Cartagena de Indias, Mayo, 2035

“¿Qué hace la abuela, Rino?”, le pregunta la madre al pequeño que está sentado sin hacer ruido junto a la mamá de su mamá.

“Nada, ‘amá. Dice que está viendo la transmisión de la velación de uno que fue amigo de ella, cuando ella fue a la universidad”.

“¿Qué dices, niño?”

La madre se acerca a ver qué hacen nieto y abuela, solo para verificar si Rino dice la verdad o si otra vez está haciéndose el chistoso.

Los ve sentados en el rincón, anonadados frente a una imagen que les devuelve la pantalla.

Ni la mujer ni su nieto parece que se quisieran perder detalle de lo que está pasando, aunque no parece que haya mucha acción. Rino inclina la espalda hacia adelante para alcanzar a ver. La abuela se calza los lentes para lo mismo.

Es verdad, en el canal digital aparece la proyección de una sala tan blanca que muestra en el centro un féretro color perla.

“¿Qué es eso que ve, ‘amá?”

“Ya te lo dijo Rino, es el funeral del Rollo Brunel que fue mi amigo en la universidad. Míralo nomás, ahí tan solo. No están ni su esposa ni sus hijas ni nadie que lo acompañe. No fueron ni sus hermanos ni sus primos ni sus sobrinos. No veo a todas las tropas de gente que siempre lo rodeaba en sus fiestas y sus festejos. Los Brunel eran una familia grande y muy importante. Él que fue un hombre tan carismático, tan amiguero, tan bueno y ahorita está tan solito sin que nadie le prenda una vela ni diga una oración. Ay, el Rollo Brunel era una muy buena persona”.

“¡Ay, ‘amá! Es lo de siempre, todos los muertos son buenos, ¿o, no?”

La hija se seca las manos mojadas en el delantal de tela con dibujos de limones ombligones y se sienta al lado de Rino y de su madre para mirar lo que ellos ven.

“Mira, no sé si todos los muertos llegada su hora son buenos, el Rollo Brunel sí era".

"Pero mire, abue, solo, solo, lo que se dice solo, tampoco está. Fíjese. Hay muchas personas que están siguiendo la transmisión”.

“‘Amá, yo digo que la abuela sí dice la verdad, porque hay un montón de gente conectada al evento. No, pues sí. De que hay gente, hay. Hay mucha”.

“¿Cuál mucha?”, pregunta la abuela. “Está solo, ¿no lo ven?”

La mujer les lanza una mirada que los quiere hacer entender que no están entendiendo nada o que ellos ven una cosa y ella otra.

“Bueno, abuela, la sala está sola. Pero, también hay muchas condolencias en las redes sociales, mire”.

Rino le muestra a la abuela la cantidad de comentarios, interacciones y de condolencias que están en el chat del canal que transmite desde la funeraria el velorio del Rollo Brunel.

“Oiga, abuela, ¿el evento es privado o abierto?”

“No entiendo lo que me estás preguntando, Rino”.

“¿Cualquiera puede acceder o tuvo que ingresar una contraseña para entrar a la transmisión?”

“Ah, ya te entiendo. Me mandaron un código con siete números”.

“Ah, vaya. El velorio es un evento cerrado”.

“Ah, ¿sí? ¿Qué es eso?”

“Eso es que es privado”.

“Me dejas en las mismas, Rino”.

“Eso es que no cualquiera puede entrar, solo los que tecleen esa contraseña”.

“Mira, tú”. La abuela suspira tan hondo que parece que les va a robar el aire que todos respiran. “Antes, la gente acompañaba a los deudos. Hace no tantos años, los amigos y familiares iban a despedir al difunto a la agencia funeraria o a su casa. Le rezaban oraciones por el eterno descanso y, llegado el momento, acompañaban a los dolientes al panteón a darle sepultura al muerto. Hoy, ya casi nadie entierra a sus muertos. Ahora, ya nadie acompaña, ni el difunto recibe flores ni velas y creo que ya son muy pocos los que piden por su eterno descanso”.

“Mire, ‘amá, no está tan mal. Véale el lado bueno. Ahora con los adelantos de la tecnología ya no hay que salir de la casa para expresar solidaridad, validación social y acompañamiento. En muchos casos, se forman redes de apoyo. Además, la verdad, la verdad, estas nuevas tendencias ayudan a que los funerales ahora sean algo más limpio. No tienes que estar expuesto a los gases del muertito, a los olores. La tanatopraxia ha mejorado, es más eficiente, menos traumática”.

“¿La tanato-qué?”

“Tanatopraxia, ‘amá. Y con las nuevas políticas de compostaje humano, se daña menos el medio ambiente. Todo es más limpio, más rápido y mucho más eficaz. Con la hidrólisis alcalina, se da un proceso sin emisiones contaminantes ni impacto en la calidad del aire”.

“Mira, hija: antes eso del compostaje era para las mascotas, el cuerpo humano tenía otra dignidad. ¿Es posible que eso se haya perdido?”

“Antes, antes, antes, ‘amá. Ya vamos a empezar con las nostalgias de los tiempos idos. También los avances digitales nos hacen posible aprovechar estas ventajas”.

“¿Cuáles ventajas, hija?”

“Pues, piénselo. El funeral de su amigo el Rollo Brunel lo pueden ver más usuarios de forma ágil, masiva y personalizada”.

“Por fin, ¿masiva o personalizada? Y, ¿para qué quieres un servicio funerario ágil?”

Rino ve a su madre con atención, espera a ver qué es lo que le va a contestar a la abuela.

“Siempre es lo mismo cuando hablamos de transformaciones, usted se resiste al cambio y eso no es posible. Es mejor fluir”.

“¿Fluir? ¿Fluir adónde, hacia la muerte?”

“No, ‘amá, no tuerza las cosas. Fluir, porque, así como todo el mundo se ha transformado, la industria funeraria ha evolucionado notablemente, como ha sucedido con otro tipo de negocios”.

La abuela deja de escuchar a su hija. Mira a la pantalla y se pregunta si la imagen del ataúd será verdadera o si se tratará de una representación virtual, una imagen de mentiritas.

Atrás quedaron los tiempos en los que hubo establecimientos que vendían cajas de muerto, alquilaban pedestales y candelabros para las velaciones en casa. Ahora, los servicios son una especie de representación exequial con todos los elementos tecnológicos involucrados.

Rino mira a su abuela.

“¿Qué siente, abue?”

“Ay, m’hijo, la mera verdad, no sé ni qué decir. Hace rato, tu madre te preguntó qué hace la abuela. No sé. No sé qué hace la abuela, no sé si estoy acompañando a alguien, si no hay nadie del otro lado o si, la mera verdad, me estoy haciendo la tonta”.

La abuela hace el ademán de querer apagar la pantalla. Madre e hijo la detienen.

“No, abuela, no haga eso. Se vería muy mal que apague esto antes de que acabe el evento. Déjela prendida y si quiere, mientras nos vamos a comer. ¿Cómo ve?”