En la década de 1960, Godelier hizo trabajo de campo con los Baruya, un pueblo sin clases sociales, pero con fuertes desigualdades de género y jerarquías masculinas. Su trabajo cuestiona la idea de que la opresión de género es necesariamente producto de las relaciones de clase y nos permite reflexionar acerca del poder, la dominación y las desigualdades sociales en las sociedades contemporáneas.

Un antropólogo no puede estar del lado de los que [...] desprecien o destruyan la sociedad que él se esfuerza en conocer y en hacer conocer.

(Maurice Godelier, La producción de grandes hombres: poder y dominación masculina entre los Baruya de Nueva Guinea)

Hace muchos años atrás, cuando era una joven estudiante de antropología de la Universidad de Buenos Aires, el programa de contenidos de una de las materias que me encontraba cursando incluía en su bibliografía una obra muy interesante. El libro era La producción de grandes hombres: poder y dominación masculina entre los Baruya de Nueva Guinea, de Maurice Godelier. La primera edición en francés de este texto data del año 1982. El libro está basado en el modo de vida de los Baruya, un pueblo oriundo de Nueva Guinea (aquella isla de gran tamaño situada al norte de Australia). Uno de los aspectos destacables de esta obra –contaba mi profesor en aquel entonces– descansa en el hecho de que Godelier, siendo marxista, logró vencer la tentación de aquel entonces que llevaba a muchos autores adherentes a las ideas de Marx a aplicar esas nociones a las sociedades tradicionales estudiadas por la antropología. La razón de tal logro reside, fundamentalmente, en el hecho de que el campo tenía sus propios planes para la investigación del autor.

El trabajo de campo en Nueva Guinea: desigualdades y poder masculino

A lo largo de su estadía en Nueva Guinea, Godelier experimentó en carne propia un tradicional hito disciplinar de la labor antropológica: su línea de investigación surge debido a que el trabajo de campo le revela los propios rasgos de la cultura estudiada y, por lo tanto, le exige abordarlos. Esta impronta en el objeto de reflexión tuvo el mérito de colocar la obra de Godelier como una célebre referencia de la biblioteca antropológica, debido a que logró trascender la barrera que separa a los aficionados de los antropólogos profesionales. Una de las razones descansa en que el libro permite que los lectores se acerquen a los secretos (que se presentan bajo la forma de mitos y ritos) de la organización del poder entre los sexos en una sociedad tradicional que, según su autor, al momento de realizar el trabajo de campo aún conservaba gran parte de sus rasgos tradicionales.

Dice Godelier en el prólogo que su obra “trata acerca del poder, y ante todo acerca del poder que un sexo ejerce sobre el otro, del poder de los hombres entre los Baruya”. Uno de los rasgos de este grupo cultural que llamó más fuertemente la atención del pensador francés descansa en el hecho de que, en la década del 60, se trataba de una sociedad sin Estado y sin clases sociales que, aún así, no estaba exenta de fuertes desigualdades sociales. Muy por el contrario: bajo la mirada de este antropólogo, la sociedad Baruya se encontraba estructurada de manera tal que un sector (los hombres) no sólo gobernaba excluyendo a las mujeres, sino abiertamente en contra de ellas. En este sistema social, las mujeres no sólo no podían acceder a la propiedad de la tierra, a las armas y a los medios de destrucción, sino que también se encontraban excluidas de la fabricación y el control de las herramientas, y de los medios de producción.

De este modo, la constatación de la existencia de desigualdades sociales basadas en el género en una sociedad que no está organizada bajo la lógica de las clases sociales lo lleva a observar que las desigualdades “entre los sexos” no necesariamente surgen con la emergencia del sistema de clases, sino que pueden ser anteriores a él y de una naturaleza diferente.

Esta idea nos conduce a una discusión de gran vigencia. Actualmente, es usual que los movimientos de mujeres y LGBTIQ+ deban enfrentarse al cuestionamiento acerca de la urgencia de llevar adelante una agenda feminista y de género precisamente en este momento. No es raro que estos discursos que ponen en duda la necesidad urgente de atender estos reclamos surjan en sectores social y políticamente autoproclamados como progresistas. Estos grupos sociales, si bien no se muestran abiertamente en contra de esos reclamos, sí cuestionan la necesidad de resolverlos de forma prioritaria. Según esta perspectiva, sería más adecuado esperar a resolver los problemas derivados de las desigualdades de clase para, luego, dar lugar a las desigualdades vinculadas con el género. Como aporte a esta discusión, el trabajo que Godelier realizó hace más de cuarenta años nos deja ver que las desigualdades de género no son necesariamente una consecuencia de las desigualdades de clase (aunque pueden llegar a serlo).

Un sistema social basado en distintas formas de desigualdad

Paralelamente a las desigualdades sociales entre hombres y mujeres, Godelier afirma que la estructura social baruya distingue, a la vez, entre diferentes jerarquías de hombres. Algunos de los hombres baruya son Grandes Hombres. Ellos pueden ser considerados como tales por dos motivos: por poseer capacidades individuales excepcionales (posición de poder merecida y no heredable) o debido a que heredaron una posición social que engrandece (posición social heredada y heredable).

Si bien este conjunto de posiciones de poder compone una jerarquía social diferente al dominio de los hombres sobre las mujeres, asienta sus raíces en esta última forma de dominación. Según este antropólogo, “la producción de grandes hombres es [...] el complemento y la coronación indispensables de la dominación masculina”. He aquí el argumento central del libro. En paralelo, si bien las desigualdades sociales entre los Baruya llevan a que el poder y los privilegios se distribuyan de manera socialmente inequitativa, no hay un vínculo de necesidad entre las desigualdades sociales y la riqueza. Es decir que se trata de un sistema social con fuertes desigualdades sociales que no se derivan de un sistema de clases.

De este modo, la vida social baruya se encontraba organizada, en aquel entonces, a partir de dos tipos de desigualdades: aquellas que se dan entre los hombres y las mujeres, y las que distinguen entre distintas clases de hombres. Estas inequidades se podían observar desde la interacción entre hombres y mujeres, y la división sexual del trabajo, hasta la organización espacial de la aldea. Paralelamente, Godelier sostiene en su obra que la sexualidad juega un rol muy importante en los discursos y las teorías nativas, y se presenta como un fundamento cósmico de la dominación masculina. Según él, la sexualidad, “las diferencias de formas, de substancias y de funciones corporales, las diferencias anatómicas y fisiológicas que nacen de las diferentes funciones de los sexos en el proceso de reproducción de la vida” es la materia prima que permitía fabricar los discursos que interpretan y justifican las desigualdades entre los hombres y las mujeres de la comunidad.

Implicancias ético-políticas de esta obra

¿Qué es lo más interesante de esta obra, desde nuestro punto de vista? Dos aspectos: en primer lugar, que nos permite reflexionar sobre las brechas sociales emergentes en las distintas formas de organización de los pueblos. La perspectiva marxista señala que es necesaria la lucha contra las relaciones de clase debido a que ella misma es la que luego llevará a la supresión de todas las demás formas de opresión. Sin embargo, el trabajo de campo realizado con los Baruya de Nueva Guinea nos deja ver que las inequidades sociales son de naturaleza múltiple y variada.

En segundo lugar, este libro ha llamado la atención no sólo de la comunidad antropológica sino también del público en general debido a que, entre sus páginas, el autor dice explícitamente que sabe muchos secretos más de los que está dispuesto a contar a lo largo de las páginas de la obra. Afirma Godelier que los Baruya le han confiado muchos de sus secretos orientados a ocultar los esfuerzos realizados por los varones baruya para producir Grandes Hombres excluyendo a las mujeres. Este sistema social otorgaba un lugar muy importante a las ceremonias de iniciación femenina y masculina. Estos rituales por los que debían atravesar hombres y mujeres, formaban subjetividades con cualidades muy específicas para cada género. Las ceremonias iniciáticas eran secretas para cada grupo social y por ningún motivo debían ser conocidas por las personas del otro sexo.

Godelier logró acceder a gran parte de los discursos y prácticas iniciáticas de los hombres y las mujeres baruya. Según él, es justamente el sistema mítico y ritual el que permitía transmitir, producir y reproducir los secretos ligados al origen de la dominación masculina y, por ende, a su perpetuación. El secreto fundamental celosamente guardado por los hombres baruya descansa en la expropiación original que hicieron los hombres de antaño de los poderes que, hasta ese momento, pertenecían a las mujeres de la comunidad. Estos fueron depurados y se les sumaron los poderes que ya tenían los hombres y, como resultado, dieron el estado de cosas actual, organizado en base a la dominación masculina. De este modo, gracias a un complejo aparato mítico y ritual, este secreto se podía ocultar a las mujeres y seguir manteniendo el poder en manos de los hombres.

Según el argumento del texto, en un sistema social basado en la desigualdad y la dominación de unos sobre otras, “la sexualidad debe crear continuamente un discurso que haga aparecer esta dominación como perfectamente «legítima» a ojos de los hombres y las mujeres que la sufren”. Esto hace emerger una contradicción que se le presenta al investigador social al momento de analizar los fenómenos vinculados al poder y la dominación: por un lado, tiene el precepto académico y ético de investigar las dinámicas sociales y de respetar las confidencias realizadas por los sujetos y actores sociales involucrados en su estudio pero, por otro lado, su silencio contribuye a reproducir un sistema social inequitativo.

Godelier visitó por primera vez a los Baruya en 1967. En aquel entonces, si hombres y mujeres de la aldea se encontraban en algún camino, ellas se paraban, daban vuelta la cabeza y hasta se cubrían el rostro con alguna pieza de su vestimenta. Luego de haber sido colonia británica y alemana, y de unos años de ocupación japonesa, Papúa Nueva Guinea logró independizarse de Australia en el año 1975. En estas últimas décadas, la globalización económica y la mundialización de la cultura han avanzado a pasos agigantados hacia los lugares más recónditos del planeta.

Más de cuarenta años han pasado desde la primera publicación de la etnografía de Godelier. Los rasgos que hoy en día tienen los Baruya de Nueva Guinea no son los mismos que en aquel entonces: muchas de las características socioculturales descritas por Godelier se han modificado con el curso de la historia humana reciente. Sin embargo, creemos que esta obra da lugar a diversas y muy actuales discusiones políticas y éticas sobre los modos de organizar nuestras sociedades y de vincularnos con los otros. En este sentido, su legado se mantiene por demás vigente.