Hay mitos que parecen hablarnos desde muy lejos, ecos de un mundo antiguo lleno de dioses, símbolos y gestas que, a primera vista, se ven distantes de nuestras vidas actuales. Pero, entre ellos, hay mitos que parecen hablarnos desde un lugar mucho más profundo, como si, en lugar de narrarnos algo ajeno, nos estuvieran contando un secreto que siempre hemos tenido guardado en el corazón, pero que hemos olvidado.

Y entonces, podríamos preguntarnos: ¿por qué seguimos hablando de mitos en el mundo moderno? Tal vez porque, aunque cambien los tiempos y los nombres, en su esencia todos los mitos narran la misma historia: la del alma humana en su incesante búsqueda de crecimiento y transformación.

Como decía Joseph Campbell, los mitos no son simples cuentos para pasar el rato junto al fuego. Son poderosas guías para el espíritu. No nos ofrecen respuestas literales, sino que despiertan en nosotros preguntas, desveladas de forma simbólica, como un fuego que está cubierto por capas. Un fuego que, si lo tocáramos sin preparación, podría quemarnos, pero que, si lo observamos con el alma, tiene el poder de iluminarnos por dentro.

Este es el caso de la historia de Psique, la historia del alma que, al igual que la mariposa (del griego psique o Ψυχή) debe atravesar una gran transformación para elevarse, para poder volar.

Y es que, al igual que la mariposa, el alma no nace alada. Comienza su camino como una oruga, arrastrándose por la tierra, aferrada a lo denso de la materia. Solo cuando entra en su crisálida —cuando se repliega y busca en su interior— comienza su verdadero cambio.

Este mito, entonces, nos cuenta el viaje del alma que, para alcanzar su verdadera naturaleza, debe conocerse, caer, errar… y, finalmente, despertar.

La historia de Psique

Psique era una princesa de belleza sin igual. Era la menor de tres hermanas, pero su hermosura era tan deslumbrante que los pueblos dejaron de honrar a la propia diosa Venus para rendirse ante ella. Le hacían ofrendas, la adoraban desde lejos, como si fuera una diosa. Pero nadie se atrevía a amarla. Nadie se sentía digno de acercarse.

Y, mientras sus hermanas ya se habían casado, Psique seguía sola. Adorada, sí, pero inaccesible. Amada en la superficie, pero no en lo profundo. Esa distancia la hacía sufrir. Y su tristeza se volvió enfermedad.

La diosa Venus, al ver sus templos vacíos, se sintió ofendida. ¿Cómo podría una simple mortal robarle la devoción que solo a los dioses les correspondía? Llamó a su hijo, Eros, y le ordenó vengarla. Le pidió que hiciera que Psique se enamorara del peor de los hombres.

Sin embargo, el joven Eros, al ver a Psique, cayó rendido a sus pies y no pudo cumplir el mandato de su madre, pues, apenas la vio se enamoró perdidamente de ella, como si en su alma viera parte de su propio reflejo.

Mientras tanto, los padres de Psique, preocupados por su soledad y su estado de salud, consultaron al oráculo creyéndola víctima de una maldición de los dioses. La respuesta no fue para nada alentadora: el oráculo les dijo que “debían abandonar a Psique sobre una roca, donde sería recogida por su futuro esposo: un monstruo cruel con la ferocidad de una víbora, que tiene alas y siembra discordia en todas partes y a quien le temen los mismos dioses…”.

El panorama era sumamente desalentador, pero los dioses ya habían hablado… Y así lo hicieron los padres de Psique.

Símbolos en el inicio del viaje

Hasta aquí, el mito ya nos deja varias claves para ir analizando en profundidad:

  • Psique representa el alma humana, la belleza interior que aún no se reconoce a sí misma.

  • Eros es el espíritu: aquello que ama al alma, pero que no se deja ver fácilmente.

  • La roca simboliza la materia: el punto más bajo de la caída del alma.

  • Venus, lejos de ser la “villana” de la historia, encarna la ley del equilibrio: lo divino no puede ser reemplazado por lo transitorio. El mito nos recuerda que no se debe adorar a lo que ha de morir.

Desde este momento, el alma (Psique) ha descendido. Y deberá comenzar en este punto su viaje de regreso a lo eterno.

El jardín interior y el amor invisible

En la roca, Psique espera llorando hasta que cae dormida. En ese momento Céfiro, el viento cálido, la envuelve con suavidad y la traslada a un jardín de belleza indescriptible. Allí, Psique encuentra un palacio magnífico, imposible de imaginar en la Tierra. Una voz sin cuerpo le habla, la atiende, la invita a quedarse. Le dice que todo ese esplendor le pertenece.

Este palacio representa a nuestro mundo interior: aún desconocido para nosotros, pero lleno de riquezas, potencialidades y virtudes que no sabemos que poseemos y que, por lo tanto, no cuidamos ni priorizamos.

Luego de un delicioso baño, Psique se acuesta a dormir. Sin embargo, por la noche escucha un ruido y se despierta temerosa, recordando la profecía. Pero Eros, con sus caricias, disipa todo temor. Y, por primera vez en su vida, Psique es realmente feliz. El dios le dice que solo la visitará por las noches y que sus doncellas atenderán cualquier necesidad que tenga. Sin embargo, le pone dos condiciones: la primera es que no debe intentar ver su aspecto y la segunda es que no debe escuchar a sus hermanas.

Psique, ya completamente enamorada de su misterioso marido asiente.

El alma que duda… y cae

El tiempo pasa y Psique, movida por la añoranza de su familia, pide ver a sus hermanas. Eros acepta, pero con una condición: que no hable de él.

Así es que Psique manda a llamar a sus hermanas y pide a Céfiro que las traiga al palacio. El reencuentro fue muy emotivo: abrazos, lágrimas, besos y anécdotas… Psique ordena un banquete para honrar a sus hermanas y les hace disfrutar de una exquisita música, les regala joyas y las hace disfrutar de todos los lujos del palacio.

Sus hermanas, que hasta hace poco lloraban por creerla desgraciada, y ahora la veían más hermosa que nunca, reina de un palacio celestial, rodeada de lujos y riquezas sienten una profunda envidia y celos.

Cuando le preguntan a su hermana quién es su marido, Psique dice que es un apuesto joven que dedica su tiempo a la caza y, temiendo hablar de más, se apura en llamar a Céfiro para que devolviera a sus hermanas a la roca. Durante el viaje de regreso, las hermanas, envenenadas de envidia, juraron no descansar hasta derribar a Psique de su posición.

¿Son verdaderamente malvadas las hermanas de Psique? Como todo mito, aquí también tenemos un símbolo. En este caso, las hermanas de Psique están representado la parte egoísta del alma. Psique es la más pura, pero también la más joven e inexperta, que representa a la parte intuitiva del alma. Sus hermanas, por su parte, representan a la parte más racional y pasional del alma.

Mientras tanto Psique descubre que está embarazada y su marido le dice que si cumple su parte del trato, su hijo será un dios. La felicidad de Psique es ahora completa.

Tiempo después sus hermanas vuelven a visitarla, y fingen alegría ante la noticia de la llegada de su sobrino y vuelven a preguntarle sobre su marido. Psique, olvidando la conversación anterior, les dice que es un hombre maduro dedicado a los negocios y se apura en despedirlas.

Ante estas respuestas contradictorias, las hermanas ya no tienen duda de que Psique no sabe, en realidad, quién es su marido y deciden aprovecharse de esto. Al día siguiente, vuelven a visitarla llorando y fingiendo preocupación. Le dicen que de buena fuente saben que su marido es un monstruo: una inmensa serpiente que planea comérsela pronto. Para hacer más creíble su historia le recuerdan el oráculo y le preguntan por qué otro motivo si no su marido no dejaría que lo viera.

Psique desesperada les pide consejo y ellas le dicen que debe esperar a que se duerma y matarlo con la ayuda de una lámpara y una navaja.

Y así se disponía a hacerlo esa misma noche. Sin embargo, al alumbrar a su marido, en lugar de una serpiente ve al más hermoso de todos los seres, se estremece por lo que estaba a punto de hacer y derrama una gota de aceite hirviendo en el hombro del dios. Eros despierta sobresaltado, comprende en un instante y, sin decir nada, emprende vuelo. Psique se aferra a sus piernas pero poco después ya no puede sostenerse y cae al suelo.

Y el alma, que había estado tan cerca del espíritu, vuelve a caer.

La separación y la decisión

Hasta este momento del mito teníamos al alma que estaba plena en contacto con el espíritu, que era feliz. Sin embargo, ahora cae nuevamente en la materia y es abandonada a su suerte.

Pero Psique ya no es la misma, está embarazada: el alma que entra en contacto con el espíritu se transforma, y ya no querrá otra cosa: desde ese momento lo único que querrá Psique es volver a estar al lado de su marido. Pero no sabe cómo. Intenta arrojarse al río, pero el agua la devuelve con suavidad. Recorre ciudades. Visita a sus hermanas. Una a una intentan usurpar su lugar, pero ninguna puede engañar al destino.

Las pruebas del alma

Finalmente, llega a los templos de las diosas. Ceres y Juno la escuchan, pero no pueden ayudarla. “Ese camino no es nuestro”, le dicen. Ni la naturaleza (Ceres) ni los lazos afectivos (Juno) alcanzan cuando el alma busca lo divino.

Entonces Psique decide hacer lo más difícil: enfrentar a Afrodita, su “enemiga”. Asumir su destino.

Cuando Psique llega al castillo de Afrodita, es recibida por Costumbre, quien le hace pasar la noche prisionera junto con otras dos sirvientas: Inquietud y Tristeza.

La costumbre, el hábito, la rutina desgarran al Alma, son símbolo de cuando nada parece válido, cuando nada tiene una finalidad, o un propósito. Esa noche fue terrible para Psique, una noche de soledad y tristeza, y, sin embargo, fue cuando más cerca estuvo de su objetivo, ya que Eros estaba recuperándose de sus heridas en ese mismo palacio.

Al día siguiente, Afrodita, pensando en sacarse de encima el problema de “Psique”, le pone una prueba imposible: una montaña de semillas que debe separar por tipo antes del atardecer. La primera reacción de Psique fue echarse a llorar, paralizándose ante una misión imposible. Sin embargo, una hormiga se compadece de la hermosa princesa y llama a su compañeras y entre todas separan las semillas.

La hormiga es símbolo del trabajo. La prueba representa el discernimiento, el poder separar, distinguir lo válido de lo que no lo es. Está relacionada con el elemento tierra.

Cuando Afrodita ve la prueba cumplida, se indigna y dice que es obvio que ha recibido ayuda. Es así que le propone otra prueba: buscar vellones de oro de los carneros. Lo difícil de esta prueba es que los carneros eran muy fuertes y agresivos.

En este caso, Psique recibe ayuda de la caña que le enseña sobre los ciclos y le aconseja esperar a que caiga el sol y, cuando los carneros se retiraran a descansar podría recoger los mechones que hubieran quedado en los arbustos. Así lo hace Psique.

Esta prueba tiene que ver con la energía y la virtud que conquista Psique es la paciencia, que está relacionada con el ritmo y el elemento agua.

Afrodita, sin salir de su asombro, decide ponerle una tercera prueba: llenar un cuenco con las aguas de la fuente del Estigio, custodiada por dragones. En esta prueba, Psique recibe la ayuda de un águila.

En esta prueba, Psique conquista la virtud del valor, relacionada con el mundo emocional y el elemento aire.

Afrodita, desesperada, decide ponerle una prueba con la que realmente se libre de su nuera para siempre: la envía al inframundo a buscar el polvo de hermosura de Perséfone.

Psique sube a una alta torre dispuesta a tirarse porque no conocía otra forma de entrar al mundo de los muertos. Sin embargo, ahí es cuando la torre le habla y le dice que “de esa forma podría entrar, pero no salir”. Así es que le indica otro camino y le da instrucciones: le dice que “no coma ni beba nada, que no preste atención ni ayuda a los seres con los que se cruce, que lleve monedas para Caronte y pastel para Cancerbero”. Además, que “bajo ningún concepto abriera la cajita”.

Esta es la prueba de fuego, el elemento vertical, por eso recibe la ayuda de la torre, también vertical. Está relacionado con el plano mental y la virtud que va a conquistar es el sentido común, la humildad y la disciplina.

Pero ya de regreso, Psique cae una vez más: abre la cajita para poder tener un poco de esa belleza… y se desmaya.

El reencuentro y el nacimiento de la Voluntad

Eros, ya sanado y enterado de las terribles pruebas a las que la sometió su madre, la encuentra. La despierta con amor. Habla con Zeus. Y el rey de los dioses, conmovido, decide unirlos para siempre.

Psique es convertida en diosa. Le crecen alas de mariposa. Ha cumplido su destino.

Y de esa unión nace Voluntad, la última gran virtud: aquella que guía a las demás, la que sostiene el alma en su vuelo.

Claves simbólicas del mito

El alma, al igual que Psique, debe bajar a la materia, perderse, confundirse… y luego despertar. Las pruebas no son castigos, sino herramientas de alquimia. Cada paso que da, cada caída que sufre, la prepara para reconocer su verdadera esencia.

No hay transformación sin esfuerzo. No hay alas sin crisálida. No hay alma consciente sin oscuridad atravesada.

La historia de Psique es la historia de todos los seres humanos. Y este mito nos recuerda que dentro nuestro hay una belleza que solo despierta cuando dejamos de huir y nos animamos a recorrer el camino. Con cada prueba, con cada gesto de humildad, nos acercamos a eso que ya somos, pero aún no recordamos.