Soy un tipo con una vida muy poco interesante. Y eso es una suerte. Soy un afortunado. Probablemente no llegue a nada, no lo sé. Muchos de los que han sufrido mucho son los que llegan lejos, pero a costa de sufrir más.

Acabo de leer una entrevista que le hicieron a Sinéad O’Connor en 2021. La he leído porque ella murió antes de ayer y quería saber qué es lo que hay detrás de obituarios como el de Morrissey, compartido por el gran León Gieco. Sinéad sufrió mucho en su vida, me llama mucho la atención la forma en la que ella ve lo que otros tildan de locura. Cómo ella describe como libertad lo que otros llamaron destrucción de su carrera. Ella triunfó y necesitó volver a ser la que era. Era un ser atormentado por traumas de la infancia que supo llevar lo mejor que pudo su vida. Pero la sociedad está en contra de esos perfiles. No los quiere como iconos. La sociedad quiere iconos de plástico como Barbie y Ken, quiere caras bonitas, cabellos largos, dos ojos azules o verdes y un cuerpo bonito, agradable a la vista. La sociedad quiere opiniones vacías y fotos sonrientes, quiere música que no diga nada y aborrece las protestas. Los que mandan, esos que no vemos nunca, siembran rebeldía de juguete para que nos sintamos cómodos siendo un poco transgresores, los que mandan no quieren chicas que se rapen la cabeza porque fueron torturadas de pequeñas ni quieren tipos que se emborrachan para tratar de olvidar sus traumas.

Y yo, siendo como la mayoría de los que me leen, soy un tipo que no sufrió grandes traumas, tonterías comparadas con las que sufrió Sinéad, y que tiene y ha tenido una vida muy fácil, en general. Y por eso mismo quiero reivindicar mi posición en la sociedad: no puedo permitir que se trate de loca a una mujer como Sinéad, no puedo alegrarme de que la relegaran a un ostracismo por ser como es. La sociedad en la que vivo desprecia al raro, al diferente, al que ha sufrido y al que sufre. Somos una sociedad que no se cuida a sí misma, porque toleramos que los intereses de unos pocos sean los que prevalezcan. Y esos pocos no son ejemplo de nada. Sinéad fue ejemplo de resistencia. Resistió los abusos en su infancia y también resistió los abusos de la fama. Y se rebeló y salió de la bolsa de porquería que nos tiran los pocos que mandan y se fue a vivir a una cabaña aislada de todo en un pueblo perdido de Irlanda.

Si queremos sobrevivir como sociedad, tenemos que volver a ser humanos y entender a los que han sufrido y a los que sufren, aunque la mayoría tengamos la suerte de no padecer. Sin entender el sufrimiento, la desesperanza, la depresión, las enfermedades, la muerte, sin entender todo eso no podemos tratarnos a nosotros mismos como sociedad sana. Porque no lo somos. Somos unos borregos mirando la televisión absortos en unas elecciones orientadas, en unas guerras que interesan a los medios y otras que no; somos unos morbosos que disfrutamos con las tragedias siempre que sean lejanas y nos hacemos los solidarios cuando nos tocan de cerca. Eso sí, cuando tenemos alguien al lado sufriendo, puede que no le ayudemos si nos da miedo, si lo vemos distinto o peligroso. Solo el color de su piel, o cómo vaya vestido o lo que diga o grite por la calle hará que nos alejemos porque esa persona es distinta y nosotros somos los que estamos bien, ella es la que está mal. Esa loca que se rapa, ese tipo que tiene mucha pluma y se pinta los labios, esa negra que está gorda y ese pelirrojo que tiene un solo ojo…

Tenemos mucho que aprender como sociedad y espero que la muerte de Sinéad nos sirva de recordatorio, no somos nada si no somos todos la misma sociedad.

Hoy tengo un concierto en Herrera de Pisuerga, llevo dos semanas intensas de ensayos, de cambiar el repertorio, buscando estar cómodo con las canciones que voy a tocar. Estaré solo en el escenario, sin el apoyo Varosha, mi banda, pero he decidido que quiero hacerlo, a pesar del «qué dirán» que prima en algunos; aunque haya gente de algún pueblo que vaya a reírse de los errores o de cualquier cosa que haga el que está encima del escenario. He decidido currármelo y subir a ese escenario porque el arte es más que cualquier discriminación. No soy un profesional y no toco el estilo de música que más gusta por esta zona (son muy de Rock del duro), pero me da igual. Lo mío es arte. Tocaré canciones rebeldes, reivindicativas, esas que creo que hay que tocar en esta tierra donde hay muchos que votan a la extrema derecha. He ensayado y tocaré contra viento y marea, porque no ha sido fácil estar trabajando, cuidando a los niños y haciendo otras cosas; era como un tema secundario, pero para mí no lo es. Hoy es un gran día, espero que todo salga bien, por mí, por vos Sinéad, por el arte y la locura con letras mayúsculas, esa que siempre reivindicaré como motor de mi propio ser.