Los mitos como transmisores de verdades atemporales
Los mitos están en todas partes: en los cuentos que nos contó algún abuelo cuando éramos niños, en las películas que nos emocionan hasta las lágrimas y hasta en las historias que nosotros mismos nos contamos sobre quienes somos y quiénes queremos ser.
El mundo actual nos enseña a verlos, en ocasiones, como simples relatos fantásticos. Sin embargo, no siempre se los vio de esa forma. Desde tiempos inmemoriales, los mitos han sido el lenguaje simbólico con el que la humanidad ha intentado entender el origen del universo, de la vida y los porqués de la existencia. Como si fueran un espejo codificado, los mitos nos muestran verdades profundas de manera accesible, envueltas en imágenes y metáforas para que podamos asimilarlas de una manera más cercana.
Joseph Campbell, uno de los grandes estudiosos del mito, decía que estas historias universales no eran solo “relatos” o “cuentos” del pasado, sino que eran como una especie de mapa que servía para guiar nuestra existencia.
Esto quiere decir que tanto si se trata de dioses del Olimpo, como de héroes de la literatura medieval o de los superhéroes actuales de Marvel, todos cumplen la misma función simbólica. Y es que, a lo largo de la historia de la humanidad, el mito ha sido utilizado para poder explicar el mundo y, sobre todo, para poder explicarnos a nosotros mismos.
El mito como puente entre lo visible y lo invisible
El mundo en el que vivimos no siempre es fácil de comprender. Hay cosas que podemos ver y tocar, pero hay otras —como el amor, el destino o el sentido de la vida— que se nos escapan de las manos. El mito, entonces, aparece como una especie de “traductor”, que hace de esas realidades abstractas unas historias o analogías más simples de entender.
Un ejemplo de esto podría ser el Mito de Ícaro. Este mito no se trata únicamente de una historia sobre un joven que voló demasiado alto y cayó al mar; sino que, en una de sus claves, puede entenderse como una advertencia sobre la arrogancia y los límites humanos. Ícaro en esta clave estaría representando ese impulso que todos tenemos de querer más, de ir más allá de lo permitido. Su historia nos enseña acerca de la importancia del equilibrio, de la armonía, ya que, tanto el exceso de ambición como el miedo paralizante, pueden llevarnos a hacer cosas de las que luego podremos arrepentirnos.
Uno de los aspectos más interesantes de los mitos es que este tipo de mensajes no se nos presentan como sermones o lecciones explícitas. No hay una voz en off que nos diga: “Cuidado con los excesos”. Sino que, en cambio, nos cuentan una historia que queda grabada a fuego en lo profundo de nuestro corazón. Por eso, se queda con nosotros: la recordamos, la reflexionamos y, sin darnos cuenta, aprendemos de ella.
Un lenguaje simbólico que trasciende el tiempo
Los tiempos, las personas, las civilizaciones… todo está sujeto a la gran prueba del tiempo. Sin embargo, los mitos siguen ahí, adaptándose. Hoy, en lugar de dioses divinos con superpoderes y héroes victoriosos con espadas y lanzas tenemos personajes con capas y trajes futuristas que combaten sus propios dilemas. El Viaje del Héroe, que Campbell identificó como la estructura básica de todos los mitos, sigue presente en historias tan diversas como Star Wars, Harry Potter o El Señor de los Anillos.
Esto se debe a que, independientemente de la forma que tomen, los mitos tocan una fibra interna que es esencialmente humana. Nos muestran el miedo al fracaso, la necesidad de superación, el sacrificio por algo más grande que nosotros mismos. Nos enseñan que la vida es un viaje, que cada desafío tiene un propósito y que, al final, somos nosotros quienes decidimos qué hacer con el tiempo que tenemos y lo que nos toca vivir.
Los mitos, además, no los encontramos solamente en historias épicas o de aventuras. También los podemos encontrar en frases cotidianas, en rituales, en gestos que repetimos sin pensar. ¿Por qué nos gusta tanto la idea de que “después de la tormenta viene la calma”? ¿Por qué nos conmueve la imagen del ave fénix que renace de sus cenizas? Porque ahí, en esos pequeños símbolos, seguimos transmitiendo la misma sabiduría que ha guiado a la humanidad por siglos.
Mitos personales: las historias que nos contamos a nosotros mismos
La construcción del mito no es solo patrimonio de las grandes civilizaciones. También nosotros, en nuestra vida cotidiana, nos contamos historias. Estas historias buscan, de alguna manera, darle sentido a lo que estamos viviendo. “Siempre me las arreglo para salir adelante”, “Soy una buena persona”, “No soy bueno en esto”… Estas frases funcionan como pequeños mitos personales, creencias que nos ayudan (o nos limitan) a la hora de enfrentar la vida y tomar decisiones.
Si los mitos de las culturas antiguas nos enseñan sobre el mundo, nuestros propios mitos nos enseñan sobre nosotros mismos. Y, así como una sociedad puede resignificar sus relatos y adaptarlos según el contexto en el que se viva, nosotros también podemos revisar las historias que nos contamos, ver qué tanto nos sirven y cambiarlas si es necesario. Entender que , tal vez, en algún momento fueron un pilar importante en nuestra vida, pero que, en este momento, no nos sirven más para seguir avanzando.
El mito, más vivo que nunca
Lejos de ser simples cuentos del pasado, los mitos siguen vivos, moldeando nuestra forma de ver el mundo. A través de ellos, la humanidad ha encontrado respuestas, ha construido valores y ha dado sentido a lo inexplicable. Quizás la lección más importante sea que estos relatos nos recuerdan que, al final, somos nosotros quienes narramos nuestra propia historia.
Si los mitos existen para enseñarnos algo, tal vez la gran pregunta es: ¿qué historias estamos eligiendo para guiarnos? Porque, al igual que Ícaro, Hércules o cualquier otro héroe de leyenda, todos estamos transitando nuestro propio viaje…La manera en la que lo contemos puede significar la victoria o la derrota de nuestro héroe interior.
En los próximos números, recorreremos este emocionante viaje a través de los mitos y sus diferentes interpretaciones simbólicas.