René Descartes fue un filósofo, matemático y físico francés.

Nació el 31 de marzo de en 1596 en La Haye, Touraine, en el centro de Francia. La ciudad se llama hoy día Descartes, en honor a su hijo más célebre y famoso.

Fue contemporáneo del filósofo inglés Francis Bacon.

Procedía de una familia de magistrados adscrita a la llamada “nobleza de toga”.

Su padre era miembro del parlamento regional de Bretaña y su madre murió un año después de su nacimiento. Su madre le llamaba “mi pequeño filósofo”, en razón de la cantidad y calidad de preguntas que profesaba desde sus primeros años. Desde muy temprano sintió la vocación por las letras.

El niño quedó a cargo de su tutor, Miguel Ferrand, quién le envió en 1606 al Colegio jesuita de La Fleche, donde fue muy buen estudiante. Allí recibió una formación estrictamente escolástica tanto en los contenidos como en las formas. Llevó cursos de latín, griego, moral, historia, matemáticas y filosofía.

Antes de los 20 años fue un niño enfermizo con una tos seca y un rostro pálido, lo que llevó a los médicos a pronosticar que moriría temprano.

Se licenció en Derecho en la Universidad de Poitiers.

Luego se hizo oficial del ejército, donde sirvió durante unos diez años.

En 1629 se instaló en los Países Bajos, único lugar de Europa en el que se respetaba el libre pensamiento. Allí, en 1662, escribió varios tratados sobre el Mundo y el Hombre, en los que desarrolla sus conocimientos sobre la estructura del cerebro. Ambas obras nunca fueron publicadas.

Descartes fue casi tan influyente como matemático que como filósofo: desarrolló la llamada “geometría cartesiana”.

Según confiesa, tuvo varios sueños, visiones y llamados de voces del más allá que le encomendaban la reforma de la filosofía.

Para aclararse sus dudas realizó una peregrinación a la Virgen de Loreto, de manera que en su vida se mezcla su orientación católica con sus llamados al racionalismo filosófico.

Ente 1620 y 1625 realiza largos peregrinajes por toda Europa. El cardenal de Bérulle le recomienda elaborar una filosofía católica.

Su Discurso del método publicado en 1637 representó su mayor contribución a la historia de la filosofía. Utilizando un método (que más adelante sería denominado como la “duda cartesiana”) utilizó un escepticismo sistemático a sus creencias, siempre buscando la certeza, algo de lo que no fuera posible dudar, es decir algo realmente verdadero.

Según escribió en su obra cumbre: “Un verdadero buscador de la verdad debe, al menos una vez en la vida, dudar todo lo que pueda de todas las cosas”.

En el Discurso del método relata la impresión que le causaron los estudios en el colegio jesuita La Fleche, de donde salió profundamente desilusionado y desengañado con las llamadas “materias científicas” que no le llenaron sus expectativas de conocimiento, con la excepción, en cierta medida, de las matemáticas, que valoró mucho.

El Discurso del método le valió al mismo tiempo una gran celebridad, pero también las acusaciones de herejía de parte de los católicos y los protestantes, que le calificaron de ateo.

La publicación de sus Meditaciones en 1641 y su Discurso del método le convirtieron en un pensador famoso.

Entonces vivía retirado en los Países Bajos, pero en permanente correspondencia con una gran variedad de intelectuales y personas cultas de toda Europa.

Según escribió, “estar en posesión de una mente vigorosa no es suficiente, el principal requisito es aplicarla correctamente”.

Así como Francis Bacon fue considerado el padre del empirismo en la filosofía inglesa, también René Descartes fue consagrado como el padre del racionalismo en la filosofía francesa.

El ideal de Descartes es una filosofía clara, sencilla, concreta, positiva y esencialmente práctica.

En contraposición a los grandes textos escolásticos, sus trabajos son breves y de lectura aparentemente fácil, dejando huella con un tipo de filosofía que marcaría el estilo de los pensadores franceses posteriores.

Entre las fuentes del pensamiento de Descartes se puede señalar a los autores escolásticos, comenzando por Aristóteles, Suárez y Santo Tomás de Aquino. También pudo conocer a los estoicos y la obra de San Agustín.

En 1637 escribió: “Nada diré de la filosofía sino que, viendo que ha sido cultivada por los más excelentes ingenios que han vivido desde hace muchos siglos y que sin embargo no se encuentra todavía en ella ninguna cosa de la cual no se dispute, y que por consiguiente, no sea dudosa, no tenía yo bastante presunción para esperar encontrar allí nada mejor que los otros.”

Según Descartes “la causa principal del fracaso de todos los filósofos anteriores consiste en que no han sabido hallar un método adecuado de conocimiento”.

Él, entonces, será quien se dedique a construir ese nuevo edificio filosófico (o método) para alcanzar “la gran verdad”.

Para ello optó por derribar todos los edificios anteriores y construir desde cero uno enteramente nuevo: el edifico cartesiano del Discurso del método.

El mayor aporte de Descartes está, entonces, en la teoría del conocimiento.

En el siglo XVIII, D’Alembert lo presenta como el libertador de la razón y el revolucionario intelectual por excelencia.

Llegó a Estocolmo en octubre de 1649, y toda la corte se reunía en la biblioteca a escuchar sus lecciones. Sin embargo, el frío de Suecia le desató una pulmonía que le afectó gravemente.

René Descartes falleció el 11 de febrero de 1650 en Estocolmo, adonde le había invitado su admiradora, la Reina Cristina de Suecia.

Tras su fallecimiento se desató una persecución contra el cartesianismo en Francia, y sus obras fueron puestas en el Índice.