Para usted, lector/a despierto/a y sagaz, vamos a desarrollar la historia de este personaje que se ha impregnado en la memoria de muchos habitantes que pisan el suelo jujeño.
Habíamos quedado en la fundación, la tercera y definitiva fundación de San Salvador de Jujuy en el año 1593, entre los ríos Xibi-Xibi y Grande, extendida por un gran valle que va ciñéndose por cordilleras paralelas hasta convertirse en una quebrada escarpada y, por tramos, empinada a lo largo de 35 leguas (169 km) del Valle de Xuxuy, en palabras del conquistador Pedro Sotelo de Narváez.
Así, bajo la atmósfera liviana de un cielo límpido y azul, San Salvador de Jujuy quedó asentada para siempre. La ciudad se despliega entre imponentes sierras de tonos pardos, rojizos y añil, bañada por las aguas de dos ríos contrastantes: el Chañi, con sus cumbres nevadas elevándose hasta las nubes, y el Zapla, de aguas ferrizas y laderas cubiertas de un verdor exuberante.
Una vez establecida la fundación, Argañaraz dispuso la repartición de tierras en diversas áreas de la región. En la llanura sudeste, que pertenecía a la tribu paipaya (hoy Palpalá), así como en Yala, Reyes, Río Blanco y Humahuaca, se asignaron propiedades a los conquistadores. Hacia “la pampa de Quera, hacia Cochinoca”, Argañaraz se favoreció con una estancia. En la banda del río Los Alisos, don Francisco y sus hijos recibieron dos estancias linderas de dos leguas cada una. Finalmente, también en Perico se realizó un reparto de estancias para los pobladores iniciales.
Los documentos de la época ofrecen escasos vestigios sobre Viltipoco. Sin embargo, en 1586, Francisco Altamirano, vecino de Charcas, mencionó un acuerdo de paz entre los habitantes de esa ciudad y el curaca guerrero. Este dato sugiere que, tras la fundación de Salta por los vecinos del Tucumán y la fijación de su jurisdicción hasta Calahoyo, los de La Plata buscaron consolidar sus derechos pactando con un cacique que representaba o era respetado por los omaguacas de la quebrada y, aparentemente, también por los de la puna.
Aquí entra en desventura el deterioro que da el paso del tiempo a mis recuerdos de la noche en que llegó a mis oídos la historia del cacique omaguaca. Ese intento de no perderlos y de conseguir mayor información que diera sustento me llevó a recurrir a diferentes autores, entre los cuales hallé una referencia de un cura jesuita, que dejó un valioso testimonio de su paso al evangelizar la nueva ciudad fundada. Es de allí que se tiene mayor constancia de lo ocurrido. El padre Gaspar de Monroy, seguido por Pedro de Añasco, cargaron con la cruz de predicar su fe en esa tierra prometedora: ahora Viltipoco es “Diego” de Viltipoco.
Aunque la llegada de los jesuitas a los dominios de Viltipoco no está del todo clara, lograron bautizar a medio millar de habitantes de la quebrada, incluyendo al curaca, quien recibió el nombre de “Diego”. Que este hombre gallardo, respetado por su gente y con un marcado desprecio hacia los españoles, permitiera la entrada de los curas a sus tierras sugería un clima de paz que tanto necesitaba el gobierno de Tucumán.
Corría el año 1594 y, con los curas ya ausentes del territorio quebradeño, Diego Viltipoco y su gente comenzaron a urdir un asalto de gran envergadura contra los asentamientos tucumanos de Jujuy, Salta, San Miguel de Tucumán, Madrid de las Juntas (o Talavera de Esteco) y La Rioja. Con este ambicioso propósito, Viltipoco convocó a los más aguerridos hombres omaguacas, purmamarcas, diaguitas, lules, churumatas, apanatas y muchos otros pueblos de la puna, con la firme intención de arrasar esos cinco enclaves españoles y dispersar a los cristianos sobrevivientes del desastre.
El capitán Argañaraz regresaba de Santiago del Estero cuando le llegaron noticias alarmantes: Viltipoco había conseguido reunir alrededor de diez mil guerreros. La respuesta de Argañaraz fue inmediata y decidida: un golpe preventivo contra el núcleo de la resistencia. En la oscuridad del sábado 21 de marzo seleccionó cuidadosamente a veinticinco hombres. La partida estaba fijada para el amanecer. La información que manejaban era crucial: la totalidad de los guerreros bajo el mando de Viltipoco, junto a su líder, se encontraba en Purmamarca, concentrada y lista para desatar su ataque.
La jornada de marcha fue larga y agotadora, extendiéndose desde el amanecer hasta bien entrada la noche. Cerca de la medianoche, los soldados españoles finalmente alcanzaron el pueblo, un escondite natural entre las formaciones rocosas y las elevaciones. Con sigilo y pericia, lograron sortear la red de centinelas de los guerreros, encontrándose de repente inmersos en una atmósfera festiva que compartían Viltipoco y su gente.
Aguardando el momento oportuno en que el ritmo de su reunión perdiera fuerza, los españoles se deslizaron en el pueblo. Su objetivo principal dormía desprevenido bajo un gran algarrobo. Sin darle tiempo a reaccionar, lo cercaron y lo tomaron prisionero. En un instante, las llamas devoraron las casas vecinas, y en medio del pandemonio de fuego y gritos asestaron el golpe final al capturar a Viltipoco. La carnicería fue rápida y despiadada: sus capitanes y los más cercanos a él —cerca de sesenta hombres— fueron masacrados.
Dentro del relato que fui contando se mezclan los detalles extraídos de la biografía de Francisco de Argañaraz, las notas de Gaspar de Monroy y lo que las comunidades de la quebrada aún logran rescatar y mantener con firmeza: la proeza de su antepasado Viltipoco. Aún hoy, quienes desean visitar la Quebrada de Humahuaca podrán ver un inmenso monumento erigido por el escultor Ernesto Soto Avendaño, inaugurado en 1950 en la ciudad de Humahuaca. Su principal figura es la de un indio, y muchos creen que está solapadamente en representación de Viltipoco, pero es ya una conjetura de mucha gente, entre los que me incluyo. También se encuentra en pie el gran algarrobo donde se dice que fue apresado el curaca, en el pueblo de Purmamarca.
Esta historia es un relato que mantiene viva la cultura, la tradición y la identidad de muchos quebradeños, que pervive en la memoria colectiva del pueblo.
Notas
1 Para ampliar en torno a la historia de este personaje y su vínculo con la historia del NOA, los invitamos a leer nuestro artículo Viltipoco y la historia de la Quebrada de Humahuaca.