El sentido común es el menos común de los sentidos. Suele decirse. A pesar de que es el más inteligente y necesario de los sentidos. Actuar en la vida con sentido común sería la receta necesaria, por ejemplo, en la construcción de una sociedad más igualitaria. Hoy, la IA aparece entre otras cosas como una oda al sentido común. Es la suma de millones de análisis, sobre un determinado tema, que finalmente nos ofrece una propuesta razonable como resultado.
En mi caso, como individuo, como ciudadano del mundo, más que la IA, fue y sigue siendo la IP, o IN, o sea, la Inteligencia Popular, o la Inteligencia Natural, la que me ha guiado permanentemente en la vida. Es la que finalmente ha determinado en mí el surgimiento de ese tan necesario sentido común. Recuerdo que cuando estudiaba en Suecia me llamó la atención una palabra que era como la llave maestra: rápidamente aprendí que lagom era una palabra mágica, que significa en su justa medida. Todo en ese fantástico país parecía ser pensado y calibrado en base a ese principio.
Como ejemplos podemos señalar que esa palabra es la que fundamenta el concepto de IKEA y H&M, dos colosos nórdicos que tienen como objetivo que el diseño y la calidad esté al alcance de todos y no sea privilegio de unos pocos. Naturalmente, no podemos olvidar la socialdemocracia de Olof Palme como otro ejemplo; el cual hoy se hace muy necesario en la política para encontrar ese punto lagom a través del diálogo para favorecer el bienestar de la mayoría.
Mi sentido común nació y se ha nutrido a partir de la tincada, del porsiaca, de lo que pude, o del no me quedaba otra. Así surgió mi lagom. Con el tiempo fueron mis decisiones, mis vivencias, mis experiencias por el mundo, las que se transformaron en las herederas que han comandado mi vida. Han funcionado como un auténtico GPS que ha dirigido el rumbo de mis decisiones.
Cuando uno es un simple ciudadano, normal mortal, en un país clasista, donde las diferencias sociales son tan notorias que están marcadas a fuego en el rostro de cada uno de los habitantes de esta bella tierra. Territorio al cual echamos la culpa de todos nuestros males, incluso llegando al límite de atribuirle ser el padre de hijos de mala raza. Acostumbramos a echar la culpa a los demás, al empedrado. No somos capaces de comprender que son nuestras naturales diferencias las que debemos aceptar, solo así podremos llegar a crear nuestro propio lagom.
Así van pasando los años, las generaciones y todos vamos pisando el mismo palito. Quizás la llamada IA sea el aporte necesario que nos facilite encontrar esa armonía, esa especie de pacto común que nos permita cambiar la realidad, y contribuir al desarrollo más armónico de nuestra sociedad.
Pero la cruda realidad indica que cualquier persona que nace en la periferia de cualquier capital del tercer mundo experimenta el sentimiento de ser un condenado para la eternidad. Esa no es vida. Pero es la que viven quienes transitan la compleja realidad de la marginalidad.
Marginalidad a la cual asistimos todos los días cómodamente sentados frente a la pantalla. Hoy sumamos el magnífico espectáculo pirotécnico que nos ofrece la vieja y culta Europa, tan admirada e imitada por nuestros artistas e intelectuales. Esa misma vieja, que hace la vista gorda con la masacre en Gaza, tampoco habla de la tragedia que acontece en el Congo. Decide no hacerlo para no incomodar a sus multinacionales. Congo, país donde existe un feroz conflicto armado por el control de las zonas ricas en Cobalto y Coltán. Cobalto, mineral usado para fabricar imanes, y aleaciones de alta resistencia. Coltán, más conocido como el oro negro debido a su importancia en la producción de celulares, computadoras y otros dispositivos electrónicos. Todo esto, a vista y paciencia de esa vieja colonialista, que no le incomoda que más de siete millones de habitantes sean muertos o desplazados de sus territorios para obtener el control de las zonas donde sus multinacionales explotan esos minerales.
Retomando el tema de cómo surgió mi sentido común, debo reconocer que no hace mucho me enteré que en la medicina tradicional China, la acupuntura, técnica que se enfoca en estimular ciertos puntos específicos, se centra en especial en la planta de los pies para aliviar diversas afecciones en diversos órganos y sistemas del cuerpo. Podría decir que mi sentido común comienza a gestarse también a partir del estímulo de mis pies.
Cuando aún estudiaba las humanidades, a fines de los años sesenta, era cosa de todos los días jugar una pichanga, durante los recreos en el liceo Amunategui o a mi regreso a casa. Nuestra calle no era pavimentada, la tierra y las piedras, contribuyen incansablemente para que mis zapatos pasaran rápidamente a mejor vida. La media suela que nos ponía con frecuencia el maestro Matamala no resistía el rutinario desgaste cuando ya nuevamente aparecían los malditos hoyos. Mis padres muchas veces no se enteraban o no entendían cómo yo destruía mis zapatos escolares en tan corto tiempo.
El problema mayor surgía cuando llovía y había que cubrir esos orificios para ir al colegio. La solución era simple. Mi padre solía comprar periódicos, uno de ellos era El Siglo, órgano oficial del partido comunista de Chile. Partido más papista que el papa. El otro periódico era El Mercurio, cuyo dueño participó en la planificación del golpe de Estado contra Allende en Chile de 1973. Creo que los estímulos de ambas líneas editoriales funcionaron en mi como acupuntura China, la que seguramente me ayudó a no sufrir de estrechez mental.
Como es naturalmente, y fundamental para lograr desarrollar una sociedad más democrática, más diversa, respetuosa de las diferencias, donde el sentido común, si sea, el sentido más común, la educación, debe jugar un rol fundamental. Esa educación que en los años anteriores a la dictadura se le conocía con el nombre de Humanidades. A eso que hoy llaman Enseñanza Media o Básica. Según la IA: “Las humanidades son un campo de estudio académico que se centra en la cultura, la sociedad, el pensamiento, el arte, la historia, la literatura y la filosofía, con el objetivo de comprender la experiencia humana”.
Recuerdo que yo subía mi promedio de notas con los ramos de artes plásticas, con las clases de música, con la de trabajos manuales y con las clases de gimnasia. Solo así lograba pasar raspando de curso. Religión no hacía, era opcional. Ya tenía claro que no era un aporte.
La enseñanza básica y media de hoy, suena a “En la medida de lo posible”. La desaparición de los ramos artísticos, y humanistas, en la enseñanza de hoy, son la muestra más gráfica de la falta de sentido común que domina a los políticos en nuestra sociedad.
Siguiendo con el tema de la IA, como no voy tomar en cuenta la sabiduría milenaria de los asiáticos. Estoy pensando en los japoneses. Y no es que yo sea experto en su cultura, ni en otra, estoy lejos de aquello, lamentablemente. Simplemente, se debe a que estoy realizando un proyecto audiovisual de creación colectiva con cuatro poetas, Juan Cameron, Carlos De los Ríos Möller, Omar Pérez Santiago y Fesal Chain, con el maestro músico Cristian López, a esto sumo mi pintura y mi cinematografía. Este proyecto tiene por objetivo ser un homenaje a Valparaíso. En la preparación para el desarrollo de ese trabajo, he leído sobre estética japonesa y he descubierto que hay muchos elementos y pensamientos en común con mi manera de ver y practicar el cine.
La fórmula dramatúrgica que vengo masticando desde que vivía en Suecia, donde empecé a develar el valor de los detalles, de las texturas, del silencio, de la importancia de los objetos. Esto comenzó en mis dos primeros años en el país nórdico. Cuando iniciaba el aprendizaje del idioma, mientras viajaba, me dedique a observar con ojos quirúrgicos a los suecos que iban sentados frente a mí en el bus o en el metro. Toda la información que recababa en mi observación alimentaba, mi percepción y el juicio que iba formándome de la gente y del país. Juicio que con el tiempo descubrí que fue bastante certero.
Esta fórmula la seguí desarrollando en el film Mozambique, imágenes de un retrato que realicé en 1987. En esta película, fue el paisaje sonoro el gran detalle que marcó y potenció mi fórmula. Al poco tiempo de mi regreso a Chile en 1991, realicé la serie Chile reclama poesía, tres pequeños videos donde poemas de Gabriela Mistral, de Nicanor Parra y de Charles Bukowsky me permitieron seguir experimentando. Hace unos días con la ayuda de la Cineteca Nacional rescaté estos videos que nunca han sido exhibidos. El poema “La viuda negra” de Bukowsky es recitado por el actor y director de cine Juan Luis Buñuel.
Zapping birthday to you, con el poeta Elikura Chihuailaf, me permitió seguir en la búsqueda de una identidad en el lenguaje cinematográfico. Envié por mail el primer corte del video al poeta, quien, frente a la pantalla fue espontáneamente escribiendo el poema que oímos finalmente en la notable voz de Julio Jung.
Gracias al programa cultural de TV Off the Record, que realicé durante 28 años, tuve la oportunidad de conocer y entablar amistad con el poeta Armando Uribe. Fue durante los múltiples cafés en su departamento del Parque Forestal y con su complicidad que surgió finalmente el elemento que faltaba para concluir la narración dramática que yo buscaba. Fórmula que con Armando bautizamos como Poesía audiovisual espontánea.
Fue en mi siguiente videoarte con Armando Uribe, titulado Pre-Apocalipsis, donde pusimos en práctica nuestra teoría, que se basa, fundamentalmente, en la experiencia acumulada por ambos, cada uno en lo suyo. Gracias a los algoritmos acumulados por años de trabajo, de vivencias relacionadas con nuestra especialidad, fue posible realizar el video, sin ensayo previo, sin apuntes, o torpedos. La creación espontánea, es el resultado de esa información resguardada, seteada, a lo largo de la trayectoria en nuestro disco duro de la vida. Esa es la base o esencia de nuestra fórmula.
En el video vemos Armando que yace muerto en el living de su depto. Acto seguido está en el interior de un ataúd, lugar desde donde improvisa cada parlamento que yo le voy solicitando. Yo decía, ahora la carroza va pasando frente a: Armando, en lo que le duraba un cigarro, declamaba espontáneamente su relato sobre la locación sugerida. Fue de esta manera que la carroza con caballo, fue transitando a través de la ciudad de Santiago. El cortejo fúnebre pasó frente a La Catedral, luego por el viejo Parlamento, continuó el viaje hasta pasar por un costado del palacio presidencial, La Moneda, siguió su periplo por la capital hasta llegar a Sanhattan, para finalmente concluir su trayecto en el Cementerio General. Al paso por cada una de esas locaciones el muerto se sentaba en su ataúd y realizaba una descarnada crítica en cada uno de esos símbolos de Chile y del mundo actual. Con Armando Uribe grabamos dos nuevos videos que espero muy pronto finalizar, Mapocho, una herida abierta, y Café & Off the Record, Cuando Quieran, Como Quieran y Con Solapa.
Pero mi más reciente videoarte, siguiendo este procedimiento cinematográfico, se titula United Colors of Reality. En él participan los poetas mozambicanos Sonia Sultuane y José Craveirihna, junto al brasileño Marco Lucchesi y los chilenos Jaime Pinos, Omar Pérez Santiago, Elikura Chihuailaf y Raúl Zurita. En este videoarte profundizamos el concepto de poesía audiovisual espontánea. Cada uno de ellos recibió vía WeTransfer un video con el montaje de escenas que reflejaban un tema específico propuesto, cada tema dura seis minutos. A vuelta de correo, recibí vía WhatsApp, cada poema en la voz de sus autores.
Para la serie de videoartes que estoy preparando realizar en homenaje a Valparaíso, como complemento a la fórmula de trabajo descrita, he estado estudiando videos y lecturas acerca de la estética japonesa. Estética que encuentro se parece mucho a como abordo mi trabajo creativo. Donde las cosas mostradas, más bellas, son aquellas que se conservan en su estado natural. No se trata de decorar, sino, dejar que la esencia de los objetos brille silenciosamente. No se trata de minimalismo, sino de retirar lo que no se necesita. Como solía decir Ingmar Bergman, Klipp bort dina älsklingar, deja afuera tus queridas.
Reflejar el real, el auténtico Valparaíso, a través de la poesía audiovisual, es nuestra meta. Rescatar su simplicidad, su estilo, su honestidad, su capacidad de asumir en silencio el paso del tiempo. No se trata solo de cómo se ve, se trata de develar lo que hay en el fondo. Es como el detalle de la textura del lino crudo, de la veta de la madera sin terminar, el barniz, o la pintura descascarada de una ventana que ha soportado por años el viento salino del mar, es el detalle del óxido del casco de un viejo barco en la bahía, es el desgaste del riel de un ascensor porteño, a lo cual sumamos la silenciosa presencia del habitante porteño que no tiene nada que demostrar. El concepto japonés del kintsugi interpreta maravillosamente bien nuestro propósito que busca rescatar el valor, restituir la belleza, y el glamour que Valparaíso nunca debe perder.