Mientras Martha Lucía Ramírez vivía en Barcelona, encontró los cuadernos escolares abandonados de Mary Carmen Garriga en Carrer de la Princesa 14, la calle donde vivían ambas. Estos recogían tareas del Liceo Francés entre 1953 y 1963. La orfandad de los cuadernos se refiere al abandono que se hace de tantos años de infancia y de esfuerzo personal. Es importante recordar que la educación franquista enfatizaba en la repetición y memorización, en resonancia con los valores del nacionalcatolicismo, la obediencia y la lealtad a la patria.
Si bien la empatía por las emociones humanas ha sido el eje de la obra pictórica de Martha Lucía Ramírez, donde el cuerpo y el dibujo del territorio forman un relato sobre la experiencia humana, este ejercicio de archivo, a partir de los cuadernos, le ha servido a la artista para interrogarse por su propia infancia, sus años de formación y sus relaciones familiares.
Pasaron 20 años, antes de que Martha Lucía Ramírez se decidiera a trabajar con el material de los cuadernos. Empezó a escribir el libro El archivo huérfano. Relato de albures y adopciones, donde cuenta la relación que formó con Mary Carmen a través de la lectura, ficcionando sobre la autora, y revisitando su propia infancia. Simultáneo a la escritura, la artista desarma y vuelve a armar las páginas con puntadas rojas que citan al lápiz de corrección escolar, uniendo capas y rasgados que cambian el sentido de las palabras, configurando nuevas composiciones y formatos, enlazando edades, asignaturas y grafías diferentes, como mapas para guiarse en la conversación que están entre el collage y el ensamblaje. Así, desconfigura la belleza canónica de la pulcritud y del orden, de lo recto y de lo preciso, y propone la belleza desordenada del movimiento, del azar y del sinsentido.
Con la adopción de los cuadernos, Martha Lucía Ramírez nos muestra la intervención de un archivo como una forma de permanecer, reinventarse y volverse a conocer a través del otro.