordenador será de segunda mano aunque te puedas permitir uno nuevo, sobre todo si tiene marcas de quemaduras de cigarrillos.
6- Tu novia será vegetariana, y nunca llevará sostén. Se puede practicar la nueva era.
Vegetariana porque es un crimen el trato que se le da a los animales. Anti política porque el sistema capitalista promete un estado de bienestar para acallar a las masas y que sigan obedientes como ovejas al matadero.
Lo del sostén es para mostrar al mundo su seguridad y disposición sexual, como símbolo intencionalmente agresivo sobre su expresión de libertad sexual y la eliminación de tabúes y símbolos machistas que restringen la libertad de la mujer. Los sostenes son realmente una reminiscencia del cinturón de castidad. ¿Quiénes son los diseñadores de ropa interior, sino hombres? ¿Por qué una mujer no puede llevar calzoncillos con bragueta?
7- Te unirás a todas las ONG, incluso a la que defiende a la cucaracha blanca. Es imprescindible demostrar tu solidaridad con los más desfavorecidos. Eso sí, no soltarás un cinco, porque tú eres tan pobre o más que los que acuden a la ONG.
8- Opinarás sobre cualquier tema cultural: cine (excepto el de Hollywood), teatro, danza, música (excepto el de compañías como Sony, Virgin, MCA, etc.), literatura, pintura, escultura y arquitectura. Y si hace falta, cómic, fotografía y graffiti.
Eres un intelectual, sabes de todo, estás puesto en todo. De todo opinas y das experta opinión. No te cortes.
9- Crearás una escuela propia de filosofía y, en su defecto, leerás todo lo de Kant o Nietzche. El que más te guste.
Lo suyo es que formes tu propia escuela de pensamiento, es lo auténtico. En detrimento, puedes estudiar a Kant y darle la vuelta a todo lo que dice, o a Nietzche y seguir lo del vacío y todo al pie de la letra . 10- Para ser un auténtico intelectual pedante, este es el paso más importante: una vez que te quitas el disfraz, después de dormir ocho horas en tu apartamento, te pones el traje gris de Armani (o alguno parecido), la corbata de un color resultón para contrastar, los zapatos Gucci, y regresas al trabajo en la oficina, que es realmente dónde debes estar, con los tiburones, añorando el puesto de los altos ejecutivos y viendo que todo es mierda sin plata.