El ser humano, a través de la historia, ha tratado de buscar la verdad (conocer - entender) los hechos de la naturaleza. Lo anterior se debe, en parte, a su curiosidad, una parte de su inteligencia, una cualidad especial de los animales superiores que está aún más desarrollada en los humanos.
Desde que nace, el niño se convierte en un descubridor natural. Comienza a reconocer a su madre, su voz y su contacto, continúa con el sabor del alimento, luego con el medio donde lo sitúan, los sonidos que escucha, y posteriormente con los colores, las cosas, etc. En realidad, el niño indaga para comprender desde que nace.
En virtud de ello, el ser humano busca entender por qué suceden las cosas e investiga entonces para comprender la verdadera causa de los fenómenos. Para lograr esto inventó la ciencia como producto de su maravillosa mente (el cerebro funcionando), dando lugar a la plena creatividad, para que el descubrimiento científico (supuestamente) lo informara, en última instancia, de la naturaleza de las cosas que lo rodeaban o de las cosas que lo afectaban.
Al parecer, las primeras ideas sobre el tema son del famoso filósofo griego Aristóteles, el cual describió hace 2500 años un conjunto de reglas para explicar en parte cómo funciona la mente para lograr conclusiones racionales sobre un problema. Aristóteles afirma que el hombre conoce por medio de los sentidos, es decir, todo conocimiento comienza ahí y, gracias a ello, el hombre toma contacto con las cosas (experiencia).
La Lógica aristotélica permite conocer leyes reglamentos y procedimientos de nuestro pensamiento cuyo conocimiento nos ayuda a desarrollar conscientemente la inteligencia y el proceso de pensar.
En los últimos años, y como producto de la tecnología que ha inventado, el ser humano creo una rama conocida como “informática” que, aparte de crear las computadoras, busca desarrollar sistemas que puedan realizar tareas que normalmente requieren de la inteligencia humana. O sea, crear máquinas que puedan pensar y hasta actuar de manera inteligente. A esto se le ha llamado “Inteligencia artificial”, o IA.
El lanzamiento del ChatGPT, una inteligencia artificial capaz de escribir textos y responder preguntas en varios idiomas, hizo que millones de personas se suscribieran a ella. Sin embargo, se notó que, cuando se le preguntaban algunas cosas de las que no tenía conocimiento exacto, daba información errónea sobre el tema.
Luego surgieron las que creaban una serie de figuras o imágenes (DALL-E) que parecían “fotos” reales que, aunque no lo eran, parecían ser verdaderas para el espectador. Luego se crearon las de audios, como VALL-E.
Son todos avances espectaculares. Sin embargo, persisten las dudas. La Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos multó, en abril del 2025, a un chatbot de IA denominado DoNoPay, el primer abogado robot del mundo, porque hacía afirmaciones falsas sobre la capacidad o el conocimiento de sus servicios jurídicos, diciendo que trabajaba igual que un abogado humano, lo que no era cierto.
La palabra “inteligencia” proviene del latín intelligentia, que a su vez proviene del verbo intellegere, que significa "comprender o percibir". En la actualidad aceptamos que "inteligencia" es la capacidad que tiene el ser humano (los animales superiores tienen algo parecido, pero no tan avanzado) de recibir información, comprender, razonar, aprender, memorizar, planificar, y tener pensamiento crítico y capaz de resolver problemas. Esta aumenta con la edad y con los problemas que le plantea su medio ambiente o las experiencias adquiridas.
La palabra “artificial” significa “algo que no es natural”, o sea, hecho por el ser humano. Debido a eso, hay una gran discusión sobre si el término “Inteligencia” se puede aplicar a estos sistemas tecnológicos, ya que la inteligencia humana abarca la capacidad de razonar de una persona viva en su totalidad, física y mental (cuerpo y mente). La inteligencia se adquiere no solo desde el nacimiento (herencia), sino, como ya señalamos, por las experiencias a lo largo de la vida. Mientras tanto, la inteligencia artificial es funcional, instrumental y actualmente limitada.
La diferencia entre lo humano y lo artificial está (por ahora) en que la IA es producida por los humanos y es solo una herramienta más. El gran riesgo está en que nuestra creación tecnológica sea tan peligrosamente perfecta por nuestra decisión que, al darle total autonomía de poder imitar el razonamiento humano, aprenda de la experiencia y entonces puede equivocarse como nosotros: si no puede corregir su error como nosotros lo hacemos, puede destruirnos.
La realidad es que, aparte de eso, el problema radica en que se busca dotar de una conciencia a las máquinas para que puedan hacer casi todo lo que hace el ser humano, incluso a un nivel muy superior a la inteligencia humana, según se pronostica, ya que proporcionarán “la verdad IA” en segundos y hasta podrían desafiar la propia noción de eso que llamamos “verdad”.
Esto da lugar a serios debates filosófico-éticos, por las implicaciones y problemas que podría causar a la sociedad que la ha creado, y no sabemos cómo lograr una ética de producción y trabajo de las máquinas, pues creo que no podemos hablar de su moral.
En la actualidad, las computadoras con IA acumulan conocimientos en memorias gigantescas, están en proceso constante de aprendizaje, con redes tipo neuronales y procesamientos de lenguaje natural con reconocimiento de voz. Ya funcionan en conferencias como traductores automáticos en diversos idiomas, aunque (pese a su extensos conocimientos y memoria) aún comete errores al traducir ciertas palabras de la voz humana (amén de que hay algunas lenguas en las que la IA tiene problemas para traducir bien, teniendo en cuenta que el proceso tiene un lenguaje intermedio que es el inglés y de ahí a otros idiomas como el español, el ruso, el italiano).
Los primeros algoritmos imitaban el razonamiento humano paso a paso, como los humanos lo usan cuando resuelven algunos problemas, pero no grandes problemas. Se ha progresado incluso al extremo de saber jugar diversos juegos, incluyendo el ajedrez, o resolver muchos teoremas matemáticos, debido a que la IA tiene
capacidad para usar algoritmos, aprender de los datos que se le proporcionan y utilizarlos en la toma de decisiones como lo haría una persona, respondiendo a preguntas con reconocimiento de la escritura o el habla.
Ya hay varios como ChatGPT, que es un chatbot, un robot conversacional, y sus variantes de Microsoft, OpenAI y otros modelos de lenguaje. Incluso permiten, aparte de textos, imágenes, videos, música, etc., y van desde sencillos algoritmos hasta complejas soluciones, tratando de replicar los circuitos que establecen las neuronas del cerebro humano entre sí, y que aprenden según diversos modelos como los tipos, supervisados, los automáticos, los profundos, etc., buscando dotarlas de avances para resolver problemas complejos.
Al presente, la IA ayuda a automatizar el aprendizaje y el descubrimiento repetitivo y, a través de datos, se realizan tareas computarizadas muy confiables, de forma más eficiente y eficaz que los humanos, pero sin pensar, sin inteligencia, usando somo sustituto el procesamiento de enormes cantidades de datos que, sin
embargo, requieren de la intervención humana para la configuración del sistema, así como la actualización continua o periódica por parte de sus programadores.
Los ChatGPT (desde el primero al número cuatro), tienen acceso a una gigantesca base de datos y la memorizan, pero también tienen información dudosa o errónea.
Actualmente se divide la IA en “inteligencia artificial débil”, que es la que realiza tareas específicas y existe actualmente, como las utilizadas como asistentes virtuales en empresas o en diversas áreas en el campo de la salud, traductores automáticos, en la conducción de vehículos autónomos y en juegos diversos como el ajedrez y otros (aunque no sirve para todos los juegos). Además, dan ayuda para la resolución de diferentes problemas que se le plantean.
Por esa razón, ya son de ayuda en el campo de la informática, la economía, la ingeniería, las comunicaciones, el transporte y, por supuesto, en el campo militar, todo ello tratando de emular el pensamiento humano superior.
En el campo de la medicina se están automatizando los diagnósticos, atribuyendo las enfermedades según edad, sexo, información genética, datos del ambiente que sean pertinentes, los datos clínicos en especial, los síntomas de los pacientes y los exámenes de laboratorio, pero no lo puede hacer bien con los signos físicos, al no ser asimilables a las propiedades morfológicas en que se fijan los médicos.
El problema para la IA es que el médico muchas veces diagnostica una enfermedad a partir de los síntomas y signos observados en el paciente, pero los síntomas pueden variar de un paciente a otro, según los aprecia el enfermo. Por eso, casi nunca son exactamente iguales.
La IA participa en radiología para mejorar los diagnósticos de diferentes lesiones y bajo diferentes técnicas, como las radiografías tipo mamografías, la resonancia magnética, etc. Pero en radiología no se puede prescindir del control de un radiólogo, ya que este no solo sabe clasificar y ver lesiones radiológicas claras o difíciles, sino porque, en casos clínicos complejos o ambiguos, razona estudiando no solo las radiografías, sino teniendo en cuenta la historia clínica del paciente, su evolución y otros datos más antes de hacer el diagnostico radiológico de una individualidad corpórea como es el paciente.
Durante la pandemia de la Covid-19, los sistemas fallaron en hacer el diagnóstico y predicciones de su curso por falta de datos previos masivos de esta enfermedad, que se desconocía hasta su aparición.
Creo que a ningún enfermo le gustaría ser visto por primera vez por un robot IA o que se le diagnostique sin que un médico lo vea y le explique el problema que tiene.
De acuerdo con lo señalado, de continuar la IA sus avances se le denominará como “inteligencia artificial general o fuerte” que podría superar la capacidad de los humanos e incluso se puede mejorar a si mismo sin ayuda de los humanos y podría aprender a realizar cualquier tarea intelectual, científica y económica entre otras. Se supone que puede aparecer dentro de algunos años Hay otros tipos más complejos que no corresponde comentar aquí.
Un problema que ha surgido con su uso es que dan lugar a desempleo tecnológico por la automatización de diversas industrias en los procesos de producción, remplazando la mano de obra humana. Lo mismo en algunas áreas de las comunicaciones, y, en fin, en la economía mundial.
La sociedad de los seres humanos y su convivencia está en todo el mundo regulada por las leyes (muchas de ellas universales) y reglamentos de cada país, que establecen y obligan a las personas a comportarse de cierta manera, buscando el bienestar social general y la protección del individuo. En la actualidad no hay normas jurídicas universales que regulen directamente la inteligencia artificial, que nos ayuden a lograr el mayor beneficio de su uso y a evitar riesgos.
En razón, de eso muchas personalidades del mundo avisan del peligro de la falta de regulación de la IA, ya que puede cometer errores, proporcionar comunicaciones sesgadas, producir mentiras en forma de textos, audios o videos que parecen verosímiles y hasta invadir la privacidad.
En estos momentos, hay una frenética carrera entre diferentes grupos técnicos y países para ver quién avanza más en la creación de una IA más perfecta. Eso supone no solo ventajas tecnológicas, sino económicas y hasta militares.
En el campo de la ciberseguridad, la IA puede ayudara detectar y prevenir amenazas como los ciberataques, y a proteger los sistemas y las redes sociales de ataques de virus informáticos. Si se entrena a la IA para desarrollar armas de destrucción masiva y manejarlas de manera autónoma y fuera del control humano y sin supervisión, se podría dar lugar a consecuencias catastróficas incontrolables.
Por ello, aunque sea una utopía pedirlo, los gobiernos y el mundo deben regular estos avances y sus descubrimientos sobre IA, ya que nadie ganará la carrera si esta nos domina, y al presente no nos imaginamos como lograr un cerebro artificial que controle la manera en que la IA gestiona y ejecuta sus proyectos, para los cuales habría que establecer normas y métodos que garanticen que esa IA se utilice sin llegar a dañar a los humanos.
Para lo anterior habría que dotar a las máquinas de una ética que se encargue de analizar como esta tecnología afectaría los diversos campos en que sea utilizada y cómo proceder de manera correcta según reglas preestablecidas.
Para que una persona humana sea ética, debe tener un mínimo de comprensión sobre lo que es bueno y malo para otra persona o la sociedad y la responsabilidad sobre sus actos. Los equipos con IA no tienen esta responsabilidad por no poseer consciencia o un conocimiento de ese tipo. La responsabilidad aquí recae en sus diseñadores, constructores y conductores. No se le puede atribuir responsabilidad ética a un robot o computadora con IA, eso sería una especulación metafísica.
Sobre qué nos diferencia de las máquinas de IA, está el hecho de que el ser humano es materia orgánica con átomos de carbono y células como base de su estructura anatómico-fisiológica. En cambio, la IA está hecha en su base de átomos de silicio.
Los humanos podemos pensar, y somos nosotros los que enseñamos a las máquinas a pensar. Las computadoras no poseen una mente (el cerebro funcionando), porque no tienen un cerebro. Tampoco tienen un cuerpo tan complejo como el de los humanos, aunque les hemos enseñado en cierta forma a pensar como para poder entablar un dialogo, generar textos, jugar diversos video juegos o mover un brazo y caminar como un robot.
Aunque tienen, e incluso mejoran muchos aspectos de la inteligencia humana, como el procesamiento de datos, la búsqueda de información, con una memoria extraordinaria llena de cantidades masivas de datos con los que los ingenieros las han entrenado, la identificación de patrones y la predicción de tendencias, sin embargo, no es consciente, carecen de emociones, de libertad, de creatividad y de moralidad, y no sienten como los humanos. Al presente, son personas las que las continúan programando.
Para que la IA alcance un grado superior (IA general), le hace falta razonar abductivamente en situaciones nuevas nunca vistas, para las que precisa de un sentido común que todavía no posee.
Finalmente, aunque la IA tiene una capacidad tremenda en algunos campos del área del pensamiento humano resolviendo problemas matemáticos, traduzca lenguas extranjeras y hasta mantenga conversaciones, no podrá considerarse que tenga una inteligencia humana. No solo porque no tiene consciencia y sentimientos, sino porque también carece de un cuerpo humano que le brinda soporte a esa inteligencia (al cerebro). Como dice el matemático y filósofo Carlos Madrid, lo que las maquinas aprenden es, en el fondo, una antropomorfización.
Somos nosotros los que tenemos el problema, preparamos los datos, seleccionamos y entrenamos el algoritmo, lo ejecutamos e interpretamos el resultado, y eso a su vez nos ayuda a nosotros. Visto así, la parte inteligente del sistema no es artificial y la parte artificial del sistema no es inteligente.
La IA no es inteligente per se. Algo a tener en cuenta: la inteligencia humana es en parte artificial por la educación recibida que complementa a su origen genético. Para mejorar su experiencia y resolver problemas, emplea múltiples artefactos tecnológicos.
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