¿Qué es despertar? Seguramente estarás pensando que es el acto de abrir los ojos luego de haber dormido, bien sea después de una noche tranquila o inquieta pero en la que conciliado el sueño en busca del anhelado descanso que necesita el ser humano.
Despertar se asocia al momento en el que se abren los ojos, el cuerpo se estira y se reconoce el espacio para empezar a sentir y pensar en el día o momento que inicia. Entonces la mente se activa y usualmente empieza el repaso de las tareas o actividades que se deben realizar durante el tiempo de estar despiertos.
Aunque tengamos claro que despertamos para activarnos, al menos hay dos tipos de despertar.
Uno de ellos es cuando el despertar está marcado por el reloj programado para sonar a la hora en que debe empezar el inicio de la actividad marcada por levantarse para repetir la rutina matutina de prepararse para la cotidianidad que en las ciudades suele ser una agitada carrera contra el tiempo para alcanzar los propósitos del día.
En el campo o zonas rurales los gallos y sonidos del entorno sustituyen el despertador, pero no las actividades que se deben realizar desde muy temprano para lo cual hay que despertar pronto y dispuestos a ponerse en marcha para resolver la faena diaria.
Otro tipo de despertar, el llamado natural, más calmo y tranquilo pues responde al ritmo vital del cuerpo, sin relojes ni sonidos que interrumpen el descanso. Usualmente sucede en los fines de semana o las vacaciones, cuando se para el ritmo productivo dando tiempo al mínimo descanso que permite abrir los ojos con calma para vivir lo que llamamos la realidad.
En cualquiera de los casos se trata de los despertares más comunes, a los que nos hemos acostumbrado, pero hay otros que son más profundos e intensos como los del llamado Despertar Espiritual. Se llaman así porque es el momento, instante o etapa en la que nos conectamos con la esencia del Ser que nos habita y que Somos para empezar un camino de búsquedas, revelaciones y acciones que cambian la vida o el sentido de vivir.
El despertar espiritual es similar a salir de un sueño profundo para empezar a conectar con el alma. Es cuando el Ser que somos se hace preguntas sobre el sentido de la vida y el propósito de estar aquí y ahora teniendo una experiencia humana. Entonces lentamente todo lo que antes era fundamental como el trabajo, el dinero y lo material pasa a ser relativo, ocupando otro lugar en las prioridades vitales para empezar a descubrir otra realidad de la existencia humana.
Se trata de empezar a observar el mundo de otra manera, pues precisamente se pasa a ser el observador de la propia vida y del entorno que se habita. Casi como si se recuperara la consciencia después de haber perdido el sentido. Empiezan las preguntas sobre la existencia, mientras paulatinamente conectamos con esa energía que nos habita que llamamos alma o anima.
Entonces nos damos cuenta que somos mucho más que materia y que vivir es un viaje del alma en el planeta tierra. En este contexto surge la pausa, como una parada en el camino para detenernos a pensar en quienes somos, que hacemos en esta vida, cuál es el sentido de la aventura existencial o de este viaje en la tierra.
El despertar puede ser paulatino, poco a poco con aproximaciones sucesivas y pequeñas preguntas que van abriendo el camino para recuperar la consciencia de la existencia.
También puede ser abrupto y repentino, como si apareciera el conejo para adentrarnos en la madriguera que conduce al inexplorado país de las maravillas que habita en nuestro ser.
Cuando despertamos comprendemos que la vida es mucho más que un juego o una simulación que trasciende nacer, crecer, educarse, reproducirse y trabajar hasta jubilarse para, en el mejor de los casos, disfrutar de la vida hasta que llegué el final con la muerte de la materia que es el cuerpo.
Es que en el despertar surgen preguntas, sobre todo, ¡absolutamente todo! Desde dónde venimos y para dónde vamos, pasando por preguntarnos porque estamos donde estamos, que hacemos con la familia, las relaciones y el entorno que vivimos más allá de las noticias o pantallas que aparentemente definen la realidad.
Es como si de repente se cayera el telón para revelar el guion de la obra en la que podemos ser protagonistas o decidir el texto que queremos escribir, aunque ni siquiera sabemos por dónde empezar y mucho menos como va a terminar. Es un salto a la aventura valiente de descubrirnos a nosotros mismos, íntima y profundamente.
Por eso despertar implica cuestionarnos y de darnos la posibilidad de vernos en el espejo para encontrarnos con los ojos del alma, es que poco observamos cuando simplemente nos miramos el físico para cumplir con la estética que aparentemente nos define.
Se trata de un proceso profundo que puede llevarnos a ver dolores escondidos, acciones absurdas o pasados ocultos que omitimos para sobrevivir en la vida trazada por el guion del deber ser que no siempre es lo que queremos desde el Ser.
Por eso en la Matrix, la película de las hermanas Wachowski, hay una escena emblemática en la que el protagonista debe decidir si despierta tomando una pastilla roja o continúa dormido con la pastilla azul que le mantendrá en el sueño como si nada pasara. El dilema es mantener la comodidad de la ignorancia del Ser continuando con la rutina o atreverse a descubrir quién es en realidad.
Es simbólico que sea Morfeo (el dios asociado a los sueños en la mitología grecorromana) quien advierte a Neo (el nuevo humano) de los efectos de despertar con la pastilla roja que le cambiará la vida con descubrimientos inquietantes e inimaginables que le cambiarán completamente la vida. Para ello será consciente de sus capacidades humanas y la existencia de otras realidades, pero con la incomodidad de descubrir quién es en realidad.
Es que el despertar del alma duele porque nos miramos adentro, en lo profundo de las heridas, preguntas y vivencias del Ser. Pero también es liberador porque nos quitamos las máscaras que nos escondían de nosotros mismos para asumir la vida que queremos vivir, aunque ello implique romper estereotipos, deberes ser, metas y objetivos que no siempre llevan al efímero éxito ni implican la consciencia del Ser Humano despierto.
¿Y porque hablar de esto ahora? Pues porque estamos en tiempos de un creciente Despertar, tanto personal como colectivo. Día a día, hora a hora, instante a instante hay Seres que despiertan y empiezan a cuestionar su realidad. Es que es el momento de preguntarnos por el sentido de la vida que se ha creado en una tierra en la que prima el sin sentido que da más importancia a la riqueza material que la valía existencial o vital.
Es un momento maravilloso porque muchos seres están pasando por procesos de despertar acelerados, como si el espacio tiempo hubiera cerrado la brecha del reloj lineal para conectarnos con el existencial. Puede ser la nueva Era o simplemente el agotamiento de modelos de vida que han quedado obsoletos ante un Ser humano consciente que se levanta para estirar el cuerpo y el alma ante la posibilidad de crear su propia realidad, una acorde con el sentir del alma al ritmo del latido del corazón.
Esos despertares llaman a encontrar un sentido de la vida satisfactorio, que nos nutra y permita ir a la cama a descansar, a entrar en el sueño con una sonrisa y no con el ceño fruncido por la preocupación de qué va a pasar al día siguiente o en el futuro incierto de una vida determinada por el Tener por encima del Ser.
Despertar es recuperar la consciencia de reconocernos para descubrir quienes somos, de darnos cuenta que tenemos mucho más que cinco sentidos. Es un momento para explorarnos rompiendo esquemas propios y ajenos de manera que podamos reencontrarnos con la fuerza que habita en el corazón y marca un nuevo ritmo existencial.
Como lo dijeron los antiguos, los ancestros de nuestros ancestros, y los sabios que sabían que este momento llegaría: estamos en el espacio-tiempo de múltiples despertares. Cada día mas y mas gente empieza a resonar con el conocimiento de quienes despertaron hace tiempo.
Ahora sabemos que somos energía que va más allá del cuerpo físico que es el vehículo en donde está eso que llamamos alma o espíritu. Después del final del ciclo de la materia, el camino continúa porque como lo dice el principio de conservación de la energía, ésta no muere, sino que se transforma.
Es tan sencillo como pensar que esa energía que Somos es la que conecta en el astral, cuando dormimos y soñamos con otros planos de la realidad mientras el cuerpo descansa.
Si estás despertando o ya has despertado puede ser que tengas muchas preguntas y eso es bueno, porque te darás cuenta que la vida es el camino para encontrar las respuestas. Camina sin prisas, saboreando cada instante y disfrutando del placer de saber que Somos mucho más de lo aparente. Así podrás resetear la mente, sentirte y renovar las creencias para liberar el alma de la cárcel del deber ser material.
Puede ser incómodo e incluso doloroso despertar, pero es un viaje único que no tiene retorno en el que encontrarás las pausas necesarias para seguir descubriendo tu esencia. El camino es seguro porque cuando el alma y la energía que somos despierta, el espíritu se convierte en la guía y todo cuanto hacemos, incluso perdernos en laberintos, tiene sentido porque empezamos a saborear nuestra propia esencia en la experiencia de Ser Humanos.