La diversidad sociocultural marca una significancia en la heterogeneidad de los modelos actuales donde las pautas de crianza no responden a las indicaciones profesionales, familias que no adoptan los modelos médicos establecidos, criterios diferentes para evaluar la salud o la enfermedad de un niño, expectativas y responsabilidades que no corresponden a lo que debería esperarse de un niño, suelen generar en los pediatras una sensación de impotencia, de soledad o por lo menos de duda, ante las propias posibilidades de intervención.
Cuanto mayor es la distancia social y cultural con las familias de los pacientes, más insalvable parece ser el abismo de comunicación que se produce.
La interculturalidad se reduce a una simbiosis entre medicina tradicional y biomedicina, cada una de ellas tomada como un conjunto de prácticas y representaciones homogéneo y puro. Sin la conexión existente, sin una armonía entre la diversidad cultural y la medicina, los resultados del análisis en el sujeto de atención serían inexistentes.
Las estrategias de comunicación intercultural tienden a disminuir barreras sociales y culturales entre equipo de salud sino es considerada como un paradigma inclusivo. La aceptación de la desigualdad como punto de partida y la opción de los conectores existentes, son los que permiten hallar el hilo conector del desarrollo hacia la atención del cuidado del niño en crecimiento.
La cultura moldea el comportamiento de los individuos sociales, y la medicina debería coadyuvar y respetar los derechos fundamentales de salud y seguridad para ensamblar una conexión óptima de evolución constante, arraigada a las creencias y patrones culturales como punto de partida.
La infancia padeció grandes transformaciones culturales a lo largo del tiempo y de la historia, fue parte de influencias y desafíos en las diferentes etapas, desde tomado como una imperfección transitoria hasta su llegada a la vida adulta (cristianismo y edad media), pasando por infanticidios si nacían niños deformes o con algún defecto físico; hijos ilegítimos o producto de relaciones adúlteras de la mujer; también por falta de recursos económicos para mantenerlos (siglo XIV) a un adoctrinamiento donde no eran considerados sujetos con derechos, carentes de ideas y pensamientos (edad moderna).
Su permeabilidad a las adecuaciones, conformaron el concepto de infancia en cada época y en cada sociedad, llamándolos supervivientes. Muchos años pasaron en que su supervivencia del infante estaba centrada sólo en su capacidad de sobrevivir. Pensar una crianza equitativa suena esperanzador pero lejano en las sociedades del posmodernismo. Pensar crianzas igualitarias pero que respeten las diferentes culturas, más lejano aún.
En la posmodernidad, las neurociencias han aportado evidencia sobre la influencia significativa que tienen los primeros años de vida en el desarrollo cognitivo, la capacidad de aprender y la integración social. En esa etapa, el cerebro es especialmente receptivo a las experiencias nuevas y está especialmente capacitado para aprovecharlas. Si esos períodos de sensibilidad carecen de estímulos, es probable que disminuyan notablemente las oportunidades de aprendizaje de distinto tipo.
La conjunción de estos factores lleva a una visión de la familia y de la crianza como un sistema dinámico de relaciones interpersonales recíprocas, enmarcado en múltiples contextos de influencia que son factibles de sufrir procesos de cambio. A todo esto, se suma la cultura que abandera a cada familia y le da el tinte de su propia identidad.
En el ámbito laboral de salud de donde soy parte y me desempeño como enfermera pediátrica intensivista, la adecuación de mis prácticas como efector de salud, me permitió darle forma para optimizar una calidad de atención en el niño y la familia. El entorno de trabajo no es unánime en este desempeño, por el contrario, es particular en la experiencia de cada uno de los que hacemos salud.
En el nosocomio de salud de donde fui parte muchos años, un hospital de referencia nacional y de países limítrofes en América Latina (Hospital Garrahan) se encuentra en vías de la conformación de un Equipo de Interculturalidad, en el que los integrantes que lo conforman, de distintos campos y con diversos roles institucionales pueden y deben expandir la sensibilidad a toda la comunidad hospitalaria haciéndola partícipe en la generación de estrategias que fortalezcan una mirada inclusiva, y que respete la cosmovisión de cada paciente y cada familia que llega al hospital y debe insertarse en un ámbito en el cual desconocen.
Entre las líneas de trabajo planteadas se acordó, inicialmente, relevar datos específicos vinculados con la pertenencia cultural de la familia de cada paciente y los valores, costumbres, creencias y prácticas de las comunidades asistidas, desde la perspectiva del equipo de salud.
Para facilitar el trabajo asistencial de cada uno de los profesionales, se resolvió la elaboración de protocolos consensuados. Estos protocolos deben ser intra e interhospitalario para lograr una comunicación fluida con el lugar de origen de las y los pacientes y con organismos que cumplan funciones de enlace, de esta manera, promover la continuidad de cuidado de los niños, niñas y adolescentes, mejorando la calidad de atención. En este sentido, se fortalecerán las relaciones con organizaciones, referentes de comunidades y colectivos.
La cultura ha sido siempre el centro de la disciplina antropológica que, a través de sus diversas corrientes teóricas, analiza las diferencias, similitudes, conflictos, etc. de las culturas y sus relaciones interétnicas.
Argentina posee un vasto territorio que aglomera diferentes apogeos culturales. La globalización reconoce la diversidad, pero, a su vez, propone su homogeneización en aras a una supuesta convivencia armónica dentro de un mundo global. Para conseguir la pertenencia a ese mundo armónico, la integración de todas las culturas y de los grupos sociales diversos debe realizarse a través de una misma lógica interna de avance, de progreso; siempre considerada desde una perspectiva exclusiva, referida a un modelo económico, político e ideológico determinado. Es a partir de la integración en la sociedad mayoritaria y del desarrollo de los grupos sociales y culturales que se podrá conseguir paliar la pobreza y también, como uno de sus indicadores, la salud de todas las poblaciones que viven en el país.
El desarrollo de acciones de salud con orientación en la interculturalidad supone reconocer principios básicos como el respeto en el trato de los sujetos, el reconocimiento de las tradiciones, creencias y la equidad en la salud hacia los distintos grupos étnicos con igualdad de condiciones.
Para evitar que la diversidad cultural genere desigualdad estructural, es preciso que además de la legislación y la gestión migratoria, se adopte un compromiso ético, político y pedagógico para el desarrollo de políticas sociales en dichos sentidos, que permitan la inclusión de los diversos sectores vulnerados, un auténtico cambio en la concepción de la sociedad receptora a partir del cual conciba al “otro” como un par, despojándose de posiciones discriminatorias o segregacionistas y, por último, un mayor esfuerzo de integración por parte de los grupos llamados profesionales de la salud, que adoptando un teorema de que para llegar a la educación a la familia y generar un nuevo paradigma, debemos interiorizarnos de la necesidad real de la cultura diferente.
La realización del cuidado humanizado requiere para ser desempeñado la comprensión de la existencia de los cinco atributos básicos: el ser humano, relación profesional, sujeto del cuidado, comunicación y enfoque holístico.
Cuando hablamos de la humanización de la medicina y los cuidados humanizados, esta se entiende en el sentido más amplio de las relaciones. Asciende como concepto desde el ámbito de las profesiones y servicios de salud y su fundamento está en la condición humana con su característica más esencial y desarrollada, que es la comunicación. Así, humanizar es una condición intersubjetiva de comunicación efectiva, abordando los miedos, las esperanzas, los dilemas, las preguntas que las personas afectadas por diferentes dolencias comienzan a hacerse y que mantienen escondidas muchas veces, alejada de la charla habitual con sus médicos u otros profesionales, por no recibir de estos el cuidadoso trabajo de la comunicación, de la apertura a la escucha y la pregunta adecuada, en el espacio y momentos más adecuados. Escuchar a las personas y actuar correctamente en función de esto, es establecer el marco de derechos que todo ser humano tiene.
Referencias
María Adelaida Colangelo. (2014). La crianza como proceso sociocultural. Posibles aportes de la antropología al abordaje médico de la niñez. Primeras Jornadas Diversidad en la Niñez. Hospital El Dique, Ensenada (Buenos Aires).
Ramírez Hita S. (2008). Políticas de salud basadas en el concepto de interculturalidad: los centros de salud intercultural en Bolivia. IX Congreso Argentino de Antropología Social. Del 5 al 8 de agosto de 2008. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, UNaM. Posadas, Argentina.
Ortale, Susana y Santos, Javier A. (2014). Crianza, un estudio de los patrones de crianza en hogares del partido de La Plata. Colaboración de Adriana Sanjurjo y Corina Aimetta.
Portal Garrahan. El respeto a la diversidad cultural.
Ministerio del Interior de la Nación. (Octubre 2009). Publicación interna de la Dirección Nacional de Migraciones, 2(16). Argentina.