Es poco conocida la condición de poeta de Luis Buñuel Portolés. Desde muy joven tuvo la voluntad de ser escritor, pero la inmensa fama de cineasta, que alcanzaría con el paso de los años, opacó la producción literaria de uno de los personajes españoles más importantes del siglo XX.

Su padre fue Leonardo Buñuel González, originario de Calanda (Teruel), donde tenía un negocio de ferretería. En esta población, Calanda, se casó con María Portolés Cerezuela, con la que juntos tuvieron siete hijos.

Luis Buñuel pasó su infancia en Zaragoza, donde estudió con los jesuitas hasta que acabó el bachillerato, a los 17 años. Más tarde partió a Madrid para cursar estudios universitarios; y, para ello se alojaría en la Residencia de Estudiantes, fundada por la Institución Libre de Enseñanza, en la que permaneció siete años.

Fue en la residencia estudiantil donde Buñuel trabó amistad con Salvador Dalí, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Pepín Bello y Juan Ramón Jiménez, entre otros. En esta época publicaba cuentos en revistas de vanguardia e iba preparando un libro con el título de Un perro andaluz.

Muchas de las imágenes de sus escritos, previos al surrealismo francés, pasarían a su cine, donde alcanzó renombre universal.

Probablemente, una primera aproximación a su obra poética nos dejará confusos y sobrepasados. En particular, me gusta porque Buñuel es original, con imágenes potentes y evocadoras que desafían la realidad, diferente al resto de poetas españoles de su época. A menudo, no entiendes lo que lees, ignoras lo que quiere decir, pero te da un aldabonazo a tu sensibilidad, y, ¡oh, misterio!, hasta puedes llegar a emocionarte.

Según palabras del profesor Juan Carlos Ibáñez:

El artista tiene una voluntad decidida de desprecio hacia los efectos poéticos tradicionales. Existe un deseo consciente de buscar la expresión más modesta y aséptica posible para desterrar el irracionalismo y la sentimentalidad de corte romántico o postmodernista. En este sentido, podemos observar que el interés del poema, para el lector, no reside en absoluto en la belleza de las imágenes, sino en la circunstancia de convertirse en un espectador activo. El poeta descuida la palabra para centrarnos en la acción. La poesía se convierte en guion cinematográfico y el discurso poético en montaje. La lírica se encuentra muy cerca de la prosa meramente descriptiva y el objetivismo tiende a ser descarnado (muy pocos adjetivos).

La técnica busca desarraigarse tanto de la emoción que provoca la supuesta belleza del lenguaje, como de la que se produce por la cercanía o asimilación de un drama más o menos ingenioso.

La prosa y la poesía romántica del XIX hablaban al corazón, a los sentimientos. Los poetas del purismo y el neorromanticismo, pese a sus juegos de artificio intelectual, siguen por ese camino.

Buñuel, en busca de un nuevo romanticismo, esta vez aséptico, intenta mostrar siempre la crueldad de la vida con vistas a un análisis reflexivo.

Y aquí os dejo, para que opinéis:

Palacio de hielo

Los charcos formaban un dominó decapitado de edificios de los que uno es el torreón que me contaron en la infancia de una sola ventana tan alta como los ojos de madre cuando se inclinan sobre la cuna. Cerca de la puerta pende un ahorcado que se balancea sobre el abismo cercado de eternidad, aullando de espacio. Soy yo. Es mi esqueleto del que ya no quedan sino los ojos. Tan pronto me sonríen, tan pronto me bizquean, tan pronto SE ME VAN A COMER UNA MIGA DE PAN EN EL INTERIOR DEL CEREBRO. La ventana se abre y aparece una dama que se da polisoir en las uñas. Cuando las considera suficientemente afiladas me saca los ojos y los arroja a la calle. Quedan mis órbitas solas sin mirada, sin deseos, sin mar, sin polluelos, sin nada; Una enfermera viene a sentarse a mi lado en la mesa del café. Despliega un periódico de 1856 y lee con voz emocionada: Cuando los soldados de Napoleón entraron en Zaragoza en la VIL ZARAGOZA, no encontraron más que viento por las desiertas calles. Sólo en un charco croaban los ojos de Luis Buñuel. Los soldados de Napoleón los remataron a bayonetazos.

(Luis Buñuel)

Debido al espacio necesariamente breve de este artículo, quedan muchas cosas que decir. Ojalá sea una ventana que se abre para que cada lector interesado se asome a la parte menos conocida del genial personaje y descubra su faceta literaria y, como en mi caso, le apasione su poesía, a la que aplicó, como a casi toda su obra, el dicho de André Bretón:

Lo más admirable de lo fantástico es que lo fantástico no existe, todo es real.

Entonces abriremos una puerta hacia un mundo donde los sueños forman parte de la realidad, y consecuentemente vamos a encontrar obras diferentes que nos llevan a ese espacio interestelar donde todo es posible.