Vals de las flores de El cascanueces, de Piotr Ilich Chaikovski
Se antoja decir que Piotr Ilich Chaikovski es un autor que no puede faltar cuando se habla de la llamada música “clásica”. Es el compositor de obras bellísimas que son un deleite para los oídos. Fue criticado y marginado mucho tiempo, pero terminó por imponerse frente a la (digamos) campaña de escatimar su valor. Es, indiscutiblemente, el gran melodista en la música de todos los tiempos: tenía un don para crear melodías afortunadas. Temas imborrables, orquestación poderosa y resultados brillantes es lo que encuentra uno en su producción. Oírlo es una garantía de disfrute.
Su vida personal, en cambio, arrojó un breve matrimonio que zozobró. Fue, además, el típico creador que tiene mecenas, en este caso, una mujer. A ella le dice, en una de sus numerosas cartas: “Solo ahora, sobre todo después de la experiencia de mi matrimonio, he empezado por fin a comprender que no hay nada más infructuoso que no querer ser lo que soy por naturaleza”.
Toda la vida hemos entendido que murió de cólera, enfermedad fuera de control en la Rusia de su tiempo. Sin embargo, ahora hay dudas, ya que en esos casos se prohibía un velorio y el artista sí fue velado.
El cascanueces es un cuento de E.T.A. Hoffmann que llegó a la producción de la que nuestro compositor formaba parte, vía la versión del escritor Alejandro Dumas. Es un ballet con música original. Chaikovsky preparó, a partir de ahí, una exquisita suite para orquesta que ha alcanzado gran fama. La suite incluye una pieza de las que venimos coleccionando: es el Vals de las flores.
Émile Waldteufel y Los patinadores
Émile Waldteufel fue un compositor francés judío. En contraste con tantos artistas, cuya vida y reconocimiento transcurrieron entre penurias, él no careció de ocupación ni de ofertas de empleo (por cierto que imperial) con más de un monarca. De esta manera tenemos a un autor que, si bien hizo mucha música (en el sentido de que dio muchos conciertos como director, además de contar con un buen catálogo como compositor), ocupó lugar en la historia con una obra, y solo con una, que es Los patinadores.
En efecto, a pesar de que fue compañero de músicos de fama, Georges Bizet entre ellos, él mismo es, al menos en México para la gente común, desconocido, al grado de que su celebérrima obra que nos ocupa es considerada ya sea de su contemporáneo Johan Strauss hijo o, de plano, anónima.
Richard Strauss y el vals de El caballero de la rosa
Por supuesto que no debemos confundir al creador alemán Richard Strauss con el linaje austriaco de los Strauss que crearon un buen repertorio de valses.
Richard Strauss fue uno más de los niños prodigio de la historia de la música, tanto como intérprete como por compositor.
Como una buena consecuencia del cine, y entrando en el lugar común, digamos que su fama aumentó al tomar (otra vez él) Kubrick el espectacular inicio de su Así hablaba Zaratustra, ilustrando con él un momento importante de la evolución de la humanidad en aquel pasaje logradísimo de su 2001: A Space Oddyssey (2001, Odisea del Espacio).
De una manera semejante a otros artistas, Strauss fue tocado por las acciones del Tercer Reich en diversas maneras. Recibió un nombramiento de Adolfo Hitler que desempeñó por un tiempo, quizá por proteger a su nuera judía. No descansaron hasta suspenderle al escritor (también judío) Stefan Zweig, quien colaboraba con él. Para fortuna de todos, salió bien librado de estas vicisitudes.
Escuchemos un segmento del vals perteneciente a una obra más amplia, El Caballero de la Rosa.
Vals N°2 de la Suite para orquesta variada o Suite para orquesta de jazz N°2, de Dimitri Shostakovich
Al decir Dimitri Shostakovich, es casi imposible no calificarlo de músico controvertido. Se debe a que produjo cobijado por la Unión Soviética. Digamos que fue el músico oficial del estalinismo, pero nada, o muy poco, de lo que se diga respecto de a quién sirvió empaña su calidad musical.
Este año 2025 llega a 50 la conmemoración de su deceso. Así pues, no vivió la caída del gobierno (oficialmente socialista) de la Unión Soviética, ni el retorno del país a denominarse Rusia.
No obstante las reservas con que ciertos oídos escuchan su música, no hay ninguno que se resista a su Vals No. 2, con el agregado que Stanley Kubrick revistió su última película, Eyes Wide Shut (Ojos bien cerrados), con la obra. No es el único: hay otros casos menores, como que Enrique Bunbury abría uno de sus espectáculos con la misma música.
Para quien ha oído (como usted y yo ahora) Yo te daré (CAFÉ), queda claro que el creador ruso fue menos original al basarse en ella (según se dice) para su famosísimo vals (por cierto que, según una versión, ”CAFÉ” significa “Camaradas: arriba Falange española”). Vamos a darle espacio para comparar con la pieza que nos viene ocupando.