Es por amor que todo el universo surgió a la existencia,
y es por amor que se mantiene en marcha.

(Meher Baba)

En un rincón de mi patio, bajo el frondoso quenepo, encontré lo que estaba buscando.
Un refugio para hablar con Dios en el silencio.
Allí mi corazón se enriquece, estremecido por el viento y el gorjeo de los pájaros.
Se agudizan mis sentimientos, al dejar por un instante la nada de este mundo.
Y por una milésima de segundo siento la presencia de lo infinito.
¡Oh, maravillas del corazón!
Busca en el rincón de tu alma la fuente de tu inspiración,
encontrarás la alegría y crecerás en el amor.

(Lolita Mercado)

Un laberinto sagrado de galaxia, átomo y mente. Inevitable y espontáneamente desplegándose. Un guion mágico desconocido que parece que escribimos, aunque ya está escrito, en pensamientos, emociones, fisiología, misterio, batallas, tragedias, alegrías y momentos de paz.

Un universo que busca el amor. Un interior-exterior escondido en sí mismo. Pero a veces los pensamientos y las palabras se congelan, y los amaneceres estallan adentro, revelando la verdadera naturaleza de los átomos, las galaxias y de nuestro yo.

Vivir es preparar consciencia de amor. Después de una larga, larga caminata evolutiva, nací en esta hermosa Tierra. Al aterrizar, miré a mi alrededor en silencio con asombro. Todo era tan grande, mis padres por un momento fueron, gigantes amorosos que cuidaban de mí, hadas con manos tiernas alrededor, definiendo e interpretando lo que yo veía, protegiéndome mientras aprendía sobre la vida y mi papel en ella.

Cuando era niño, me daban miedo las manos monstruosas de las ramas de los árboles, raspando las ventanas de mi habitación por la noche, y me reía de alegría abriendo regalos en la mañana de Navidad. A lo largo de la infancia, siempre hubo una nostalgia interior por algo indefinido, así como un miedo a la muerte y al dolor. También estaban los brazos reconfortantes de mi madre, y la apertura de las venas, mientras la sangre corría a través de mi cuerpo en crecimiento, ardiendo en el descubrimiento.

Me preguntaba de qué se trataba la vida, pero no tenía mucho tiempo para reflexionar sobre el ser, ya que constantemente todo era descubrimiento en movimiento. Ir a la escuela y volver, aprender juegos para jugar, y límites para respetar, esos límites fastidiosos, bendecidos —y tan difíciles de aprender— que impedían que el río de la curiosidad se disipara.

Recuerdo que mi concepto de Dios en ese entonces era como me lo explicaban los otros, Él era un titiritero justiciero. Pero yo no lo sentía así, sino como una presencia amorosa que caminaba conmigo, una brisa, fluyendo y sosteniéndome todo el tiempo adentro. Eran manos etéreas de soplos de viento que me acompañaron a la escuela. Me sentía seguro con ellas, comprendido y protegido. Era la presencia de un verdadero íntimo amigo. Las explicaciones dadas por los mayores, padres, religiosos y maestros no estaban en sintonía con esta brisa. Hablaban de un Dios crítico y austero que tenía personas favoritas y condenaba a los que se equivocaban.

Me alejé de ese Dios que me explicaban, aquellos que reclamaban la autoridad para describirlo. Sencillamente no podía entender lo que describían. Pero luego, gradualmente, junto con la magia de la infancia, también se fue mi querido amigo interior, mientras desviaba mi consciencia hacia un vacío de significado y me llenaba de cosas la mente, y me olvidaba de mi mundo mágico interior. Vivía entonces para tratar de comprender las cadenas lógicas, tejidas por el pensamiento racional de personas que también trataron de explicarlo todo. Pero desafortunadamente, olvidaron que los sentimientos también eran parte fundamental de la sabiduría humana.

Tratando de entender la vida a través de modelos de materialismo y reduccionismo científico, llegué a un callejón sin salida con respecto a saber lo que era la vida y sobre todo su por qué. Y cuando miraba hacia el claro cielo nocturno del mar Caribe de mi juventud, salpicado de vía lácteas, me estremecía al sentirme tan insignificante y no estaba satisfecho con las cosmovisiones y teorías materialistas que ocupaban mi cerebro.

¿Por qué sufren los inocentes? ¿Por qué el desequilibrio del bienestar humano? ¿Por qué la injusticia desenfrenada y la hipocresía? Me era obvio que el aparente orden expuesto en las leyes de las ciencias naturales no podía explicar las inconsistencias del comportamiento humano, incluyendo el mío. Esto hacía que las superficies del mundo que investigaba, el único mundo en el que creía entonces, fueran también contradictorias y desordenadas.

Para entonces mi confusión interior también comenzó a cambiar, la pérdida de un ser querido, el fracaso de alcanzar metas, sin importar cuánto esfuerzo uno hiciera para ejercer el control. La frustración y el dolor me abrieron perspectivas a un mundo interior profundo, donde la lógica lineal de la medida, tan claramente propuesta para explicar las relaciones de los objetos concebidos en el espacio, simplemente no aplicaba.

Creciendo en la desesperación, busqué una respuesta, y en un momento de total desesperación, una sonrisa del Ser se proyectó desde las profundidades detrás de mis ojos.

¿Un valle de lágrimas, un paraíso perdido, una humanidad asediada?

Podía sentir los impulsos contradictorios dentro de mí, unos que buscan la satisfacción de deseos egoístas, otros que me impulsan a apoyar a los demás, a tener compasión. Experimenté dolor, anhelo y confusión, pero también alegría, belleza y la profundidad de la historia. Siempre es profundo y sobrecogedor, estar en verdadera dicha o dolor. El receptáculo humano no es lo suficientemente amplio como para contener la explosión de ninguno de estos sentimientos. Es como tratar de contener el océano en una taza.

Sin embargo, a veces, algo se derrama adentro, instantánea y espontáneamente, y uno se siente fluir fuera del contenedor de su forma, identidad y personalidad, vislumbrando por un instante, la verdadera belleza de todo. E inexplicablemente esta verdadera belleza es una experiencia amalgamada de un valle de lágrimas y taberna de alegría, un paraíso perdido y encontrado, una libertad con prisión simultánea y un alivio y acoso. Todo a la vez, todo en un solo tapiz de hermosura y serenidad. Donde solamente el amor es.

Hay una alegría, mezclada con tristeza, una especie de sentimiento de madre perla, que va más allá de ambas emociones, una unicidad que se deriva de su naturaleza y es al mismo tiempo todos los matices de esta energía, un campo unificado de anhelo y realización, tan estrechamente unido que uno es en realidad el otro, mientras que ninguno es al mismo tiempo, Es una oscuridad clara, una gloria más allá de la comprensión.

Su esencia es tan simultáneamente humano-divina que es la más adorable y amorosa de todas las construcciones posibles, imaginadas o no, en el universo y más allá. Una aparición de siempre que se realiza a sí misma, siendo al mismo tiempo perdida y encontrada, anhelada y realizada.

El lenguaje o el pensamiento no pueden expresar este estado, esta energía, dimensión, totalidad o que fluye simultáneamente dentro del mismo punto. Eso se llama amor. Hay una simplicidad en su manifestación. En realidad, está sucediendo todo el tiempo, pero se pierde en palabras, elucubraciones mentales y esfuerzos, mientras la mente trata de comprender su expresión.

Es tan profundamente hermoso y embriagador, que sus ecos reflejados en espejos imposibles, tratando de afirmar la «dulzura imperecedera que vive dentro de todos nosotros», no lo ven a pesar de estar nadando en él, hasta que final y naturalmente termina se ahogándose en él. El tejido de todo lo imaginado y más allá de la imaginación, es parte indivisible de esta totalidad de amor que abarca todo de una manera tan sutil que es imposible de comprender.

¡Qué historia tan increíble se revela, donde cada punto es sagrado, fundamental, y parte integral de todo lo demás!

Sí, a veces el amor se revela a sí mismo en dispersión. Ya no se percibe como arraigado o protegido por las arboledas sombreadas de las formas. Se ha convertido en semillas de nuevo nacimiento, sonrisas de mariposas que colorean todo. Ha explotado como el cosmos, y su luz se derrama sobre cada oscuridad, sin tiempo ni nombre, sin punto de referencia, fluyendo por efervescentes e invisibles vías lácteas. Sus lunas llenas se derraman a través de las ventanas, encantando a los soñadores, deleitando a los amantes e inspirándolos. Ya no está conectado a nada ni reclama ningún espacio. Expandido, extendiéndose a todo, derramándose en bendiciones sin fin. Libre para darse, en una modalidad de siempre. El amor es.

Tú eres el alma del alma del Universo, y tu nombre es Amor.

(Rumi)