Quisiera iniciar el presente artículo con una pregunta: si pudieras elegir o diseñar a tu persona ideal para una relación a largo plazo, ¿cómo sería? Quizás tendría tatuajes, sería activista o trabajaría en sus tiempos libres haciendo obras sociales, o probablemente te gustaría que fuese alguien socialmente activo con muchas amistades y facilidad para expresarse y relacionarse. Ahora bien, podríamos continuar por esta misma senda o dar un giro en la trama: ¿cuáles serían esas características que definitivamente no aceptarías en una persona para el mismo proyecto? Prohibido ser otaku, o tal vez mencionarías que no soportas a los creyentes o practicantes del cristianismo. Quizás estaría más que vetado cualquier ser con inclinaciones hacia el pensamiento político de derecha, o quizá dirías que, para ser hacer más viable la relación, debería ganar X suma mensualmente para poder considerarlo/a digno/a de ti.

Estos últimos elementos resultan muy curiosos y de vital importancia para el presente texto ya que me propongo aquí exponer cómo las red flags o banderas rojas, si bien nos permiten tener unos estándares mínimos que nos acerquen a las personas correctas y nos alejen de las que pueden ser peligrosas, se han convertido en excusas para encerrarnos en nuestro propio mundo, haciendo que –una y otra vez– volvamos siempre a los mismos tipos de personas y repitamos así las mismas experiencias –mayoritariamente desastrosas– en nuestra historia romántica.

Red flags y elecciones de pareja

En algún momento, conversando con una amiga, le mencioné que creía saber cuál era su tipo de hombre –habíamos estado cerca de un joven artista con outfit despreocupado y barba descuidada y su mirada lo había dicho todo– ante mi afirmación su respuesta fue: ¡¡Obvio!! ¿Me imaginas saliendo con un man de traje y corbata?

Su respuesta me dejó pensando: ¿realmente nuestras elecciones románticas concuerdan con lo que necesitamos? Quizás para ella una persona con traje y corbata sea una red flag andante, sin embargo, su historial romántico no había sido el más alentador.

No todas las red flags son necesariamente indicativas de problemas serios. A veces, nos encontramos con red flags que, en realidad, son absurdas y nos impiden conocer otras formas de vivir y pensar. Estas banderas rojas pueden ser prejuicios o estereotipos que hemos internalizado sin cuestionar. Por ejemplo, descartar a alguien simplemente porque tiene un pasatiempo que no entendemos o porque su estilo de vida es diferente al nuestro puede privarnos de la oportunidad de explorar nuevas versiones de nosotros mismos.

Estas versiones de nosotros mismos, que podrían surgir al interactuar con personas fuera de nuestro círculo habitual, tienen el potencial de mostrarnos que el camino que estábamos eligiendo una y otra vez en nuestra terquedad nos impedía ser felices. Al aferrarnos a estas red flags absurdas, nos cerramos a la posibilidad de crecimiento personal y a la riqueza que la diversidad de experiencias puede aportar a nuestra vida.

Imagina conocer a alguien que disfruta de actividades que nunca habías considerado, como la escalada en roca o la meditación. Al principio, podrías sentir que estas diferencias son insuperables, pero al abrirte a la posibilidad de compartir estas experiencias, podrías descubrir nuevas pasiones y formas de ver el mundo. Este proceso de apertura y exploración puede llevarte a una versión más completa y feliz de ti mismo, una versión que no habrías descubierto si te hubieras mantenido dentro de los límites de tus prejuicios y estereotipos.

En última instancia, al permitirnos conocer y conectar con personas que inicialmente no encajan en nuestro molde preconcebido, podemos encontrar relaciones más profundas y satisfactorias. Estas conexiones nos ofrecen la oportunidad de crecer y evolucionar, y de descubrir que la verdadera felicidad puede encontrarse en lugares inesperados y con personas que, en un principio, parecían ser incompatibles con nuestras expectativas.

Nishida Kitaro: descubrirnos en el otro

El filósofo japonés Nishida Kitaro plantea que el "yo" es un constructo incompleto que limita al individuo en su búsqueda de autoconocimiento. Según Nishida, para acercarnos a nuestro verdadero yo, debemos pasar por un proceso de negación de lo que creemos ser, conocido como "No-yo". Esta idea es particularmente relevante cuando consideramos cómo, en nuestras relaciones, tendemos a elegir fanáticamente a las mismas personas una y otra vez, descartando a aquellos que son diferentes.

Al aferrarnos a una imagen fija de nosotros mismos y de lo que buscamos en una pareja, nos cerramos a la posibilidad de crecimiento y autodescubrimiento. Consideramos a lo diferente como enemigo o descartable, sin darnos cuenta de que, al hacerlo, estamos limitando nuestro propio potencial. La negación del "yo" implica cuestionar y desmantelar estas barreras autoimpuestas, permitiéndonos explorar nuevas formas de ser y de relacionarnos.

Por ejemplo, al abrirnos a la posibilidad de conocer a alguien con intereses, creencias o estilos de vida diferentes, podemos descubrir aspectos de nosotros mismos que desconocíamos. Esta apertura nos permite evolucionar y acercarnos a una versión más auténtica y completa de nuestro ser. En lugar de ver la diferencia como una amenaza, podemos verla como una oportunidad para expandir nuestros horizontes y enriquecer nuestra vida.

En este sentido, las red flags absurdas que nos llevan a rechazar a personas diferentes pueden ser vistas como obstáculos en nuestro camino hacia el autoconocimiento y la realización personal. Al superar estos prejuicios y estereotipos, nos damos la oportunidad de experimentar relaciones más diversas y significativas, y de descubrir que nuestro verdadero yo puede ser mucho más amplio y complejo de lo que imaginábamos.

Claridades finales

Es importante destacar que este artículo no pretende defender la idea de salir con personas claramente nocivas o peligrosas. Más bien, se trata de darnos la oportunidad de dejar los juicios de valor a un lado y abrirnos a otras maneras de ver la vida. Al cuestionar nuestras red flags absurdas y prejuicios, podemos descubrir que nuestras percepciones iniciales no siempre reflejan la realidad y que, al abrirnos a la diversidad, podemos encontrar relaciones más enriquecedoras y significativas.

La clave está en encontrar un equilibrio entre mantener nuestros estándares de seguridad y bienestar, y estar dispuestos a explorar nuevas perspectivas y experiencias. Al hacerlo, podemos acercarnos a una versión más auténtica y completa de nosotros mismos, y descubrir que la verdadera felicidad puede encontrarse en lugares inesperados y con personas que, en un principio, parecían ser incompatibles con nuestras expectativas.

Para concluir, te invito a reflexionar sobre tus propias red flags y prejuicios. ¿Qué tal si este próximo mes te das la oportunidad de conversar con alguien que piensa diferente? Podrías empezar con pequeñas acciones como participar en una actividad nueva o simplemente hablar con alguien en tu entorno que tenga opiniones o intereses distintos a los tuyos. Tal vez, al hacerlo, estarás dando un paso hacia relaciones más diversas y enriquecedoras, y hacia una versión más completa y auténtica de tu ser.