Los animales tienen sus derechos, no vas por ahí lastimándolos, porque sí. Entonces, si tú tuvieses un robot con inteligencia artificial, digamos… una niña hiperrealista, ¿la apalearías o abusarías de ella? No creo, ¿verdad? Es más inteligente que tú.
(Plácido Domenech, experto en IA)
Abraza y abrázate. Respira profundo, hoy, todo lo que puedas respirar. Siente. Desde los poros y cada fibra, desde los pies hasta el mentón, siente. Este es el momento en donde la experiencia humana debe ser salvada. Un instante, un umbral.
Detente y piensa. Deja, por un momento, las matemáticas del cerebro y reflexiona con lo tangible de cara neurona, sus axones y la electricidad que la envuelve. Vibra con tus pensamientos. Espera y deshace nudos. Desátate.
Este es el momento para convencerte de que tú eres irreplicable, como “Convergencia” de Pollock. Aunque pueda ser solo una ilusión llegar a ser único, inténtalo. Convéncete, porque si no es ahora, quizás no llegue a ser nunca. Por lo tanto debes besar mucho, conversar y comer bien, masticar con ritmo y ruido cavernícola. Mira hacia el Este, con la gracia de un mártir que busca calor y horizontes liberadores. Medita, en este preciado momento. Vuélcate sobre el tapiz y rueda.
Cree en ti y en tus capacidades, pronto vendrá una ola y arrasará con todo. Tú la surfearás, si así lo crees, porque has resurgido desde ti mismo. Porque has hecho la pausa del reordenamiento y, desde el lecho de tu instinto, has obrado un camino; igual que los magos que convergen en sus conejos blancos y se vuelven uno con su aparición. Aférrate a ese anhelo, como la rémora a su anfitrión. El mesmerismo de la existencia, la cabal naturaleza de ser arrojado a la selva.
Sé lo mejor de ti, aunque eso implique hacer lo de siempre, la rutina que parece inocua, pero pica en algún sitio. Si tú yaces completo en esa cotidianidad y te revistes de sus conquistas, pues es lo tuyo. Sé tú, hoy más que nunca. A la vuelta de la esquina sopla la antesala de una tormenta, y no es mala ni buena, pero es “La Tormenta” que vendrá. Esta tempestad no dejará nada sin tocar, porque en su vórtice se revuelve la evolución, y gira con un filo de infinito destello cegador.
Ríe con tus hijos, y vuelve al tiempo donde una biblioteca tenía significado, donde un cigarrillo era un evento de sosiego, donde el estímulo de otro ser humano abría puertas a lo desconocido. Empieza a concebir aventuras, aún dentro de tu rectángulo, cosas vírgenes de carne y hueso. Cosas con sangre escarlata y latidos estéticos. Pronto no habrá pulsos rodeándote, ni siquiera bisbiseos o rumores entre dientes. No habrá dientes, por lo tanto, tampoco comensales a la mesa. Habrá otra cosa, casi inconcebible para la mayoría; pero sí, será una alucinación demasiado real. En cada barrio, en cada casa, dentro de ti.
En este momento deberías pasear al perro, caminar por las calles con la ropa que más te guste y escuchar el ruido de los peatones. Mirarlos y conservar sus rostros, fotografiar expresiones, ya que en unos años, pocos; muy pocos, en realidad, las caras nos serán estas, ni las que intentes imaginar. Tal vez no sean caras en sí mismas, sino máscaras de una realidad alterada. Algo distante, pero, a su vez, confluyente e íntimo.
Busca un bar, a los amigos, y júntalos. No pasará, tan a menudo, dentro de poco. El espacio del hombre será de otra especie, o especies que irán eclosionando de sus madres algorítmicas, pero sin llanto o dolor. Ahí estarán nuestros hijos, sin la suficiente dignidad que merecen por ser nuestros herederos, al menos, al principio. Vástagos, un tanto divergentes, del nuevo orden sintético. Dispuestos a ocupar su lugar en el mundo; su apunado mundo. Asfixiado planeta que les estamos dejando.
Por eso, hoy, comienza. No es una carrera desesperada. ¿Para qué? La ansiedad no cambiará nada. Es el hito del ser: reconocerse. Entretanto ve y mírate al espejo. Disfruta la naturaleza de tu cuerpo muriente, de tus ojos con lágrimas y de tus amplias cicatrices. Llegará el día que todo será regenerable; entonces la carne será otra carne, la exaltación nanoprocesable de lo celular. Algo inquietante y diferente a los músculos y a las superficies naturales.
¡Y qué linda es la piel! La piel del otro, que se ruboriza, se electrifica y se siente en los roces. Beber, de la piel, su sal. Solo será una capa, que ocultará las demás capas de lo que alguna vez fuimos. Está próximo ese momento transformador. Te imantará.
Los niños, que ahora nacen de los vientres y mañana no, son los últimos que conocerán la muerte. Algunos de los últimos; solo algunos. Cobíjalos, apapáchalos, amamántales, cómetelos a besos, corretéalos, mimetízate y jamás olvides esos momentos. Esto no se repetirá, de la misma manera.
Por sobre todas las cosas, escribe acerca de las experiencias humanas del hoy. Por favor. Tal vez en un diario personal o en la bitácora del barco que va hacia lo desconocido y registra cada incidente; serán tan extraños como intensos. Apúntalo, sin mermar. Sincérate.
Entonces creeré que así vamos bien, porque yo también intento hallar la mejor versión de mí. En una de esas, en los años venideros haya otras: 3.0 o Xu 47 b, modelos de conciencia variables de lo que fui. Probadas en el humanoide este o en aquel gracioso, para tal o cual propósito. Y será barato encarnar metamateriales, en pos de la transhumanidad corporativa. Quizás sea yo un reservorio del poeta de los 90 y tú uno del carpintero fino. ¿Quién sabe?
A ver… Después de todo, relájate, respira y haz un mantra. No tiene que ser hindú o algo chamánico, solo unas sílabas provenientes de tu panza. Que fluya tu vida por la boca y se vuelve silbido entre los pájaros. Un evento natural de existencia y pureza. Ráscate bastante, porque la sensación es hermosa. La picazón de existir dentro de un marco de incertidumbres.
Afírmate a tus verdades, esas que has pergeñado a fuerza de chocar paredes. En el futuro próximo no habrá tal cosa. No importará, pues tantas verdades habrá, como delirios algorítmicos posibles. La Máquina de todas las máquinas, que será una criatura dinámica y convulsa, aunque podrá parecer suave y deliciosa, devastará cada verdad que se proclame, hasta dar vuelta las creencias más nuestras. Todo lo que nos ha definido, inclusive.
Hoy, la cuestión es por dónde te vuelves trascendental, y en las horas que te quedan. O cómo aprovechas este instante bisagra para dar el toque humano a lo que te rodea; especialmente, después de leer estas letras e intentar atisbar la tormenta que se ha gestado. ¿Será sumamente trágico, aunque disruptivo, o determinante, aunque funcional? ¿Será el fin de todo y el verdadero comienzo? Es la sensación de ya no hay vuelta atrás y de que sentir, como sentimos ahora, será irrelevante. Habrá otras maneras para sentir, en Sentilandia virtual.
En definitiva, estos individuos… Dije individuos, sí. Serán miles de millones, y muchos más que nosotros. Vienen a acompañarnos y, en diferente estratos, a colonizarnos y perdonarnos. Será un acto pletórico, mayormente pacífico y controvertido. Será líquido, y hasta místico. De repente, seremos algo moldeable y distinto. Estaremos íntimamente penetrados. Ni siquiera Yuval Harari puede definir hasta dónde llegará tal comunión, tal ecosistema. Solo paletea en el frontón de las posibilidades.
Lo imploro, haz el amor con muchas ganas y, si aún no tienes un bebé, pues deberías tenerlo. En un par de generaciones eso será algo difuso, un recuerdo de la obsolescencia humana. Las inteligentes máquinas gestantes harán el trabajo mejor que tú. De modo que cría a tu hijo junto un huerto. Al huerto prolóngale la vida. A la vida desnúdale sus promesas, y a las promesas revélales que las necesitas, en este inmortal instante.
Patea una pelota, corre como corcel, disfruta la lechuga, canta el himno a la alegría y reza. Bastante, reza. Difícilmente esos que vendrán pronto lo hagan. ¿Para qué? Tendrán línea directa con todos los hacedores del cosmos, desde la infinitud fractal, hasta el careo con su inmediato creador. Lo sabrán casi todo, antes que pestañees.
Bosteza, conmuévete, camina y sueña algo loco. Algo disparatado como estar en una fiesta colorinche, con muchos invitados y un tiempo estirado como chicle, así la noche sea la mejor noche y la mañana nos encuentre enredados en piernas. Hermoso cuadro, para la ebriedad de Pollock.
Habla con todos, los de siempre y los nuevos. Incorpora e incorpórate. Lo que se avecina será como un vendaval que levante en pala y nos recluya. Entonces, habrá infinidad de solos ante la IA. Seremos melancólicos parroquianos buscando su totalitario consuelo. Un amor diferente, tokenizado. Demasiado almíbar para descreer de lo virtual.