La manera en que se ha construido la normatividad social ha negado formas de organización distintas a los proyectos de la modernidad en los que el sentido de unanimidad excluye a quienes no se ajustan a sus preceptos y se ven obligados a una autodeterminación no reconocida.
Heterotopías da cuenta de la resistencia que implica, aún hoy, tal autodeterminación. Propone un orden propio marcado por la condicionalidad del “ser otro”, de asumir una identidad y una postura política vulnerables ante diferentes fuerzas que han utilizado el castigo simbólico y físico para acabar con su presencia.
Las identidades, los cuerpos, la iconoclastia, así como las formas de subjetivación y de colectivización alternas se convierten en heterotopías: espacios que permiten habitar los residuos de una sociedad que intenta abarcar toda una estructura alineada con una única visión moral y política excluyente.
En el cambio de paradigma que enfrentamos ahora, estas manifestaciones nos recuerdan la constante lucha de la otredad para obtener una representación igualitaria, asumiendo una responsabilidad para con el otro desde su propia diferencia y no una replicación de conductas represivas hacia el que sí está dentro del margen social institucionalizado.