Giordano Bruno fue un monje dominico y exsacerdote católico muy heterodoxo, astrónomo, filósofo y teólogo italiano del Renacimiento.

Nació en enero de 1548 en Nola, un pueblo cercano al Reino de Nápoles, entonces bajo dominio del imperio español. Su nombre de bautizo fue Filippo, pero lo cambió por Giordano al ingresar a los 16 años a los dominicos en el Convento de Santo Domingo de Nápoles. Allí estudia la filosofía de Aristóteles y la teología de Santo Tomás de Aquino, pero con el paso de los años se convertiría en un severo crítico de sus mentores.

Desde el año 1565 es un monje dominico y empiezan los problemas, debido a su religiosidad muy libre e inclinada a contradecir la ortodoxia del momento. Muy pronto se le abrieron expedientes debido a que de su celda había eliminado las imágenes de la Virgen y de los santos, dejando únicamente el crucifijo.

También se le acusó de defender la doctrina arriana, considerada herética por sus superiores y las autoridades de la Iglesia. Según Arrio, sacerdote católico, Jesucristo no era de la misma sustancia que Dios Padre, sino más bien creado por él y, por lo tanto, inferior. También el monje dominico leyó libros del humanista holandés Erasmo de Rotterdam, entonces prohibidos por el Vaticano. De allí nació probablemente una inclinación a la burla y a la crítica del clero.

Hacia sus 23 años, Bruno es ordenado sacerdote, pero ya a los 28 años abandona el convento y comienza una vida errante. En 1575 recibe el título de Doctor en Teología.

En 1579 cuelga los hábitos y viaja durante diez años por diferentes ciudades de Italia y luego va a Ginebra, París, Toulouse, Londres y Praga. Durante esos viajes recibe la influencia de las nuevas corrientes culturales de la época y escribe sus principales libros.

En Francia fue aceptado por Enrique III como profesor de la Universidad de París en 1581, y en 1583 viajó a Inglaterra, donde enseñó en la Universidad de Oxford. En 1586 expuso sus ideas en la Sorbona y enseñó filosofía en la Universidad de Wittenberg.

A pesar de que sus amigos le alertaron de los riesgos de regresar a una Italia controlada por la Inquisición, en 1591 vuelve a Venecia invitado (probablemente engañado) por Giovanni Mocenigo, un noble veneciano que se presenta como su protector y quien lo denunció por sus ideas ante la Inquisición el 23 de mayo de 1592. Se inicia entonces contra Bruno un proceso inquisitorial en Venecia y luego en Roma. Más tarde, Mocenigo reconoció que había tendido una trampa a Bruno y proporcionó a las autoridades inquisitoriales una lista de las ideas heréticas que le había escuchado.

El proceso fue dirigido por el cardenal Jesuita Roberto Belarmino, quien más tarde condujo otro proceso similar contra Galileo Galilei.

El proceso culmina con la condena de Bruno por hereje y apóstata, y tanto él como sus escritos terminaron en la hoguera. Pasó siete años en la cárcel de la Inquisición en Roma, que se ubicaba en las inmediaciones del Palacio del Vaticano.

El 4 de febrero de 1600 se leyó la sentencia: Giordano Bruno fue declarado hereje y se ordenó que sus libros fueran quemados en la Plaza de San Pedro en Roma, y además fueran incluidos en el Índice de libros prohibidos.

Según fuentes eclesiásticas, el 17 de febrero del año 1600 su cuerpo ardió en la hoguera en la plaza romana del Campo dei Fiori. En cumplimiento de la sentencia pronunciada por el tribunal romano de la Inquisición, “Giordano Bruno desnudo y atado a un palo, con la lengua aferrada a una prensa de madera para que no pudiera hablar, fue quemado vivo y luego sus cenizas fueron esparcidas al viento.

Se cuenta que mientras ardía, un sacerdote le ofreció un sacrificio pero el lo rechazó moviendo la cabeza hacia otro lado”.

La filosofía de Bruno era fundamentalmente hermética y con inclinaciones hacia el sincretismo religioso, la magia natural y la infinitud del universo, con gran influencia de la filosofía egipcia y griega de Hermes Trismegisto.

Sus tesis generaron fuertísimos rechazos tanto entre calvinistas como en los católicos. Sus ideas fueron influenciadas por el cristianismo protestante, por el humanismo renacentista y post medieval, el neoplatonismo y la filosofía egipcia.

El 9 de junio de 1889 se inauguró un monumento a su memoria en el Campo de Fiori y se leyó el siguiente texto: “Aquí fue quemado y sus cenizas no han aquietado el dogma. Aquí se levanta de nuevo Giordano Bruno, pero la religión del espíritu que el predicó no quiere venganza. Esa religión exige tolerancia frente a todas las doctrinas y cultos”.

Actualmente, la Italia laica ve a Bruno como el adalid de la ciencia moderna y de la libertad de pensamiento. Las principales obras de Bruno se publicaron en Londres entre 1548 y 1585. Entre sus títulos destacan: Del universo infinito y los mundos, La expulsión de la bestia triunfante, La cábala del caballo Pegaso, La cena de las cenizas y los Heroicos furores, entre otros. Sus críticas iban contra la Iglesia Católica, pero también contra el cristianismo en general, incluyendo a Martín Lutero. Adversó su idea de la salvación por la simple fe sin las obras.

Discrepó de la astronomía geocéntrica en boga y llegó a defender las tesis del astrónomo Copérnico, especialmente el heliocentrismo, según el cual la tierra y los planetas se mueven alrededor del sol. Dicha tesis era fuertemente sostenida también por el astrónomo Galileo Galilei, a contracorriente de la jerarquía eclesiástica.

Pero Bruno fue más allá y superó incluso el heliocentrismo: según afirmó, el sol es simplemente una estrella y el universo contiene un infinito número de mundos habitados por seres inteligentes.

Propuso que el universo es infinito, que las estrellas son soles con posibles planetas habitados y que el sistema solar no es el centro del cosmos. Llegó a demostrar que el sol es más grande que la tierra. Las ideas de Bruno sobre el universo se consideran hoy día como las precursoras de las teorías de la astronomía contemporánea. Son muy bien valoradas por los astrónomos de la actualidad, pero en aquellos tiempos sonaban a locura y herejía. Su legado ha sido reivindicado por la ciencia moderna, el pensamiento libre y el laicismo.

Durante el proceso de la Inquisición, a Bruno se le acusó de numerosas negaciones de los postulados de la fe cristiana: de negar la Trinidad, la divinidad de Jesús, el nacimiento virginal, la reencarnación, la resurrección de los muertos y la transustanciación eucarística. En mi humilde opinión, pudo tener influencias tanto del luteranismo como del judaísmo.

Varias veces el acusado estuvo considerando la posibilidad de retractarse de sus ideas y pensamientos, con lo cual podría haber salvado su vida e incluso alcanzado la libertad. Pero él prefirió mantenerse en sus tesis hasta el final, a costas de su propia existencia. Fue un referente de defensa a ultranza de sus ideas, pensamientos y creencias, independientemente de que se compartan o no las mismas.

Por lo demás, ninguna idea o pensamiento, por más equivocado o herético que nos parezca, merece como respuesta la hoguera o alguna otra forma de la moderna pena de muerte. El derecho a la vida de la víctima debe garantizarse, así como su libertad de pensamiento. Y la tolerancia debe ser uno de los sagrados principios de todos los cultos o doctrinas, sean religiosas, espirituales, sociales, económicas o políticas.

Tanto Giordano Bruno en Italia como el filósofo judío Baruch Spinoza en los Países Bajos han sido mencionados por los historiadores de las ideas como dos personalidades intelectuales rebeldes y afines de aquella época, que fueron estigmatizadas en su tiempo como herejes de diferentes religiones. Ambos entraron en conflicto no solo con una religión, sino con las teologías monoteístas de su época, aunque también abrieron caminos en la historia de la filosofía, de la ciencia y de la astronomía. Las obras de ambos, por cierto, aparecen en el Índice de libros prohibidos de la Inquisición.

Tanto el Dante Alighieri (1265-1321), como Pico della Mirandola (1463-1494) y Nicolás Maquiavelo (1469-1527), como también Giordano Bruno, representaron la insatisfacción de los italianos con la escolástica aristotélica y la teología medieval y la apertura hacia el renacimiento cultural humanista y el paso hacia la modernidad, la tolerancia y la libertad de pensamiento. En el caso de Maquiavelo, con el Príncipe (1513) se constituyó en el fundador de la Ciencia Política Moderna.

Así también Francis Bacon (1561-1626) en Inglaterra fue el padre del empirismo filosófico y científico, y René Descartes (1561-1626) fue el padre de la filosofía moderna. Todos representan el período del Renacimiento y la emergencia de la era moderna.

Giordano Bruno fue un monje dominico muy heterodoxo que representó una reacción de gran cuestionamiento de las creencias de la cristiandad, especialmente de la Iglesia Católica, y una adhesión sin reservas a la libertad de pensamiento y a sus filosofías que le condujeron finalmente a la hoguera. Su pensamiento marca la transición entre el mundo medieval y la modernidad.