París se ha consolidado como la capital de la moda de la mano de la imagen de la mujer parisina, que ha sido el emblema de una gran cantidad de fisiologías del siglo XIX, protagonista tanto del arte de culto como de los medios masivos. Ha representado el estereotipo de la feminidad y la moda, y a su vez promovió la economía francesa de consumo a través de una identidad basada en la superioridad nacional. Nos situamos en la Belle Époque, dónde la mujer representaba la elegancia y mediante su vestimenta podemos apreciar los cambios que se dieron entre 1880 y 1914 con el estallido de la Primera Guerra Mundial. La figura de la parisina trascendió las páginas convirtiéndose en la viva representación de la “mujer nueva”, aquella que comenzaba a trabajar y a vestirse para seducir.

La creciente posición social y política de las mujeres hacia fines del siglo XIX trajo aparejada la noción de sexualización de la moda femenina. La denominada Femme Fatal (mujer fatal) volvió a estar vigente, y representaba a aquella mujer de belleza irresistible que cautiva a los hombres. Este término se lo relaciona en la mitología a una villana que mediante su sexualidad atrapa al héroe, por lo que se lo suele pensar con un espíritu malvado. Esta época no era la excepción, ya que en la vida moderna aumentó notoriamente la participación de las mujeres, quienes ahora podían tener sus estudios y empleos, por lo que podían ser vistas como un individuo peligroso y egoísta que desatendía sus deberes familiares en pos de su propio placer. Esta nueva concepción de la moda combinaba los cambios que atravesaba la alta sociedad francesa y los gustos individuales de las mujeres que impulsarán la rápida transición de estilos. Debemos tener en cuenta que las mujeres de la clase obrera aún padecían la explotación y represión en cuanto a los placeres que podían disfrutar las mujeres al acceder a diversos lujos, entre ellos los relacionados a la vestimenta.

Hacia fines del siglo XIX la diferencia entre la vestimenta de las mujeres pertenecientes a la alta sociedad y aquellas mujeres que eran actrices o cortesanas comenzó a disminuir hasta ser casi imperceptible. Los vestidos que buscaban acentuar las curvas femeninas y estaban adornados con plumas y encajes comenzaron a no ser exclusivos de las cortesanas, sino que ahora también eran utilizados por damas de alta sociedad. Esto estuvo acompañado con el gran consumo de ropa que derivó a una gran industria con tiendas de alta costura que invitaban a las mujeres a vestirse allí, es el caso de Worth y Doucet. Damas y cortesanas o actrices se compraban sus vestidos en el mismo lugar y desfilaban los mismos estilos.

Las mujeres cortesanas eran aquellas que estaban siempre a la vanguardia de la nueva moda, fueron las primeras en comenzar a vestir corset de satén de distintos colores y posteriormente fueron las primeras en dejar de usarlo ante la gran novedad del brasier. Fueron las que incorporaron el erotismo en sus atuendos, los cuales eran implementados en calidad de un espectáculo y una puesta en escena construida en base a poder satisfacer a sus clientes, adaptándose a los códigos de sensualidad de aquel momento. Cada una de esas tendencias fueron adoptadas paulatinamente por mujeres trabajadoras.

De esta manera la lencería elegante comenzó a ser un indispensable en el guardarropas de las mujeres casadas, en relación a la idea de vestirse para el consumo masculino, con prendas íntimas ligeras y decoradas, que demuestren que no sólo era una ama de casa, sino también una amante. En contracara también comenzó a gestarse la idea del poder sexual que venía acompañado del poder social que vivían las mujeres.

El erotismo en la moda también estaba estrechamente relacionado con la ocasión de uso de las prendas. Ninguna mujer se atrevía a vestir una prenda de noche durante el día y a su vez había tipos de vestido reservados para la intimidad del hogar, tal como ocurría con los vestidos de té. Estos últimos se usaban sin corset, lo que los convertía en una prenda seductora combinada con la comodidad del hogar. Este estilo de prenda comenzó a utilizarse en la década de 1870 para recibir a los invitados en pequeñas reuniones destinadas a tomar té en el hogar.

Luego de la Primera Guerra Mundial, la imagen de la mujer sufrió cambios nuevamente, dejaron atrás el corset y la moda se volvió más ligera y sugerente generando una nueva forma de sensualidad con otros códigos de deseabilidad. Tal como ocurrió a lo largo de toda la historia hasta la actualidad, podemos reconocer estos cambios que conformaron el modo en que nos vestimos y cómo las modas van evolucionando, así como también la noción de mujer moderna, pasando por la lencería hasta las minifaldas.

En conclusión, las mujeres parisinas de la Belle Époque mostraron en sus atuendos los cambios radicales que vivió la sociedad entre 1880 y 1914, con el crecimiento de la industria de la moda en París y con la nueva percepción de la misma con un fuerte énfasis en el placer individual y erotismo que vino de la mano del nuevo rol de la mujer en la economía que deja la casa en busca de una carrera. La noción de mujer a la moda quedó directamente relacionada con la mujer parisina, la cual impactó en todo el mundo.