¡No tengáis miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad! ¡Ayudad al Papa y a todos los que quieren servir a Cristo y, con la potestad de Cristo, servir al hombre y a la humanidad entera! ¡No tengáis miedo! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo! A su poder salvador abrid las fronteras de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los vastos campos de la cultura, de la civilización y del desarrollo. ¡No tengáis miedo! Cristo sabe 'lo que hay dentro del hombre'. ¡Solo Él lo sabe!
(San Juan Pablo II, 22 de octubre de 1978, Homilía en el comienzo de su pontificado)
La piedad de San Juan Pablo II es cristocéntrica tal como siempre ha sido la doctrina y la vida de la Iglesia Católica. Así lo muestran sus palabras en la misa que inauguró su pontificado y el ejemplo de su vida. Lo dejamos claro en nuestra anterior entrega que dedicamos a los principios doctrinales que aprendimos con el papa de mi niñez, adolescencia, y mi juventud hasta llegar a los 34 años. Ahora queremos mostrar de manera más detallada sus prácticas de piedad en especial las que comenzamos a imitar, y que seguimos viviendo hasta el presente.
En la película Karol: el hombre que se convirtió en papa (Giacomo Battiato, 2005) y su segunda parte del año siguiente: Karol: el Papa, el hombre; se muestran la intensa vida de piedad que practicó Karol Wojtyla desde pequeño. En adelante daré algunos ejemplos que se pueden ver en estos filmes, aunque el conocimiento de los mismos lo tuve cuando me acerqué a su pensamiento y vida por primera vez entre mis 26 y 28 años. También debemos señalar que dos textos biográficos nos ayudaron a identificarlos mucho mejor: George Weigel, 1999, Biografía de Juan Pablo II. Testigo de esperanza y de su secretario: el cardenal Stanislaw Dziwisz, 2007, A life with Karol: My Forty-Year Friendship with the Man Who Became Pope en su capítulo “13. A typical day in the life of a pope”.
El futuro papa aprendió de su padre el capitán Karol Wojtyla la oración constante a horas fijas (en la primera hora de la mañana, en la noche), la lectura diaria de la Biblia y el rezo del rosario que hacían juntos, y los sacramentos (Eucaristía y confesión, principalmente). En la primera película muestran a su papá arrodillado frente a un pequeño altar en su cuarto (yo siempre he soñado con tener un reclinatorio en casa). También le enseñó el misterio de la Iglesia que es más grande en lo invisible y que su función es estar al servicio de Cristo, y que la vida de fe es más un camino de conversión interior que de ritos externos (Weigel, 1999, p. 56).
San Juan Pablo II nos dijo: "La oración es el diálogo con Dios, es una necesidad del espíritu del hombre. Sin oración, la fe y la caridad se apagan” (1993), y “el cristiano debe orar en todo lugar y en todo momento” (1980). De esta forma en la segunda película hay una hermosa escena en que lo buscan y no lo consiguen, pasa mucho tiempo y descubren que estaba postrado con todo su cuerpo y rostro en el suelo frente al sagrario. La primera hora del día antes de la misa la dedicaba a una meditación en su capilla privada, 15 minutos antes y después de misa, y a lo largo del día otros momentos donde la lectura de la Biblia (“lectio divina”: lectura orante de la misma) y textos teológicos le ayudaban, e incluso a veces cantaba en voz baja. Los que podían observarlo decían que era una experiencia de otro mundo por lograr una completa concentración. En el filme del 2006 también se reconstruye una escena en la que la santa madre Teresa de Calcuta no lo interrumpe en la adoración eucarística y se queda arrodillada acompañándolo.
La misa y la Eucaristía frecuente (mínimo dominical) que en su caso era diaria a las 7 A.M., y en la cual lograba estar absorto con los ojos cerrados antes y después de la misa. La adoración eucarística como oración ya la hemos descrito. De esa forma nos dijo en su encíclica Ecclesia de Eucharistia: "La Eucaristía es realmente un resquicio del cielo que se abre sobre la tierra. Es un rayo de gloria de la Jerusalén celestial, que atraviesa las nubes de nuestra historia y viene a iluminar nuestro camino" (san Juan Pablo II, 2003). En la misa diaria nos cuenta el cardenal Stanislaw Dziwisz (2007) vivía la comunión en la fe con toda la iglesia universal la cual estaba allí presente junto a Cristo con toda su humanidad, esperanza y sacrificio. También conservaba las devociones tradicionales católicas como la Hora Santa los jueves, el Vía Crucis los viernes y ante las imágenes se detenía y hacía una pequeña oración. Tenía un altar con una estatua de la Virgen de Fátima, advocación que amaba mucho. Y como sacerdote la lectura del Breviario (liturgia de las horas).
Tuvo una piedad mariana, tan mariana que su escudo pontificio estaba atravesado por una “M” y su lema fue “Totus tuus” (“todo tuyo”). Con esta frase, San Juan Pablo II expresó su total consagración a la Virgen María, siguiendo la espiritualidad de San Luis María Grignion de Montfort. Rezaba todos los misterios del rosario a lo largo del día; y estableció en el año 2002, a través de su carta apostólica Rosarium Virginis Maria, 5 nuevos misterios que son los llamados luminosos. La idea era completar toda vida de Cristo con los aspectos públicos, para que sean luz en la de cada uno de nosotros.
En esa época me pregunté si mi cariño y devoción a la Madre de Dios me podían desviar del centro de nuestra fe: Cristo, pero el papa lo aclaró perfectamente al decirnos que no porque ella es la que mejor lo conoce y fue su discípula más fiel. Y en la carta citada dijo: “El rosario (...) al poseer la profundidad de todo el mensaje evangélico, le permite (...) al pueblo cristiano aprender de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor". Ella siempre nos dirá: “hagan lo que Él les diga” (San Juan 2, 1-12).
El discernimiento constante por medio de las anteriores prácticas de piedad, en especial la meditación, la confesión semanal y el examen general del día en su capilla privada para luego antes de ir a la cama bendecir a Roma desde su ventana; le permitían lograr aquello que define al cristiano: la imitación (mímesis) de Cristo, pensar y actuar como Él. Vivir en su amor y gracia que es ser santo. Los medios que hemos descrito le permitían a Karol Wojtyla ser “contemplativo en la acción”, divinizando su vida y humanizando el mensaje de Dios a través de su condición de miembro de una familia, amigo e intelectual, polaco, obrero, deportista, sacerdote, profesor, obispo, cardenal y papa. En la próxima entrega hablaremos de la relación de nuestra piedad con la vida parroquial.