13 de septiembre de 1995. El abuelo plantó un árbol en el patio donde no me dejaba jugar y escondía sus cosas. Aquel día me pegaste porque sí. Luego me abrazabas desconsoladamente. Recuerdo de la infancia. Llamaste a papá entrelazando mentiras como un discurso perfecto. Yo me iba a casa de la abuela queriendo o sin querer. Esos años dejaba correr un tren de playmobil jugueteando.

19 de abril de 2006. Me llevaste al entrenamiento de fútbol en camisa, a sabiendas de que era mejor idea no ir. Hasta una niña de 15 años sabía eso, hasta las de 8 que entrenaban después. Papá de eso no se enteró, como de casi nada. A veces una es la peor jugadora del equipo no por calidad, sino por falta de confianza. Otra es una adulta perdida por los mismos motivos. No recuerdo ni de qué jugaba, alternaba posiciones para ver en cuál la cagaba menos. Mi entrenador tampoco sabía a qué jugaba, en general. Desde el estadio veía gaviotas pasar.

9 de mayo de 2013. Conseguí abrirme a una persona. Llegué a saber qué era eso de la conexión emocional. Todo ello lo escribí porque no tenía a quién contárselo, no parecía importante. Lucas lo fue todo para mí durante 2 años de amor y otros tantos de duelo. Humo del pasado.

24 de septiembre de 2003. «Los deberes se hacen sin ayuda de los padres. Juega tú sola, no seas pesada. Yo me voy por ahí que tengo que hacer unas cosas con tu hermana, con las primas, con la abuela… ¿De comida? Hay pizza para calentar. Mañana y pasado, también (…) Madre mía, no sabes hacer nada, eres una vaga. Si te aburres tanto, pues, ponte a leer, ¿no?». Y yo leía, vaya que si leía... Cogí un tren a Puertollano.

11 de marzo de 2018. «Mamá está muy mala y tú vas a lo tuyo, como siempre. Como escapando de nosotras. Yo siempre he estado al lado de mamá, la he cuidado. He permanecido a su lado desde que era niña. Tú siempre has tenido tus aires bohemios medio idealistas, yo le he dado una casa y el cariño de mis hijos».

28 de marzo de 2018. «Este dinero le ha tocado a tu hermana en la lotería y con él se ha comprado una casa y otro coche. A mí no me ha dado nada porque no lo necesito, ella sí. Algún capricho se ha dado también, no te creas. Se va a Maldivas y yo me quedo aquí con tus sobrinos Ignacio y Antonio. Se lo merece, se lo merece, es todo amor, ya la conoces, buenísima».

7 de septiembre de 2004. «Señora, su hija presenta signos de ser más inteligente que la media. Se preocupa por temas existenciales a una temprana edad, prefiere la compañía de los adultos, posee una fuerte escala de valores, relaciona distintas disciplinas con facilidad» (...) «Sí, sí, si mi niña es muy lista, pero es que usted no conoce a la mayor, la mayor limpia la casa con un orden exquisito, es muy trabajadora, luchadora. No estudió porque no quería, pero, madre mía, si ella quisiese, si ella quisiese… ¿Sabe usted? Empezó con el tema de los novietes y lo dejó de lado, pero si no, uff, usted no sabe lo que tengo en mi casa, de verdad se lo digo». «Sí, pero aquí estamos hablando de su hija pequeña, no de la mayor». «Muy muy lista, pero ya le digo, la mayor tiene unas cosas… Es trabajadora, luchadora…».

6 de marzo de 2024. El día de tu muerte sentí alivio, mamá.