Un instante es la continuidad del tiempo, pues une el tiempo pasado con el tiempo futuro.
(Aristóteles)
El tiempo tiene un papel fundamental en la vida de las personas, pero sin embargo, no es fácil de definir cómo sucede con el tiempo presente o el ahora, que está sucediendo mientras el lector lee este ensayo.
La razón es que, en cuanto a su duración, este tiempo es muy corto, incluso de milésimas de segundo o hasta minutos, según la interpretación subjetiva de cada uno. Este tiempo es el momento en el cual tenemos un pensamiento o realizamos una acción, constituyendo la realidad en que vivimos y siendo, además, un continuo hacia el futuro y un puente sin el cual no existiría el pasado.
El filósofo y premio Nobel Henri Bergson decía: "Cuando pensamos en el presente como algo que va a ser, todavía no existe, y cuando pensamos en él como algo que está existiendo, ya es pasado".
El tiempo en su conjunto está constituido por el pasado, el presente y el futuro. Todos ellos constituyen los momentos en que transcurre la vida un ser humano y de la sociedad a que ha dado origen.
Las personas deben darse cuenta que el momento presente es el único tiempo “real” que poseen y viven, constituyendo el centro de sus acciones diarias. Aunque uno puede traer al ahora hechos pasados para analizarlos o utilizarlos en su relación habitual diaria, en realidad se trabaja siempre en el presente.
Por otro lado, si al ahora nos llegan gracias a nuestra portentosa memoria recuerdos malos o tristes del pasado, hay que alejarlos de nuestro pensamiento, ya que de lo contrario si persisten se desatiende el presente, creándose una ansiedad que nos puede llevar a la depresión y otros problemas emocionales graves.
Desde la antigüedad, la humanidad tiene una visión del tiempo como un continuo lineal o una flecha del tiempo, que va del pasado al presente y se prolonga en un futuro teóricamente indefinido. Si no existiera el presente, sería imposible hablar del pasado o del futuro, ya que ambos parten para atrás o para adelante del ahora.
Nuestro yo posee bien claro la existencia de esos tiempos: el pasado como recuerdos, el presente como realizaciones y el futuro como algo por suceder. Teniendo en cuenta, eso sí, una diferencia que existe en la forma como aprecia cada persona esos tiempos, pues son fenómenos subjetivos.
Para nosotros el tiempo fluye uniformemente desde el pasado al presente y de este futuro, y es independiente del espacio. Sin embargo, en la relatividad de Einstein, no existe el presente, y el espacio y el tiempo son inseparables.
Aunque no es así para nosotros, lo que importa es la forma como lo percibimos o el sentido del tiempo que poseemos. Pero esto no es fácil, ya que no se trata de visualizar una distancia o una forma, sino de comprender y darle un valor real al hecho de que, en un instante largo o corto de nuestra vida pensamos, hacemos o percibimos algo, y ese tiempo lo medimos con nuestro reloj en cuanto a segundos, minutos, horas y hasta en días, según el calendario.
En realidad, en la vida corriente este suceso es apreciado, como dijimos, de manera diferente según tipos de personas y edad, ocupación, desarrollo intelectual y la libertad que se posea para actuar según las distintas costumbres o modalidades de sociedades y países.
De hecho, el sentido del tiempo está íntimamente influenciado por la naturaleza de los eventos en que uno esta involucrado en si mismos. Jorge Luis Borges dice que con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible y que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento en que estabas viviendo justo en ese instante.
El tiempo tiene pues un valor inconmensurable para el ser humano. Por ello hay que aprender a administrarlo en lugar de desperdiciarlo, y aunque es subjetivo e incluso parece una ilusión, como ya dijimos, el presente es lo único real que hay y es lo que nos proporciona el ahora o un momento para vivir.
Ilya Prigonine, premio Nobel, señala que cada momento y cada acontecimiento que se produce en el mundo es irrepetible y, por eso mismo, resulta imposible efectuar predicciones exactas sobre el futuro, basadas incluso en observaciones científicas. Es decir, lo más que se puede hacer es predecir situaciones probables.
Pero, ya hace 2600 años, Heráclito de la ciudad de Éfeso había señalado: “Todo pasa nada permanece. Todas las cosas en todo tiempo fluyen y cambian (...). Aún en la materia más estática hay flujo y movimiento invisible (...) La historia cósmica transcurre en forma de ciclos reiterados”.
Se dice que la existencia no pasa, sino que es: todos los seres estamos incrustados en el espacio-tiempo. Y el tiempo y el espacio no son, pasan.
Nuestro pensamiento está funcionando en el presente. Este tiempo es la causa de nuestro goce o sufrimiento, y es un momento fugaz que fluye sin darnos cuenta: el espacio lo que permite es que cada cosa tenga su lugar en él. El presente constituye, pues, el centro fundamental de nuestra vida, ya que es el verdadero momento en que pensamos y actuamos en relación con nuestro exterior o medio ambiente, o con nuestro interior.
El tiempo ha sido descrito por algunos filósofos científicos como “la dimensión olvidada”, y todos somos conscientes de lo irreversible de su paso.
Aunque a veces quisiéramos poder regresar para modificar una actitud, un error o volver a vivir un momento feliz, la verdad es que el solo hecho de referirnos a un suceso acaecido, con solo señalarlo ya es pasado, y si hablamos de un compromiso o trabajo pendiente, estamos refiriéndonos al futuro.
De acuerdo con lo anterior, lo único que realmente el ser humano puede hacer es decidir qué hace con el tiempo que se le ha dado. De esta manera, y solo cuando se pasa la niñez, el ser humano tiene la capacidad de decidir por si mismo qué hacer con dicho tiempo, aunque, de hecho, incluso el niño, la mayoría de las veces dispone de su tiempo para hacer lo que le gusta.
Sin embargo, se debe tener la capacidad de poder elegir qué hacemos en el tiempo que disponemos para poder hablar de libre albedrío, que nos permite disponer de él según queremos. Pero solo se comprende esto cuando se tiene la capacidad y la oportunidad de decidir qué hacer en un tiempo dado sobre un asunto determinado. Para eso se requiere ya de una mente más elaborada y experimentada que la que existe en la niñez: se trata de un cerebro más maduro, y esto solo se logra con los años y la experiencia.
Desde la niñez se nos debería educar para entender que cada momento de nuestro tiempo y cada día son únicos, valiosos e irremplazables, y que depende de nosotros saber disfrutarlos o aprovecharlos. Es posible que así uno aprecie más el vivir, ya que estaría consciente de que ningún momento se volverá a recuperar.
Algunos podrán considerar, por el contrario, que pudiera ser contraproducente insistir en darle mucho valor a ese conocimiento, ya que podría crearle al niño cierta aprensión y haría menos placentera la vida.
El libro Eclesiastés del Antiguo Testamento, señala en el capítulo II, Visión de la Vida, lo siguiente, anotado en forma abreviada:
Todo tiene su tiempo. En este mundo todo tiene su hora, hay un momento para todo cuanto ocurre. Un momento para nacer y un momento para morir. Un momento para destruir y un momento para construir. Un momento para llorar y uno para reír. Un momento para abrazar y otro para separarse. Un momento para callarse y otro para hablar. Un momento para el amor y otro para el odio. Un momento para la guerra y un momento para la paz.
En todo caso, si algo he aprendido con los años es que todos deben entender que no debemos vivir o emplear el tiempo únicamente para estudiar o trabajar, porque ambos son un medio y no un fin en nuestra vida.
Bibliografía
Aristóteles. (1968). Obras Filosóficas. México. Clásicos Jackson. Tercera edición. W.M. Jackson Inc. Volumen II.
Brun, Juan. (1976). Heráclito. Madrid. Ediciones Biblioteca edaf.
Durant Will. (1978). The story of philosophy. New York. Ed. Simon and Shuster
Jaramillo, Antillón Juan. (2007). Una Historia sobre el Tiempo y la Mente. San José. Editorial Ednasss/Binasss. Caja Costarricense de Seguro Social.
La Santa Biblia. (1986). Antiguo y Nuevo Testamento. México. Ediciones. Sociedades Bíblicas Unidas.