La huerta es vida y como tal, nace, crece, nos alimenta, se alimenta de nosotros y, cuando está a punto de morir; se reinventa y resurge adaptándose a nuestra necesidad. La huerta valenciana vive. Es un microsistema social que nos recuerda y confirma, que el slogan publicitario “Bienvenido a la república independiente de tu casa…” no necesariamente es real. Nuestra casa, con frecuencia no es nuestra, es una tirana vecindad y no siempre somos bienvenidos, a pesar de que nuestro hogar, siempre lo es y muy nuestro, esté donde esté.

La Huerta de Valencia es una comarca agrícola histórica. La Vega, es parte de esa huerta valenciana con su propia cultura y costumbres. Su producción, son los públicos secretos de la rica, sana y variada cocina valenciana.

En el siglo XIX, si el pueblo valenciano la trabajaba de sol a sol, los beneficios siempre iban para los terratenientes, que, desde Valencia Capital, alquilaban a precios usureros y condiciones abusivas, el suelo a familias labradoras. La barraca, es la típica unidad habitacional para esas familias de pages, que acompaña a la renta de esas tierras, para ser explotadas por gentes reventadas que viven la pagesia. Al final, ¿quién explota a quién?

La huerta valenciana representa el contraste de la belleza del paisaje rural mediterráneo y la injusticia social. De estas relaciones humanas entre amos y siervos menguados, tan calmas y pacíficas, como una bomba de tiempo o de relojería donde no apreciamos el tiempo que descuenta. En cualquier momento, explota en dirección insospechada.

Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) describió como funcionaban las relaciones humanas en la Huerta de Valencia del siglo XIX en muchas de sus novelas, sin embargo, en ninguna de ellas lo hizo ilustrando su crueldad y crudeza como en La barraca de 1898.

Blasco Ibañez, es considerado el primer escritor español internacional de superventas después de Miguel de Cervantes. La prensa estadounidense llegó a pagarle 1000 dólares de la época, por artículo. De las 55 novelas que publicó, Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, fue la más popular con más de 200 mil copias comercializadas solo en Estados Unidos en 1919. Fue el libro más vendido en ese país y año. Su éxito en las vitrinas de librerías le garantizó un lugar en Hollywood siendo llevada a la gran pantalla en 1921 y en 1962. El cine ha visto otras de sus obras como Sangre y Arena en 1922, 1948 y 1989 también en Hollywood o Cañas y Barro o La barraca en España, para el cine y la televisión, entre otras.

De joven fue anarquista y prisionero por ello, Diputado republicano, rico y claro, anticomunista. Criticó a la Iglesia Católica y a la monarquía de su época, por escándalos de corrupción en los que se vieron implicadas ambas instituciones. Murió en Francia y sus restos fueron repatriados a Valencia, una vez restaurada la República años después, como lo había solicitado en su testamento. Fue recibido en hombros por un conmovido pueblo que nunca olvidó que varias de sus novelas, retrataron literariamente, lo que Joaquín Sorolla había pintado del mediterráneo valenciano.

La última de esas novelas costumbristas valencianas y que retrató la huerta, fue La barraca. Es una historia dura que cuenta los efectos de un liderazgo desproporcionado y negativo. Es la historia de Toni Pimentó, buen mozo, adicto a lo que se puede ser adicto en este mundo, admirado o temido por los hombres y deseado o tolerado por las mujeres de la huerta. Su enfermiza e incansable mujer, Pepeta, se lo aguanta lealmente. Es el típico brabucón y fanfarrón, de cuidado.

La trama inicia con la trágica historia del tío Barret y su familia. Él, es un hombre trabajador de la tierra de su amo, y está orgulloso de que su familia lleva más de 100 años y 5 generaciones de Barrets cultivándola como nadie en la huerta y viviendo en la barraca junto a sus hijas y esposa. El tío Barret está viejo y se ha tenido que endeudar aún más con su amo y un préstamo usurero más, para remplazar su caballo.

Encima, su amo le ha aumentado la renta aún más y la tarea se ha vuelto, materialmente imposible. La familia Barret, lo pierde todo, luego de que su amo les ha negado replantear la situación una y otra vez, a pesar de una historia familiar de cumplir, cumplir y cumplir. En un arrebato de furia, el tío Barret mata a su amo Don Salvador, dueño de esa tierra. El tío Barret muere en prisión sin remedio y con la sentencia, su mujer e hijas, son expulsadas de la barraca para dedicarse a la calle, a pedir, robar y a la prostitución.

Toda la huerta conoce la verdad y han jurado que nadie trabajará la tierra, ahora propiedad de los hijos de Don Salvador, para honrar la memoria del tío Barret y su familia. Sin embargo, como ya dijimos, la huerta se reinventa cuando está a punto de morir y con el tiempo, aparece un buen día Batiste Borrull y su familia. Trabajarán la tierra de los hijos de Don Salvador, gracias a una renta ventajosa de dos años sin abonar hasta que se encuentre productiva nuevamente y vivirán en la barraca de esta, si la reparan de sus daños. Batiste, Teresa su mujer, Roseta su alta y bella hija y 4 hijos varones más, representan el espíritu del inmigrante que, aunque provengan de pueblos vecinos, son extraños en la huerta, especialmente para sus autóctonos lugareños. Nos recuerdan, que el emigrante lo hace por necesidad, buscando una nueva oportunidad o simplemente, forjarse un destino mejor, especialmente para el beneficio de los suyos.

El inmigrante tiene coraje. Deja lo conocido por necesidad la mayoría de las veces y otras, aunque cómodo en su lugar de origen, incómodo de espíritu, quiere superarse. El espíritu del que siempre busca algo más, algo mejor. El Inmigrante, habitualmente emprende 2 veces, la primera con su emigración al arrancar y la segunda, con empezar de nuevo al llegar e instalarse. El inmigrante suele ser conmovido por una fuerza interior que no lo detiene. La emigración siempre ha existido y existirá. Siempre habrá un lugar dónde existan personas con necesidad, dónde sientan que no puedan progresar y dónde tengan la ilusión que pueden encontrar su hogar en el pueblo, la ciudad, el país o el continente vecino.

Batiste y su familia tienen un compromiso y lo quieren cumplir. Juntos, reparan la barraca hasta darle un aspecto coqueto, las tierras de la huerta produciendo de nuevo, los niños asistiendo a las clases en la escuela local y Roseta es la mejor trabajadora de una de las nuevas industrias de la zona.

Pero, rápidamente sintieron el latigazo de la indiferencia de los vecinos. Nadie les dirigía la palabra en la zona. Los hijos de Batiste que asistían a la escuela eran repudiados por sus compañeros. Las otras obreras de la planta industrial y vecinas de Roseta, al viajar caminando todas las mañanas y durante el regreso de su trabajo, no le hablaban y la dejaban caminando sola y aparte. Solamente un joven se atrevió a esperarla por dónde pasaba ella, para acompañarla en silencio, era Tonet un vecino que se enamora perdidamente de ella. Tonet, era marginado por las burlas de todos, por su personalidad y extrema timidez. Era nieto del tío Tomba, el pastor de la zona, un anciano ciego, que había advertido a Batiste de la maldición de las tierras que trabajaría. Por su osadía, Tonet fue despedido como ayudante del carnicero y aislado también por el resto de la población.

Un mal día, Batiste es acusado en el Tribunal de las Aguas de Valencia. Pimentó, miente sobre un supuesto incumplimiento de horario de riego por parte del recién llegado. Por más que Batiste explica, el público venido de la huerta apoya a Pimentó. Batiste es sentenciado injustamente por uno de los tribunales más antiguos del mundo, aún en funcionamiento. En los tribunales no siempre se encuentra la justicia. Batiste y su familia, con entereza, incumplen la sentencia. Pimentó y los vecinos de la huerta, no le acusan nuevamente. Se la cobrarán por su cuenta.

Pimentó sigue presionando a los vecinos para que rechacen a los recién llegados. Inclusive, se atreve a amenazar a Batiste directamente y una de sus sobrinas, le da una paliza a Roseta acuerpada de sus amigas mientras estaba sola. Roseta reaccionó con el primer golpe, ante la retahíla de mentiras que todas las malas vecinas, repetían a gritos para ser escuchadas, sobre un supuesto pasado delictivo de Batiste. Conocidos anónimos, apuñalan el caballo de labranza de los Borrull. Las agresiones continúan escalando hasta los escolares emboscaron a los estudiantes hijos de Batiste un día y entre todos, separaron al más pequeño e indefenso para golpearlo por aparte. De nombre Pascualet, era el más noble de los niños, bueno y cariñoso con su madre. La salvaje paliza que le dan los estudiantes ese día al pequeñito culmina casi ahogándolo en un suampo de barro pantanoso. Pascualet, fallece a los pocos días de neumonía por broncoaspiración. Teresa, convertida en un zombi de desamor, casi muere de pena con él.

El pueblo entero se arrepiente, y se presentan a dar el pésame, financian el entierro y en honesto duelo, acompañan. Se disculpan con la familia Burrull. Pepeta, que nunca había conseguido tener hijos, abraza a Teresa y llora como si Pascualet hubiera sido suyo. Superado el trance, llegan las celebraciones de San Juan y la cosecha se tramita y vende, con la ganancia, Batista les paga a los hijos de Salvador. Teresa, Batiste y su familia, cumplen con su compromiso.

En contraste, Pimentó no le pagaba durante años a su ama. Él mismo fanfarroneaba de cómo se presentaba delante de ella y de sus hijas, para explicar que no tenía con qué pagar y mientras exponía sus razones y relato, sacaba su navaja para enseñarla a las damas de forma amenazante. Con miedo, su ama, le dejaba ir posponiendo su deuda un año más. Así había sido años atrás, hasta la llegada de Batiste y desde que hace frente a los pagos que demandan los hijos de Don Salvador. La mujer dueña de las tierras que trabaja Pimentó, ya no le tolera bravuconadas a él y le obliga a pagar. Pimentó, ya no podía gastar su ilícita ganancia en vicios.

Un buen día en el Bar entre tragos y con la audiencia completa, Pimentó le reclama a Batiste y le culpa de la desgracia de todos con sus amos. Le dice a Batiste, que desde que él ha llegado todos cayeron en desgracia. Ahora deben pagar sus abusivas deudas a sus amos. Le pide a Batiste que se marche de ese lugar. Batiste le dice que no se irán. Pimentó lo abofetea sin misericordia y Batiste sin contemplaciones, le contesta con un golpe de taburete en la cabeza, que deja a Pimentó lesionado de muerte. Batiste se marcha, mientras todos le gritan que habrá venganza.

Con esto, Batiste y su familia, pierde toda esperanza de encontrar paz y trabajo en ese lugar. Se encierran de nuevo en la barraca mientras son testigos de la recuperación de Pimentó convertido en un héroe y líder de la causa de la huerta. Expulsar a los intrusos cuanto antes, es el objetivo. Roseta abandona su trabajo, los niños dejan de acudir a la escuela. Batiste sale lo justo y necesario. Un día, cuando sale de caza con su escopeta, es atacado a tiros por un Pimentó recuperado. Batiste responde con la misma y le hiere de muerte nuevamente. Esa misma noche, muere Pimentó y el pueblo entero, jura vengar a su líder. Prenden fuego a la barraca de Batiste y todo es consumido por las llamas. De los vecinos de la huerta, solo Tonet les ayuda sin éxito y por razones obvias. La familia de inmigrantes se salva de morir quemados. Huyen sin remedio y se acaba la obra. El autor ni siquiera nos ratifica el triunfo del esperanzador amor surgido entre Tonet y Roseta. El autor busca despertarnos con un fuerte guantazo.

En la novela, el mal gana la batalla, pero la guerra la gana el autor. En el fondo, las desigualdades sociales en la Valencia del siglo XIX hacen que los habitantes de la Vega acumulen rabia y furia por generaciones. Los vecinos de la huerta valenciana descargan su malestar contra una familia de iguales, inmigrantes y buenas personas, en lugar de confrontar a los amos que les tienen oprimidos. La genialidad del autor es saber trasladar conflictos y situaciones diversas de injusticia social local o pueblerina a reflejar e ilustrar verdades universales. Las almas explotadas por sus amos prefieren desquitarse entre sí, que sacudirse de los opresores.

El triunfo del autor radica en haber dispuesto en nuestras manos esta obra. Una verdadera lección de vida. El autor insiste en resaltar el valor, coraje y propósito del inmigrante real. Del extraño que llega para comportarse como el mejor de los autóctonos con trabajo duro y honesto en su cabeza y manos, y, cómo a pesar de eso, los locales con frecuencia apoyan al villano malandrín que pregona medias verdades, exageraciones, prejuicios, tergiversaciones o inclusive viles mentiras, para desprestigiar al recién llegado. Cuidado con el falso líder político que, con su lengua viperina, seduce a las gentes buenas y calmas de un lugar para que no acepten al ejemplar inmigrante que se integra adecuadamente. La justicia se debe construir y fortalecer. La barraca, es una novela que denuncia algo que difícilmente toleraría Hollywood. La realidad siempre supera la ficción y Hollywood se sustenta en la segunda.

El mismo Vicente Blasco Ibáñez era hijo de inmigrantes que llegaron a Valencia provenientes de Aragón. Vicente, sabe muy bien de lo que habla y, sin embargo, fue el más orgulloso de llamarse así. Vicente es el más valenciano de los nombres. Valencia, fue una importante tierra de emigrantes que hicieron España, las américas y el mundo en el siglo XIX. Irónicamente, en España, el prestigio de Blasco Ibáñez se encuentra en sus horas bajas. Basta con analizar su obra y lo que hizo y dijo en vida, para saber por qué. En la Argentina, el mismo Blasco Ibáñez impulsó colonias valencianas agrícolas, con poco éxito. Los explotadores abusivos son un reto universal.

Hoy en día regresan muchos de sus nietos a España a la costa mediterránea y se integran. Todos hijos de la Hispanidad. Afortunadamente, España y América tienen la ocasión de compartir el triunfo del autor al tener en sus manos esta novela y poder comprender la enseñanza que nos traslada. Ese tesoro es la oportunidad que tiene la Hispanidad de revivir una vez más con todo su esplendor.